POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TESTAS CORONADAS Y SALVAS DE CAÑÓN


Que Trump me da miedo es cierto, con esos caretos de loco desquiciado y unas medidas xenófobas intolerables en una sociedad moderna (curiosamente él es descendiente de extranjeros, y su mujer es igualmente extranjera); pero también es verdad que aún me asusta más el avance de la extrema derecha y del fascismo puro y duro en la Europa comunitaria y demás vecinos. Ahora bien, nada comparable con cómo me siento con el ambiente que se vive actualmente en España: con personas enviadas a la cárcel por ejercer la libertad de expresión, un derecho garantizado constitucionalmente; por una persecución y acoso por parte del Gobierno a los fiscales que tratan de combatir la corrupción -dicho por ellos-; por permitir que se vayan de rositas, sólo por ser de una familia muy importante, personas que algo habrán hecho cuando se les pone una millonaria multa; por no mandar a prisión provisional a los ricos, y sí a los pobres... Es decir, por sentir que no se da la imprescindible separación de poderes que caracteriza a una democracia si es real, no una bonita palabra hueca; por comprobar que para nada la Justicia es igual para todos; al lamentar que cada vez se dan más recortes a los derechos humanos, adquiridos muy trabajosamente a lo largo de la Historia, etc.

Un sistema de progreso debería garantizar la satisfacción de las necesidades básicas; si no, qué nos diferencia de los países subdesarrollados. Mas, además, que habiendo más de cinco millones de españoles padeciendo una lamentable pobreza energética, nuestros reyes derrochen dinero en protocolos trasnochados y obsoletos, salvas de cañón incluidas, me parece de una insensibilidad imperdonable; aparte de recordarme a otros periodos históricos en que la Monarquía despilfarraba mientras su pueblo languidecía en la pobreza. No es de recibo, y lo considero una auténtica provocación, y bastante peligroso en momentos en que la horrible crisis económica que para algunos es ya un recuerdo, para muchos otros, demasiados, es todavía una realidad. Que no se hable tanto de desahucios no quiere decir que no se den, y en mayor porcentaje que antes; que algunos miren para otro lado no implica que no haya millones de personas, muchos niños y niñas, pasando hambre; que algunos se permitan la indecencia de dilapidar, o de robar, o de diezmar los dineros de las pensiones, etc., no borra la realidad de unos pensionistas, y muchos más que no lo son, que han de hacer juegos malabares para poder subsistir decentemente; o de unos padres que miran con mucha preocupación hacia el futuro de sus hijos; o de unos jóvenes que no saben ni cómo conjugar semejante tiempo verbal. Mientras unos se regodean cual cerdos en un presente usurpado, a otros les está negado por completo el porvenir. Entonces, no sé a qué viene tanta testa coronada con joyas preciosas, y tantas salvas de cañón: es preferible no provocar, pues aunque algunos aún lo ignoren, el pueblo nunca olvida. Sólo hay que echarle un vistazo a la Historia: la global, por si nos interesa; y la nuestra, porque seguro que nos dará en qué pensar...