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Baza en la literatura nacional de la primera mitad del siglo XXArtículo publicado originalmente en las páginas centrales de la revista “El Norte” correspondiente a la segunda quincena de febrero de 2008. |
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La dilatada historia de Baza, tal y como viene quedando patente en los escritos que venimos publicando en El Norte, ha dejado numerosas personas ilustres, muy destacadas en los diferentes sectores en los que han desarrollado su trabajo. Algunas de ellas, para desgracia de la sociedad bastetana, no han terminado sus días entre nosotros, a pesar de lo cual merecen nuestro más entrañable recuerdo y homenaje. Porque aquí han tenido a sus amigos, porque han paseado por las mismas calles por las que hoy caminamos diariamente todos, porque han sufrido los fríos inviernos y los calurosos veranos de esta tierra, porque han sentido en su piel el viento, los frescos atardeceres y las nieblas mañaneras. En definitiva, ellos conocen bien esta ciudad y, por tanto, son también parte de ella. Han disfrutado la variedad gastronómica, han participado de sus costumbres, de sus fiestas, llevan dentro nuestra forma de ser… su marcha, por distintos motivos, ha dejado en Baza una huella imborrable, una imagen que no podemos olvidar. Ni debemos. Hace meses escribíamos aquí sobre los viajeros que nos visitaron en el siglo XIX, ahora lo hacemos sobre otros, otros que no han sido “viajeros” sino “vecinos” durante meses o años, pero en el siglo XX. Una de esta spersonas es carmen Conde, escritora y poeta. |
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La misma Carmen Conde, en sus escritos narrativos, refleja muy claramente estos años tan fatídicos de 1936, 37 y 38. En ellos comenta como llegó a estas tierras andaluzas siguiendo la llamada de su esposo, aunque también deja entrever que no se encuentra a gusto en el ambiente militar en que este vive. Ella, suficientemente independiente, optará por vivir otra vida, muy suya, en la que nadie puede mandar. Ya entonces demostraba su carácter y la voluntad de ser ella misma. Tras el bombardeo de Cartagena, decide regresar a la costa mediterránea, donde encontraría a toda su familia sana y salva. El cambio de estrategia dentro de tierras andaluzas de la emisora F.P.-2 del Estado Mayor, que se convierte en “Emisora móvil” hace que vuelva con su esposo a Andalucía, si bien por poco tiempo, un periodo en el que tiene nuevamente disidencias con los militares que acompañan a su marido. Debido a estos desencuentros, dura bien poco su estancia en tierras de Jaén, pues su marido recibe órdenes de instalar esta emisora móvil en el Campo de Baza. Como había vuelto a tener problemas, tanto en el aspecto de la “comida” como en el de la “limpieza” de su ropa personal, a su llegada a nuestra ciudad toma habitación en una pensión, llamada “Pensión Bastetana” regida por Doña Paca, viuda de Cañadas, de la que había obtenido buenas referencias. La emisora del estado Mayor del Ejercito del Sur F.P.2. fue instalada en el campo de Jabalcón, en el lugar conocido como “La Colonia“, desde la que empezó a emitir a primeros del año 1938. Pero la distancia de este lugar a la ciudad, hizo que el matrimonio Oliver-Conde decidiera vivir en un cortijo muy próximo al lugar en que estaba la emisora; era un lugar intermedio entre “La Colonia” y el amplio y famoso cortijo llamado de ”Misitón”. Carmen disponía de tiempo para pasear por estos bellos parajes de la falda del cerro Jabalcón. Para intentar sobrellevar de mejor forma su estancia en este espacio, invitó a vivir con ella a una amiga y compañera que le acompaña en sus paseos por todo el campo de Baza. En este bucólico ambiente tiene el matrimonio Oliver-Conde numerosas desavenencias conyugales; la influencia de la amiga de Carmen (según su biógrafo Amanda de Junquera) tiene mucho que ver en esta vida de amor y desamor de la pareja. |
