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ROMANCES DE CORDEL Y LECTURAS POPULARES DEL SIGLO XIX.Artículos publicados originalmente en las páginas centrales de la Revista "El Norte", en la primera quincena de abril de 2009 |
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Nos vamos en este artículo nada menos que hasta el siglo XIX, una centuria que en nuestra ciudad es la que engendró mayores tensiones sociales, económicas, artísticas y literarias… en todos los órdenes, es un siglo en el que vemos caer el poder absoluto de la monarquía y, tras ella, el poder omnímodo del estamento eclesial. Es el siglo XIX cuando se empieza a resaltar el valor de las ideas, de la persona y el poder económico está cambiando lentamente de manos. Aparecen los burgueses, las industrias y el estamento inferior inicia sus reivindicaciones. |
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Así nos lo trasmiten Zorrilla, El Duque de Rivas, Espronceda, Bécquer, Rosalía de Castro, Larra, Mesonero Romanos, Estébanez Calderón, Pardo Bazán o Blasco Ibáñez, son vivo ejemplo de las grandes obras en las que cada uno de los autores deja su impronta. |
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No obstante, como ha venido ocurriendo en todos los tiempos, existió una literatura más popular, unos escritores que no han dejado su nombre en los escritos, que incluso nadie llegó a conocer, que han pasado de largo en la historia de la Literatura, una legión de escritores “anónimos” nos han acompañado, desde los primeros siglos. Todos estos, primeramente llamados “bardos” o “juglares”, han sabido dar el alimento literario a las clases que no habían logrado el aprendizaje de la lectura. Ellos le narraban directamente los hechos, poniendo de su parte la emoción, la entonación, destacando los puntos más dramáticos, los más dulces, los más impactantes y consiguiendo siempre que estas personas, sin la cultura suficiente, tuvieran conocimiento de las grandezas, tragedias, amores y desamores de su mundo. ¿Se imaginan que en estos días hubiera personas que se dedicaran, en medio de la calle, a contarnos los avatares de los príncipes, de los famosos, de los artistas? Pues algo parecido. Pero como todo en la vida, esta literatura menor de tradición oral, va desaparecimiento poco a poco, especialmente al popularizarse la imprenta y al generalizarse una mayor cultura ciudadana. Es entonces cuando aparecen los que se llaman “Romances de Cordel”, que acompañan a los “Romances de Ciego”, quedando estos últimos para personal menos exigente. Esta sed de lectura se sacia con los famosos cuatro pliegos que componen estos romances de cordel y que, según está documentado, existen desde el año de 1781, aunque su mayor expansión la logran en el siglo XIX. |
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El nombre de “Romances de Cordel” lo toman del hecho de que estaban colgados de un cordel, en el que una pinza de caña los sujetaba. Son poemas con versos octosílabos, en los que lo mas normal eran que se relatasen las truculencias acaecidas en tal o cual pueblo, el asesinato mas cruel, la muerte mas violenta, el abandono familiar mas injusto, los amores mas desgraciados. Todo lo que puede conmover el corazón humano. De los antiguos romances, han logrado muchos de ellos seguir gustando y ser lectura de varias generaciones, como lo fue el de “Gerineldo”, ese hermoso paje que paseando por el jardín de su señor, es contemplado por la infantita Enilda, quien se enamora de él tan perdidamente, que espera a que se duerma su padre, el Rey, y abre la puerta de su camarín ofreciéndole al paje su propio lecho. La noche les transcurre rápida, entre el dulce rumor de caricias y besos y no se dan cuenta del paso de las horas. El primer rayo de sol les encuentra sumidos en dulcísimo sueño. Cuando los encuentra así el Rey, y no sabe como resolver su duda, si matarlos o no, pues el paje Gerineldo había sido criado por él, opta por poner su espada entre ellos. Así los amantes conocen que su padre los ha descubierto. Los versos son luego repetidos por cientos y cientos de lectores; así las frases del Rey, cuando le pregunta a Gerineldo: “¿Dónde vas tan triste y abatido?” “Vengo del jardín buen Rey, de coger rosas y lirios, la fragancia de una rosa, el color me ha comío”. Y el Rey le responde: “Es mentira Gerineldo, con la princesa has dormido”. |
