POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PANDILLA DE ENERGÚMENOS


Un impresentable eurodiputado polaco ha escandalizado afirmando en la Eurocámara que las mujeres han de cobrar menos que los hombres por ser más débiles, más pequeñas y menos inteligentes. Ante tal defensa de la brecha salarial entre hombres y mujeres, muchos se han echado las manos a la cabeza, colocándose a un lado como si fuera un pensamiento personal de semejante tipo. El caso es que tal diferencia de salario por el mismo trabajo es, en la Europa comunitaria, de un 18%, mientras que en España alcanza un 23%. Polémicas de un ser con cerebro de mosquito aparte, él no es el culpable de estos vergonzosos datos, eso está claro. No veo ninguna diferencia con el resto de hombres que no sólo permiten semejante agravio comparativo machista, sino que se afanan en explicar que es algo que no se podrá corregir hasta pasado más de un siglo. A mí no me sorprenden lo más mínimo estas declaraciones que parecen sacadas de otros tiempos que por desgracia para nada están superados: por la sencilla razón de que llevo décadas escuchando que qué razón de ser tiene un día de la mujer trabajadora, cuando los hombres no lo tienen; muchas discusiones en que catetos trasnochados sin el más mínimo talento han tratado de explicarme objetivamente por qué las mujeres no pueden de ninguna manera ganar igual que los hombres realizando idénticas tareas, etc.

Es evidente que la sociedad trata mal, que es tanto como maltratar, a las mujeres. Dominada por hombres que tienen aseguradas todas y cada una de las parcelas de poder, éstos no sólo no nos ayudan en nuestra lucha por tener los mismos derechos, los que nos corresponden como personas, y no como ese sexo débil que para la RAE sigue siendo el colectivo de las féminas -frente, oh sorpresa, al sexo fuerte, formado, cómo no, por todos los machos-. Es que, además, ponen todas las trabas habidas y por haber en ese camino de la igualdad absolutamente necesaria para una sociedad moderna que quiera erradicar verdaderamente el ataque sistemático a las mujeres. Si hay leyes que las protegen, o tratan de hacerlo, contra la violencia machista, enseguida se levantan repugnantes voces reivindicando que las mujeres también asesinan a los hombres... No es, desde luego, lo que nos dicen las noticias día sí y al otro también, en este año en que las mujeres asesinadas por hombres -ya quisieran serlo- alcanzan números asquerosos. Si se habla de cuotas para que el género femenino no se quede siempre fuera, nunca falta quien defiende que los puestos han de ocuparse por la valía, no por proporciones preestablecidas..., olvidando siempre, eso sí, la cantidad de ineptos que los ocupan sólo por lo que les cuelga en la entrepierna. A veces pienso si a esos hombres les gustan en verdad las mujeres, o sólo son una pandilla de energúmenos que las odian. Igual tienen la certeza de su propia inferioridad y sienten que si las dejan ser personas en igualdad de derechos, tardarán en evidenciar su mediocridad masculina en un plis-plas. No sé, lo que tengo muy claro es que si la brecha salarial fuera a favor de las mujeres, se corregiría en menos que canta un gallo; e igual ocurriría si la violencia asesina fuera de las mujeres contra los hombres. Así que menos aspavientos por lo que ha dicho un machista, porque como él los hay a millones. Sólo nos queda, a las mujeres, confiar en que los auténticos hombres, esos que luchan codo con codo con nosotras por la igualdad, no permitan que se salga con la suya semejante pandilla de energúmenos.