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MI PRIMERA FERIAArtículo publicado originalmente en la sección Memoria y Opinión de la revista "El Norte", en septiembre del 2008 |
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Fue en septiembre del año 1943 la primera vez que vi y gocé de la Feria y Fiestas de Baza, fecha de la que tengo gratísimos recuerdos. Me trajo hasta esta ciudad mi tío Manuel, hermano de mi padre, a la vez que le traíamos a mi familia una maleta llena de garbanzos y lentejas, habichuelas y otros, entre las que se encontraban, bien situados, unos embutidos de los rebuenos que se hacían en Fiñana. Ni que decir tiene que esa maleta daba en el año los viajes que podía. Así que fuimos estupendamente recibidos. Aquella misma tarde, mis padres invitaron a mi tío Manuel a una magnífica función en el Teatro Cine Dengra, en la que actores y músicos locales interpretaban dos obras que por aquellos años tuvieron un éxito rotundo: “El Padrón Municipal” era una y la otra “La Viejecita”; en ambas intervenía un buen amigo de mi padre llamado Carmona, “Carmonilla”, como le decían todos los bastetanos, muy amante de la farándula. La música estaba regida por el Director de la Banda de Música Municipal, don Fidel del Campo. A los pocos días de este gran acontecimiento empezaron a poner las “casetas” a base de buenos palos hincados en tierra y unas lonas por cubierta. Las que se instalaban en la Plaza Mayor eran las mejorcitas, hechas de madera, con un amplio mostrador en todo su frente. En la Plaza de las Eras iban las que referíamos antes, las de los palos hincados y cubiertos de enormes lonas. |
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Hablando de dinero, he de reconocer que yo me sentía rico; disponía de algunas pesetas recaudadas entre mi familia en Fiñana, a las que días antes de venir visitaba para darles la noticia de que venía a ver a mis padres y que me estaría durante toda la Feria en Baza. Eso me proporcionó algún “capital”. También traje una hermosa caja de “bollos de aceite” y otra de higos secos de los que tanto gustaban a mis hermanos. Así que esa tarde la pasábamos deambulando por la Plaza de las Eras, donde se estaban poniendo unas barcas, enormes, unos caballitos y un tío vivo; también unas casetas de churros y turrones en las que compramos unos cucuruchos llenos de “caspicias”, como decían mis hermanos, que no era otra cosa que los restos que quedaban en la tabla de partir el turrón. Gran parte de la Plaza de las Eras la ocupaba un circo, y tras el mismo, los carruajes de los artistas y unos vagones jaula, en los que estaban los animales. Había un dromedario, una chota y un mono chillón. Debían de apestar mucho las jaulas, porque recuerdo que íbamos con las narices tapadas. Luego dimos una vuelta por la plaza de la Merced, donde se estaban preparando banderitas para la celebración de una verbena, en la que tocaría una orquesta del Frente de Juventudes y otra de Educación y Descanso; pero eso no era para nosotros, por lo que regresamos a casa y nos sentamos un rato en el tranco de la puerta, para ver como instalaban un teatro de comedias en la esquina de la placeta de la Cava Alta. |
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A la mañana siguiente, cuando sonaron los cohetes, ya estábamos nosotros despiertos hacía un buen rato; tomamos unos riquísimos churros para desayunar y mientras se celebraba la función religiosa, a la Virgen de la Piedad, nos fuimos a la Plaza Mayor, donde estaban abriendo varias casetas de feria, y escuchábamos, desde la calle, claro, las magníficas interpretaciones de la Orquesta Basti, que daba un concierto en el Casino Bastetano, y que estaba dirigida por el gran compositor don Fidel del Campo. Aquella tarde vimos la procesión de la Virgen, con asistencia del Ayuntamiento, al que acompañaba el histórico “pendón de la ciudad” acompañado por unas escuadras de Falange Española y por números de la Guardia Civil. Por la noche se hizo un castillo de fuegos artificiales, que vimos desde los balcones de nuestra casa, ya que se hizo en la Alcazaba. Al día siguiente, a media mañana, y mientras oíamos a la Orquesta Basti tocar para los del Casino, llegaron los componentes de una Banda de Música Militar desde Granada (sería la del Regimiento de Córdoba 10), aunque todos decían la “Banda de Música de la División”; sea de donde fuera, lo cierto es que tocaban magníficamente y anularon los sonidos que salían desde el exclusivo Casino. Dieron un pequeño pasacalles hasta el Parque de José Antonio (la Alameda). Aquella tarde, además, estuvimos en una función de cine que daban gratis a todos los jóvenes bastetanos bajo el patrocinio de los encargados de Auxilio Social. |
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Ese fue el día, precisamente, que acompañamos a mi madre a ver por primera vez “Morena Clara”. Digo bien primera vez, porque no logramos localizar a mi “tito Juan” por ningún rincón de la pantalla. “¿Es aquel?; no. ¿Está allí?...” así pasó la proyección, aunque nos reímos bien y de lo lindo con la gracia de chistes y situaciones cómicas de Miguel Ligero; mi madre tarareaba las canciones de Imperio Argentina. Lo pasamos muy bien. Al día siguiente invité a mis hermanos a ver nuevamente la película, era barata la entrada a “general”, donde nos acomodábamos en bancos de madera corridos. ¡Tampoco apareció mi tito Juan! No había aquella tarde otra cosa en la feria que un espectáculo “Cómico Taurino”, al que nuevamente acudiría la banda militar; actuaba un rejoneador en bicicleta: Manuel Palma “Palmita” y el Bombero Malagueño, entre otros ases de la risa. |
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Entonces soltó al mono y éste, de un salto, se subió al dromedario y de otro a la chota, y cuantas más quejas daba el moro y más se reía el público, el mono saltó al suelo, cogió las riendas del dromedario y se las entregó al moro, subiéndose al hombro del domador y haciendo palmas; todos los espectadores secundamos sus palmas y el espectáculo de los animales fue todo un éxito. Mis hermanos no eran amigos ni de las barcas ni de los caballitos, ni de los columpios, ni del teatrico que había en la Cava Alta, así que fuimos a los riquísimos churros de Baza, al turronero, al barquillero, al martillo de los forzudos y a la cabeza de un hindú que por cinco céntimos te daba tu horóscopo, dándole la fecha del nacimiento; la cabeza del hindú movía una mano de la que salía un rollito de papel, en la que siempre decía que todo nos iba a ser favorable en la vida. Con la escopeta de plomos, del tiro al blanco, ganamos un paquete de cigarros de matalauva; no llegamos ninguno de los hermanos a fumarnos ni uno solo entero, pues decían que se pillaba una curda y de las buenas. Aún quedaban un par de días de feria, y ya nos habíamos gastado todo el dinero y eso que mi tío Manuel les había dado un poco para estos días. Terminó esta primera y gran feria que viví en Baza con una nueva procesión de la Virgen de la Piedad y un castillo de fuegos artificiales en la Plaza de las Eras, así como con una magnífica cabalgata que recorrió algunas calles, mientras el baile, tanto en el Casino, como en la caseta Popular, agotaba hasta las últimas horas de feria. Cuando volví nuevamente a Fiñana, me preguntaban mi familia y amigos cómo era la Feria de Baza; yo les decía “¡¡Es de película!!” y no les mentía. Fue y es UNA GRAN FERIA. |