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Antonio Pérez Martínez |
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Artículo publicado originalmente en la sección "Semblanzas Bastetanas" de la Revista "El Norte", correspondiente a la primera quincena de diciembre de 2012. |
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«Se instaló en Baza montando un taller de mecánica en el que se reparada todo tipo de maquinaria. Compró un camión Mercedes, uno de los primeros motores diesel que llegaron a España, y cuando estalló la Guerra Civil fueron requisados tanto su taller como su camión, y puestos al servicio de la República. No obstante, él siguió trabajando en el mismo taller, lo que le ocasionó tres años en una cárcel de Burgos. De regreso a Baza, solo le quedaba alguna que otra herramienta y varios motores de lo que había sido un gran taller. Pero rehízo su vida, mejor dicho, nuestra vida, pues yo había nacido el 18 de noviembre de 1935, viviendo ya toda la familia en Baza». |
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«Con mis padres éramos diez bocas en la casa. Teníamos la ayuda de los familiares que vivían en el campo y nada más. Luego vino una mala época, mucha hambre. Llegó mi padre ya en libertad y con ideas y ganas de trabajar; reparaba motores y otros accesorios de los coches de la empresa Maestra. Compró un viejo coche y cuando estaba transformándolo en una camioneta le dio un ataque de apendicitis; fue mal diagnosticado y falleció en pocos días. De mi padre siempre digo que aparte de la vida he recibido los genes de trabajo e inventiva que a él le caracterizaron». «Antes de la guerra, mis padres vivieron en una casa alquilada en la calle del Agua, en el número 11. Cuando se llevaron preso a mi padre, mi madre no pudo seguir pagando el alquiler y la desahuciaron de la casa. Todos a la calle. Gracias a la familia Sepúlveda mi madre nos llevó a vivir a una casa en la calle Alamillos, número 14. A la vez tenía trabajo allí mismo, pues limpiaba las escuelas de niñas que había en esa casa. Eran las de las maestras doña Áurea y doña Juanita Ortega. Años después, a mi madre le cedieron una casa en la Barriada de Santa Adela; eran de Protección Oficial y llegó a ser de nuestra propiedad. En ella vive hoy mi hermana Rosa. También mi madre tuvo durante un tiempo una pequeña taberna, en los bajos de lo que era la Pensión Bastetana, en la placeta de Serrano. Éramos muchos hijos y ella una gran madre y muy trabajadora. Cuando se vino aquí, a Barcelona, vivió siempre junto a mi hermano menor y la hemos tenido como una reina». |
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«Yo tenía doce años cuando ingresé en la recién fundada Obra Sindical de Formación Profesional «Taller Escuela de Baza». Pero antes había estado en la Escuela Primaria de don Amador Bordajandi, en la misma calle Alamillos. Me enseñó más que a un bachiller de hoy en día. Aprendí todas las regiones de España, provincias y capitales, flora, fauna, ríos, montañas, recursos naturales, folclore e historia, ríos, cabos, golfos y una caligrafía que me ha acompañado toda mi vida. La Escuela Taller era una escuela modelo. Por la mañana hacíamos la teórica y por las tardes las prácticas. Aprendíamos forja, soldadura, mecánica, torno, fresa, ajuste, carpintería, ebanistería, dibujo lineal, conocimiento de materiales, aleaciones... En la Escuela, los aprendices cobrábamos una paga de cincuenta pesetas al mes y periódicamente había competiciones por secciones, en las que el ganador recibía una «beca» que eran 500 pesetas. Yo por suerte siempre le llevaba una a mi madre, lo necesitábamos en mi familia y me esforzaba en aprender y trabajar». «Éramos todos los aprendices muy buenos amigos, aunque luego competíamos en las pruebas. Han transcurrido años y recuerdo entre otros a Pepe Caparrós, Emilio Langa, José Matamoros, Pepe Sorroche, Manuel Fernández y otros muchos, tanto de mi curso como de los cursos que siguieron. Todos grandes estudiantes y todos con un gran futuro cuyas puertas nos abrió la Escuela Sindical de Formación Profesional de Baza. Recuerdo una pequeña anécdota de aquellos años: hicimos un pequeño telar en miniatura, copiado de los de la fábrica de los González y en el mismo fabricamos metros y metros de la bandera de España». «Como toda la juventud de estos años fui afiliado al Frente de Juventudes. En la Escuela hicieron una centuria que se llamó «San Juan Bosco», el patrón de los trabajadores; llegué a ser Jefe de la Centuria, asistiendo con ella a una concentración falangista en Madrid». «Cuando terminé mi periodo de aprendizaje ,con tan solo 16 años, ya tenía en mi poder los títulos de Maestro Forjador, Maestro Soldador, Maestro de Mecánica General y de Maestría Industrial». |
