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ADRIÁN MARTÍNEZ COLLADOS, EL ÚLTIMO "LIMPIABOTAS"Artículo publicado en la sección Semblanzas Bastetanas de la publicación El Norte, en la segunda quincena de marzo de 2008 |
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No hace mucho tiempo, con motivo de encontrar en el pasillo de un hotel una máquina "lustra zapatos" para uso de los clientes, me vino a la memoria un profesional, con cuyo fallecimiento se terminó en nuestra ciudad, la estampa de aquellos betuneros, limpiabotas, lustrazapatos, o simplemente “limpias”, como le llamábamos comúnmente. |
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Honesto en su profesión, nunca tuvo problema alguno con la clientela a la hora de “los honorarios profesionales”. Sí que tenia buenos dichos para acallar a quienes opinaban sobre los precios. Se recuerda la contestación que le dio a un cliente, a quien después de prestarle un esmerado servicio, y dejarle los zapatos “que ni de estreno”, le pidió doscientas pesetas; el cliente le dijo con voz destemplada, “pues en Cataluña, me cobran solo cien”, a lo que Adrián, humildemente, contestó: “Pues si yo cobro por un servicio 200 pesetas y mire como vivo, cómo vivirá mi compañero de Barcelona, si solo cobra 100 por el servicio”, (según comentario de Pepe Langa). | |||||
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Sentado sobre su pequeño taburete, un día tras otro, esperando que algún cliente sentándose en las butacas de hierro a la puerta del Casino le requiriera el servicio de “limpia”. Tenía unos ingresos casi fijos semanalmente en los zapatos de las señoritas y señoras, que los mandaban los días antes de fiesta a que les diera lustre; también esos días recibía los de los caballeros que tenían varios pares de zapatos o botas en casa, pero estos preferían la limpieza en el Casino o en el Café, pues era casi un acto social. Terminada la mañana, ya sabía lo que el día le había dado de sí por su profesión, y entonces empezaba un recorrido por los bares de la ciudad, con su segunda actividad, revendiendo lotería de la Administración de “Almela”, que le facilitaba números. |
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Aparte de las anécdotas, de las que me han contado bastantes, recordamos a “Adrián, el último limpiabotas de nuestra ciudad” por su paciencia esperando clientes ante la puertas del Café o del Casino, su caja llena de “cepillos, cremas, betunes, tintes y trapos”, su eterno cigarro en la comisura de los labios, y su venta de lotería como ingreso extra de su profesión. Falleció a los 73 años. Había estado casado con Amelia Mena Gabarrón, con la que tuvo un solo hijo, Francisco Javier, que deambula por nuestra ciudad, con el apodo con el que conocimos a su padre. |
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