POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

LA PÉSIMA EDUCACIÓN


     Vaya por delante un toque de atención sobre el pequeño detalle de que no es el profesorado el que aprueba o suspende al alumnado, sino éste al realizar las pruebas y con su actitud en el proceso de aprendizaje, limitándose aquél a evaluarles. Y aunque en la nota final se tienen en cuenta más variables que las pruebas objetivas, hace ya un montón de años que los profesores se ven obligados a aprobar a alumnos que no han alcanzado para nada las competencias perseguidas y exigidas en su curso. Con los planes de calidad, se les daba a los centros educativos, a ellos acogidos, una serie de ayudas a cambio de un determinado porcentaje de aprobados, en el que invariablemente entraban niños y niñas suspensos. Eso se asemeja más a un chantaje, que a una aportación de recursos para una buena educación. El que ahora sea una ley la que obligue a aprobar a los alumnos suspensos, es sólo un motivo más para resaltar la desvergüenza de señalar al profesorado como causante del pésimo nivel educativo en este país, en un sistema mal definido y peor ejecutado. Si se aprueba sin que se haya logrado el nivel preestablecido, eso va a ser un lastre y un obstáculo casi insalvable a la hora de seguir sin dificultades el ritmo normal de un aprendizaje que es un continuum, con objetivos cuya consecución se asienta en la de otros previos (cómo se va a aprender a hacer una raíz cuadrada, si no se sabe multiplicar ni dividir...); y, sobre todo, vas a meter a los críos en una agobiante dinámica en la que siempre estarán abrumados al sentirse incapaces para seguir adelante sin obstáculos añadidos. Amén de tener finalmente personas mal preparadas, fácilmente manejables y sin capacidad de crítica; no sé si esa es, en realidad, la pretensión última... Porque vaya pobreza intelectual que prevén para quienes se supone que son el futuro, eliminando, por ejemplo, las lenguas muertas de sus planes de estudios (al menos con la Filosofía se han visto obligados a recular).

     Que a los políticos y a la Administración educativa les importa poco la calidad de la educación que nuestros niños y niñas, y nuestra juventud reciban, eso es más que evidente. Con los recortes, no tiene nada de extraño que un profesor se vea obligado a dar clases de asignaturas, aparte de la suya, en las que no está especializado, con lo que es obvio que pierde el alumnado. Como pierde cuando, por esos mismos recortes, puede verse sin clases de alguna asignatura por estar de baja su profesor, durante meses incluso, sin que se mande un sustituto. Parece que el mayor empeño es que pierdan en calidad las mujeres y hombres que se dedican al desagradecido mundo de la docencia, y los niños y niñas que pasan sus días en las aulas. Por lo visto es mejor ningunear y agobiar a los profesores, e incidir en las muchísimas vacaciones que tienen (por lo cual, por cierto, cobran menos de lo que les correspondería...); cuando el resto de funcionarios cuentan, entre días de asuntos propios, días de asuntos particulares y flexibilidad horaria, con numerosas posibilidades para el descanso, bastante de él retribuido. Para mí es muy fuerte, verbigracia, que un profesor para tomarse un día libre sin retribución, deba pedir no sé cuántos permisos, con un mínimo de un mes de antelación, para que le autoricen a tomárselo, descontándole por él todo lo descontable y más. Sin contar las horas extras que se ven obligados a realizar en sus casas, con el agobio de una Administración que ejerce más de enemiga que de otra cosa. Con ayuda, eso sí, y muy especialmente en Andalucía, de unos Inspectores de los que habría que escribir todo un artículo, si no fuera porque el rechazo  que me provocan hace que me niegue en redondo. Aunque no dejaré de señalar el hecho, tan ilógico y absurdo como todo nuestro sistema educativo, de que diplomados (con oposiciones) examinen y controlen a licenciados (con oposiciones igualmente); y que, por ejemplo, para inspeccionar una asignatura de un idioma, no sea preciso que lo conozcan... Sin olvidar la nueva postura de rechazo contra el libro de texto, pues parece ser que ahora son los profesores, también, quienes han de ir elaborando día a día la guía a seguir... Aparte de que no tienen tiempo para eso, y que ya realizan la programación de aula, es que no sé qué opinarán las editoriales de que la Administración Educativa vaya en contra de ellas... En fin, que si por ley hay que ofrecer una pésima educación, las  quejas, al legislador y al responsable político de turno; y un poco más de respeto para con el profesorado y el alumnado, que son los auténticos damnificados por ella.