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Un día, reparando un viejo y enorme camión Lancia, creo que procedía de la guerra de Abisinia, vi su sistema de frenado; tenía en la parte trasera un depósito del que salía un vástago que, al hacer el vacío en el depósito con un depresor, hacía frenar el vehículo. Esto me hizo pensar que si se ponía una membrana en cada rueda con un eje y una leva, un depósito de aire y un compresor, podría frenar bien. | |||||
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En el taller del Sr. Escuer, ya muy ampliado, se hicieron los cien primeros camiones de tres ejes de la Pegaso. La casa Coca-Cola nos encargó hacer el estudio para una mejor carga en los camiones de reparto y les diseñé una estructura con la que doblaban su capacidad de carga. A petición de un cliente hice el volquete que podía bascular en tres posiciones. Fue posible y se realizó poniendo un pistón telescópico central y unas argollas a los laterales, a los cuales solo se dejaban fijas las del lado al cual se quería bascular. He de aclarar que me llovían ofertas de trabajo muy bien retribuidas, pero yo encontré desde el primer día un gran apoyo en mi jefe, el señor Joaquín Escuer, dueño de los talleres de reparación, y personalmente le estaba agradecido, ya que con motivo de una operación urgente a mi esposa, él me facilitó el importe de la misma y nunca aceptó que le devolviera este dinero. Tras este gesto me juré que no lo dejaría colgado. Pero la empresa Escuer quiso seguir creciendo con la reparación de las grúas móviles de pluma hidráulica. Era la época de la construcción. Se decidió dejar el taller solo para la reparación de grúas. Y no era lo mío, lo mío era la automoción. Entonces me llegó la oferta de los talleres de TRADISA. | |||||
Se me ofrecía el 40% del taller. Con todos los documentos preparados a falta de mi firma se los presenté al Sr. Escuer. Le dije que si no le parecía bien que él mismo los rompiese. Cuando los leyó, me dijo que él no quería aumentar el taller, ya que le iba bien el negocio de las grúas, que aceptase la oferta y, si no me iba bien, que volviese que allí encontraría lo que dejaba. Yo sabía que no volvería jamás, pues jamás volvería como fracasado». | |||||
«El primer día en la junta con el Consejo de Administración de TRADISA se me dijo textualmente: «hasta ahora tu empujabas un 600. Ahora empujarás un tráiler». No se equivocaban, el taller tenía 100 operarios entre mecánicos, herreros, soldadores, carpinteros, torneros, pintores... cada uno iba por su lado. Aquello era una gran Torre de Babel. Todos me miraban de reojo. Era un bicho raro, era un jefe que iba con mono de trabajo en vez de bata blanca y corbata. Pronto llegaron a comprenderlo. Yo era un jefe que sabía lo que pedía y lo que se hacía por cada uno. Pronto los organicé por grupos y puse a un responsable al frente de cada equipo. El rendimiento empezó a ser patente en los talleres. Mejoré el funcionamiento de la llamada «Oficina técnica» en la que se hacían las fichas del trabajo a realizar e introduje el sistema de horas ahorradas, que repercutían en el sueldo de los trabajadores que las percibían como un sobresueldo. Claro está que todo este trabajo repercutía en mi vida familiar, a la que le restaba horas y horas invertidas en la empresa». | |||||
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«Nunca quise ni tuve tiempo de entrar en política. Pero ahora que algún descerebrado en Cataluña pide la independencia porque dicen que dan más de lo que reciben yo hago esta reflexión: mi formación se me dio en Andalucía y por lo tanto esa fue la comunidad que pagó por mí. Sin embargo, el fruto de esa formación la he dejado en Cataluña. Y como yo miles de personas que vinieron del resto de España. Así que me lo expliquen. Espero que el que haya tenido la paciencia de leer este relato se sienta orgulloso de su paisano, así como yo me siento orgulloso de ser BASTETANO». |
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