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El cultivo en cereal y ganado que tenía el mismo, quitó mucha hambre en estos aciagos días de la Guerra Civil. Mexitón era de los hombres llamados “de palabra”, cumplidor, honrado a carta cabal, y de buen corazón, según la estimación de quienes le conocieron en vida. Todos coinciden en el hecho de que antes, durante y después de la guerra civil, su cortijo fue refugio seguro para todas las personas que buscaron amparo en el mismo. | |||||
Tanto Carmen Conde, como la amiga que le acompaña desde su regreso de Cartagena, encuentran que en estos cortijos se disponía de abundantes provisiones alimenticias; los va visitando y conociendo, con lo que toman contacto con la rica gastronomía de la zona, que luego reflejará en sus escritos de narrativa. Del cortijo de “Misitón“ nos dejó estas magnificas líneas: “Entre ellos se encontraba el Cortijo de Misitón, joven padre de familia, honrado a carta cabal y trabajador. Con dinero contante y sonante se le podía comprar todo cuanto la sobraba y no le era imprescindible: corderos, patatas, tocino, incluso cerdo. Uno de estos le encargamos para llevárnoslo al regresar a Valencia, en donde yo vivía, para asistir a la Universidad. Mis amigos más íntimos y queridos tenían familiares en el Madrid del hambre, y siempre que era posible les enviábamos, ya por medio de militares, que iban en rápido viaje, ya por medio de bultos que llevaban los autocares, que iban a Madrid, lo que nos era posible obtener en su beneficio. Misitón nos enseñó un buen ejemplar con su nombre y todo, “Patiblanco”, y concertamos con él su compra, se lo pagamos, como todo, y le pedimos que nos lo conservara hasta la Navidad. Entonces vendríamos a buscarlo. |
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La narrativa de Carmen Conde se extiende sobre este asunto del “Patiblanco”, describiendo como en diciembre de aquel año de 1938 volvió, desde Valencia a Baza, en busca del cerdo. “Y con él en una furgoneta nos fuimos a Baúl. En Baúl hacía un frío horroroso. Verdad que íbamos desnutridas mi amiga y yo, y que la falta de reservas nos hacía más vulnerables. El matrimonio nos alojó en una habitación que parecía una nevera, y hubimos de acostarnos vestidas y hasta creo que calzadas”. |
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Saqué mis papeles. “Fíjese en este documento y comprobará que llevamos una misión urgente, ya cumplida y que he de entregar hoy mismo en Valencia”. Giró una larga mirada a todos los bultos amontonados. “¿Qué lleva en esa maleta?, señalando la nuestra. “Un peso enorme: papeles de un archivo, libros…”. “Tome”, me devolvió los papeles que yo le había enseñado, “y súbase al coche que saldrá inmediatamente”. “¿La maleta?”. “Se la subirán inmediatamente delante de usted”. Respiré aliviada viendo a un mocetón subir al vehículo la maleta. Finalmente llegó a Madrid y fue repartido entre varios compañeros, quedándonos nosotras con una pequeña parte de “Patiblanco”. Con esta fresca y espontánea forma de narrar, deja Carmen Conde reflejadas varias historias de su estancia en nuestra ciudad; sus andares y excursiones por la Hoya de Baza y faldas del Jabalcón, por los senderos que unían el cortijo en que vivió “a igual distancia de la Colonia que del Cortijo del tío Misitón” y el Barranco del Agua, Baúl, y La Colonia. Y, como no, su estancia en nuestra ciudad y pueblos colindantes en el año 1938. |
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Todos los escritos, biblioteca e incluso vivienda y muebles, fueron legados al Ayuntamiento de Cartagena, por disposición testamentaria. Esta ciudad ha constituido, el Museo Carmen Conde-Antonio Oliver, dirigido y velado por un Patronato, desde el año 1995. NOTA DEL AUTOR: Mi agradecimiento al padre franciscano Francisco Gómez Ortín (padre Javier), por darme a conocer la magnífica narrativa, prosa y poesía de este matrimonio cartagenero. |
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