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EL ENCUENTRO |
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Pocos datos nos dejan los archivos locales sobre la celebración de la Semana Santa en el siglo XIX, pues durante la primer mitad del mismo, sólo encontramos las continuas peleas por el lugar que han de ocupar los dignatarios civiles en las ceremonias religiosas, y después, tanto en los periodos desamortizadores de Mendizábal, como en los siguientes de Madoz, pocas relaciones hay entre ambos poderes: civil y eclesiástico; y si queda constancia en las actas, es solo en la referencia en los días en que la Banda de Música ha de acompañar a los componentes del Ayuntamiento (en la Semana Santa los días de Jueves y Viernes Santo). Sin embargo, el sentimiento religioso arraigado en la población nos hace suponer que esta Semana Santa ha sido celebrada durante todo el siglo XIX, de una u otra forma, con más o menos esplendor, prueba de ello es que, por tradición oral, ha llegado hasta nuestros días cómo se celebraba el denominado por unos “El encuentro”, y por otros, “El paño de la Verónica”; y según algún que otro, “Las tres Marías”. Según esta tradición oral bastetana, María, Madre de Jesús, María Magdalena, y otra buena mujer que les acompañaba en esta tarde del Viernes Santo, que también era de nombre Maria, y conocida como Verónica, estaban situadas en una especie de podio que se instalaba en la Plaza Mayor, y ante el cual había de pasar el Nazareno, que había salido de la Iglesia de San Juan |
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No se nos dice como era María Magdalena, pero sí que su otra acompañante era una figura, con las manos articuladas, y que entre sus manos sostenía y estaba mostrando a todos un paño blanco. Mientras llegaba la procesión del Nazareno, el publico veía estas tres imágenes, admiraba la bella imagen de Nuestra Señora de los Dolores y las joyas de las damas que la engalanaban. Llegada la procesión a la altura del tablado en el que estaban las tres imágenes, se desplazaba del mismo la Verónica, y con un movimiento de sus manos articuladas, cubría con su paño blanco el rostro de Jesús. En ese instante se desprendía el paño blanco y en las manos de la Verónica quedaba otro paño en el que había quedado impreso el rostro, sudoroso, herido y cubierto gotas de sangre que manaban de las heridas que la corona de espinas había ocasionado en sus sienes. Mostraba la Verónica la Faz de Cristo, así obtenida, a los fieles y procedía a instalarse Posteriormente esta Faz de Cristo, que había sido bordada en fina seda con hilos de oro y plata, se subastaba al mejor postor, y su importe se destinaba a las obras de caridad. Nos han llegado incluso algunos versos de este “paso“ del Viernes Santo; de entre ellos estos: “Con el peso de la cruz, Una piadosa mujer, (En este instante es cuando muestra el paño al pueblo). Luego, dirigiéndose a la Virgen, dice: |
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