Una vez escuché en la radio a un hombre que contaba cómo había tardado décadas en descubrir qué música era la que sonaba cuando él y su mujer se enamoraron; estaba ilusionado y satisfecho, pues realmente le había costado muchas indagaciones y gran perseverancia. El locutor no tuvo reparos en comunicarle que sus sobrinos pequeños lo hubieran conseguido en cuestión de segundos a través de Shazam, esa aplicación que te averigua de inmediato qué melodía suena, con sólo acercar el móvil al aparato del que surge u orientándolo hacia ella. Nada le robará al señor en cuestión el romanticismo de su búsqueda, aunque seguramente le hubiera sido mucho más fácil tener un smartphone a mano cuando cayó enamorado y asoció a ello una música, para él ya siempre especial. Vamos evolucionando imperceptiblemente, mediatizados por el presente, que poco a poco se va asemejando al futuro tal como en el pasado lo imaginamos. Algunos sueñan, y otros inventan lo que hará posibles sus sueños. Y es innegable que las llamadas nuevas tecnologías forman parte de dichos inventos, las cuales tienen el inconveniente de que cuanto más inteligentes son, más evidencian nuestra propia tontería. Porque no me negarán que es bastante frustrante que las máquinas nos superen, aunque con paciencia y libros de instrucciones, podemos hasta sentirnos poderosos al lograr su control. Un invento no ha acabado con otro, y ahí siguen la radio, el cine, la televisión, el vídeo... aunque podríamos preguntarnos sí no ha ido menguando progresivamente la calidad. Por ejemplo, con respecto al cine, habrá muchísimos más medios y posibilidades a la hora de realizar una película, sin embargo qué difícil es ya ver buen cine. Aparecen grandiosas obras puntuales, pero nada que ver con los peliculones de los primeros estudios de Hollywood, en los que la excepción era una mala película; y no como ahora, que ocurre justamente al revés: mucha bazofia, y de repente una joya cinematográfica para la eternidad.
Para más inri ahora llega el momento de un salto cualitativo en esto de tecnologías y robótica, pues ya no se quedan en ayudarnos, sino que dan un paso más y buscan sustituirnos en un buen número de tareas. Si superamos toda una revolución industrial, tampoco pereceremos bajo el boom de los robots, digo yo. Lo cierto es que ya llevan años entre nosotros, sin nada que ver con los de las películas de ciencia ficción, y que se nos harán más visibles aún, aunque no podrán sustituirnos jamás en todo lo que nos hace más humanos. Ellos son creados para la perfección, y nosotros somos seres imperfectos. Quitarán puestos de trabajo, al tiempo que crearán otros muchos nuevos, pero nunca serán como nosotros: con nuestras debilidades e insensateces, con nuestras dudas y desorientaciones, con nuestros miedos e ilusiones o desilusiones. No valen los recelos cuando al progreso no puede ponérsele puertas, pero sé que un ser imperfecto se transforma en todo un milagro en incontables aspectos, en tanto un robot imperfecto siempre será un fracaso y en su imperfección llevará su muerte. |