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Ecos de
una batalla |
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Y para ello nada mejor que una amplia referencia al discurso que el embajador español ante la Santa Sede, el muy ilustrísimo Cardenal Don Bernardino López de Carvajal y Sande, hombre de letras pero sobre todo eclesiástico de carrera, y comprometido con los problemas políticos y religiosos de su tiempo, pronunció ante el Colegio de Cardenales el domingo diez de enero del año 1490. |
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En este discurso, Don Bernardino López de Carvajal se hace eco de una serie de “detalles” que otros historiadores de la época, o bien pasan de largo, o bien no tienen tanta noticia de ello. Nunca mejor lugar, ni mejor público, para comunicar tan gran acontecimiento como fue la Toma de Baza. Y es que hay que ponerse en el tiempo en que tal gesta se realiza para entender su trascendencia. |
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Invoca el nombre de la Virgen, llena de gracia y misericordia, para que una persona como él pueda llevar a buen fin el elogio del invencible Rey Fernando y de la Reina Isabel, su queridísima consorte. Dice que debería haber sido otro orador quien hubiera dado a conocer las virtudes “de nuestros esclarecidos Reyes”, pero que se siente muy honrado al hacerlo él. Se plantea el autor el llamado “problema de la guerra justa”, que resuelve por el hecho de que lo que ahora se reconquista nunca perteneció al enemigo, sino que éste lo obtuvo por “rapiña”, luego es lícito recobrarlo. Salvado este dilema, con una extensísima documentación, cita a los Padres de la Iglesia para finalmente manifestar y agradecer cómo “todos los Césares cristianos vencieron al mundo, gracias a la fe que le fue su compañera en las victoria”. |
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La blasfemia y el perjurio, tan comunes entre los españoles, fueron alejadas, y “los hurtos, los pillajes, los crímenes, las prostitutas, la alcahuetería, los tugurios públicos de juegos y otros muchos males fueron desterrados de España”. Indica el autor que en modo alguno desea ser él quien loe y alabe a los Reyes, ya que oradores de más alcurnia lo hicieron cuando la reconquista de Málaga. | |||||
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“... El magnífico Rey Fernando avanzó en el mes de junio del año 89 desde Jaén hasta el campamento; iba acompañado de un ejercito muy poderoso, que ascendía a casi diez y seis mil jinetes escogidos, y sesenta mil soldados, sin tener en cuenta los que se empleaban para las funciones de la artillería y las máquinas de guerra y para transportar los suministros”. “Tras tomar primeramente al asalto en el propio camino, en un momento, cinco nobles ciudades cerca de Baza, adelantó finalmente el campamento al asedio de la propia ciudad de Baza”. |
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“Tampoco carecía la ciudad de Baza de ejército propio, pues contaba con cerca de siete mil hombres armados entre los nativos. Y la propia ciudad estaba rodeada por un triple muro, elevada por torres y trincheras muy resistentes, situada en un lugar inaccesible al asedio y al ataque, repleta de armas, avituallamiento, tormentos y máquinas de guerra y era vecina de las dos mayores ciudades de moros, Granada y Guadix, que le prometían apoyo diario”. “Todo esto presagiaba a los nuestros una difícil victoria; en cambio a los enemigos les había ánimo de ensoberbecerse. Pero el católico Fernando, armado con la fe que vence al mundo y a los reinos, y confiando en las fuerzas del Dios Omnipotente, cuya causa se defendía, rodeó la ciudad con una zanja muy profunda y con una barricada de forma que obstruía la posibilidad de entrar y salir a los enemigos, a no ser por determinados puentes y pasos que poderosas guardias cerraban férreamente desde la parte del campamento”. |
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Se extiende en el problema del abastecimiento de la tropa cristiana, pues en estos días del año 1489 se había declarado una epidemia de peste que asolaba a gran parte de la España superior, y explica cómo milagrosamente en el campamento cristiano no se sentía nada de la peste, nada de la enfermedad: sin embargo, el alimento básico si llegó al ejercito, y “aun cuando en la región de Baza, a partir del mes de septiembre, son continuos los fríos y nieves, así como la lluvia, el dedo de Dios contuvo las nubes y las cataratas del cielo y apartó de allí el hielo y la nieve, de forma que el ejercito cristiano se encontraba con la templanza de meses de abril y mayo, cuando allí era septiembre, octubre y noviembre”. “La majestad real, previendo el invierno, había edificado muchas casas en el campamento, de forma que este parecía más bien una ciudad que un campamento militar”. |
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Así el ejército español, reanimado con estas y otras ayudas, soportó con facilidad todas las fatigas de tan largo asedio. Y aunque los nuestros reclamaban el que se atacara con mas frecuencia al enemigo, el prudente e invencible rey había descubierto por medio de desertores que dentro de la ciudad se hallaban casi treinta mil hombres, y que no había suficiente alimento para aquellos por muchos meses, y que se habían determinado morir pero mientras mataban”. “Recordó las palabras de Escipión, diciendo que él prefería más bien salvar la vida de un solo ciudadano, que exterminar mil enemigos, por lo que instigaba a los enemigos a su rendición incondicional enviándoles embajadas para ello”. Finalmente los moradores de Baza llegaron por el largo asedio a la mayor escasez en todos los recursos; sin embargo, todo lo sufrían voluntariosamente bajo la justificación de observar su secta y su religión, y para no violar la fidelidad debida a su rey. Hubo héroes en su interior que prometieron ayudas desde Guadix, de la que les llegó una, y envalentonados predijeron el levantamiento del sitio, todo esto alejaba la rendición. |
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Su llegada dio a los nuestros ánimo para resistir el invierno y a los enemigos les quitó toda esperanza de que se levantara el asedio. De tal forma que desde su llegada los enemigos no meditaban sobre armas, sino sobre treguas y acuerdos; y empezaron el tratado de rendición el día once de noviembre, es decir, tres días después de la llegada de la Reina al campamento. Lo terminaron el veinte, una vez que hubieron sido entregados los rehenes. Y el jubiloso día del 4 de diciembre del año 1489 del nacimiento de Cristo, dejaron libre y dispuesta a la autoridad real la en otro tiempo guerrera y feroz ciudad de Baza”. “La clemencia real concedió a los ciudadanos de Baza la libertad de cultivar y habitar (aunque bajo servidumbre regia) las villas y los campos que se hallaban en las llanuras cercanas. A los que deseaban irse a África u otros lugares, se les otorgó la posibilidad de hacerlo libremente, una vez abandonadas las armas...” “Así asumió la antaño muy beligerante Baza, el yugo y los estandartes del Crucificado en un cuatro de diciembre y al día siguiente liberó para cristo a los seiscientos cristianos cautivos que durante mucho tiempo había oprimido allí con cárceles y cadenas el mahometano bajo el severo yugo de la servidumbre”. Finaliza este discurso y panegírico de la conquista de Baza, leído por el Cardenal y Diplomático español Bernardino López de Carvajal, embajador de los Reyes Católicos, nuncio papal, personaje de notable importancia en la política romana de su época y elocuente orador, invitando a los asistentes al acto a dar las gracias al Dios Todopoderoso, agradeciendo a toda la cristiandad la ayuda para esta gran victoria que fue la Conquista de Baza. |
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Cfr: Ladero y Quesada, «Milicia y Economía» |
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