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TRAGAR SAPOS Y CULEBRAS |
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Cualquier cambio, de entrada, ha de ser bienvenido si logra corregir lo que no funciona, o desechar lo que deviene inútil. Mas cambiar por cambiar es de lo más absurdo, máxime si se hace con respecto a lo que funciona bien, o sólo busca finiquitar lo que no gusta a una minoría. Basta con mirar el patio para entender que, desgraciadamente, no hay manera de acabar con multitud de malos hábitos sociales, y que con excesiva frecuencia se empeñan en estropear lo que hasta entonces fue válido. Decepcionante y deprimente, pero hay que seguir viviendo, y no dejar de soñar nunca con un mundo mejor para la mayoría. Seguiré sin entender nunca que tengamos que vernos obligados de continuo a tragar sapos y culebras, mientras el buen sabor de boca se asemeja a una entelequia a la hora de valorar las exigencias grupales. El hombre como especie parece estar de lo más desorientado, y no empezar por erradicar todo lo que le hace infeliz sin necesidad de ello, me parece de un ser muy poco inteligente. Antes se escuchaba a los filósofos; hoy se ignora a los científicos, y no dejan nunca de alzar la voz los charlatanes... ¡estamos aviados! El poder, en manos de un puñado de indeseables, decide y diseña los caminos a seguir, y la ciudadanía, demasiado obediente por la cuenta que le trae, se mueve por ellos sin apenas rechistar. No importa si es a cambio de pan y circo, o de hipnosis televisiva y fútbol, o de promesas de participación en el banquete de la opulencia; el caso es mantener callados a quienes les sobran motivos para empezar a gritar y no callar, a quienes ya ni confían en que el verdadero poder está en la gente. El silencio, a veces culpable, muchas otras inocente, siempre será indeseable cuando lo que toca es levantar la voz. Por mucho que se nos ignore, si empezáramos a elevar el tono de nuestras quejas, no sé si nos escucharían, pero desde luego oirían el clamor del descontento. |
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