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Ni que decir tiene que en todo momento llegan al corazón de los oyentes de este romance. Junto a estos relatos en viva voz de los vendedores, no todos son ciegos como en anteriores siglos, van apareciendo pequeñas historias de amores entre personas de desigual posición social, amores imposibles, amores con final feliz, otros con final desgraciado, en todo caso tienen todos una enorme difusión y se encabezan con el denominador común de “Historia”, aunque ya empiezan unos a narrarse en prosa, y otros lo sigan siendo en el común verso octosílabo, si bien aparecen otros en otras rimas menos simétricas. Sin embargo, en el acerbo literario, encontramos que son muchas las obras anónimas que empiezan llamándose “Romances”, por ejemplo “Romance de Valdovinos”, “Romance de Lucinda” y “Velardo en la corte del Gran Sultán” y otros que ocupan más de los cuatro pliegos que son la base de los llamados de cordel, populares o baratos. |
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Los modernos juglares dan a conocer en estos tiempos lo peor que ha sucedido en un pueblo, el más horrendo crimen o la mas infausta noticia; van de mercado en mercado anunciándose y vendiéndose. Se van perdiendo poco a poco los romances de frontera, pues ya no existe frontera con el moro en la península, y las grandes y heroicas hazañas, empiezan a desaparecer de las preferencias de un público popular, se han perdido las estrofas de los romances épicos y, tras las hojas de los “horrores”, se empiezan a vender las historias de “La Española Inglesa”, “Flores y Blancaflor” o ”Pierres de la Provenza”. Incluso hay un público que las demanda. Mientras, las hojas en octosílabos que sirven de reclamo tienen nombres como “Los Amantes”, “Consuelo y Antonio”, “El amor infiel”, “La mala suegra”, “Los dos hermanos”, “El Asesinato de Cartagena”, “Los Hermanos amantes” o se adaptan a la religiosidad de la época, con milagros de Santos y Santas, como las conocidas de “Santa Rosalía”, “El arriero y la Virgen”, “La Virgen de los Dolores y su Hijo”, “San Antonio de Padua”, “María Santísima de la Aurora”, que hacen furor en el pueblo. Son otros temas los que inundan las plazas públicas, a mediados del siglo XIX, como los temas del bandolerismo. |
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Baza tiene unas buenas imprentas y de ellas salen muchas de las ediciones de estas hojas de hechos truculentos, unos heróicos y otros no tanto, pero sobre todo de lo que la población pide en el momento, sensibles y románticos. Es mas que probable el que los hechos de una ciudad se cantaran y vendieran más en otras, por lo que no es de extrañar no encontrar los hechos ocurridos en Baza, impresos en Baza. He encontrado sólo tres de estas hojas, dos en octava: “El niño Pepito” y “Los dos amantes” (ambas son de las llamadas truculentas), que hayan sido editados en nuestra ciudad. En la primera se narra el asesinato de un niño a manos de su padre, porque así se lo pide su amante. Los versos dicen: Petra Gutiérrez Cantora Cuando el amante le dice que lo ha matado, la mujer le contesta: Por lo que el asesino horrorizado con lo que ha hecho, se arroja al pozo en el que tiró el cuerpo de su hijo. Finaliza la hoja: |
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N i que decir tiene que el siglo XIX en nuestra ciudad tuvo bastantes noticias, unas épicas, otras truculentas, como para estar en estos romances de cordel. Mi deseo ha sido encontrarlos y divulgarlos. Lo he logrado sólo en parte. El tercero de los que he encontrado, se llama “ La partera de Rabalía”. Es en verso irregular, más bien llegando a prosa, y sólo aparece una primera parte. Tanto esta hoja como las anteriores fueron impresas en la Imprenta P. Requena, de la calle Monjas de Baza. Las hojas dicen así: |
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Presten atención señores, a un hecho tan singular. Un novio, mala persona, dejó a la joven preñada, Penó, sufrió, y luchó, mientras su vientre engordaba “Pues yo la noto muy bien”, “Las primerizas no saben nada” “Cuando llegue el momento, vente a mi casa volada “Quiero ver a mi hijo”, dijo cuando despertaba. “Te he evitado el dolor, tu vida está salvada. La duda la fue comiendo, día a día se atormentaba. La partera fue en su busca, un trabajo le brindaba. Y ella le da alimento, y a la vez se consolaba, Fue la “tata” de su hijo, aunque este le llamara Yaya Como termina esta historia, si el final quiere saber (Fin de la primera parte). |
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