Ha muerto Leonard Cohen, y siento una tristeza tan profunda como su voz, anclada para siempre en la nostalgia y los recuerdos. La música y la poesía están de luto y hay una orfandad cósmica en el aire para quienes las amamos más allá del compadreo y la vanidad; aunque lo más seguro es que los ángeles estén de fiesta en el cielo de los poetas, pues se escucha un vals que no cesa de sonar, mientras aquí en la Tierra todo parece teñirse de gris. Son malos tiempos, y no sólo para la lírica. Tal vez el mayor acicate para seguir sin desesperarse, sea entender que una vez que tocas fondo sólo resta mejorar. Si nuestra vieja civilización está en crisis, es algo que el tiempo y la perspectiva dirán, pero desde luego no es una época para sentirnos orgullosos, a menos que vivamos en el lado bueno de la vida y no nos importe lo más mínimo la condena a no tener futuro de quienes viven en el lado malo, que existe por más que los dirigentes mundiales lo pretendan ignorar. Hay tal decadencia en cuanto a los valores que nos enseñaron desde la infancia, que es imposible comprender el curso, constante y continuo, que sigue la existencia, ignorando y machacando a quienes no pueden seguirlo. Es como un naufragio universal en el que millones de personas se ahogan mientras unos cuantos privilegiados se aferran a una mínima tabla de salvación, que se tornase vida de unos pocos a costa de la muerte de muchísimos más. Si la Política es una herramienta perfecta para el bienestar de la ciudadanía, malditos políticos que lo olvidan y sólo se preocupan de alimentar sus miserias a costa de defraudar y traicionar a quienes confiaron en ellos.
Malos tiempos para la solidaridad, cuando les damos la espalda a quienes reclaman nuestra ayuda desde la más absoluta desesperación. También para la generosidad, mientras un mínimo de personas se reparten toda la riqueza de este mundo, sin ni siquiera dejar las migajas para quienes se mueren aplastados por el sucio peso de la más intensa pobreza. Malos tiempos para todos y todas, los de un lado y los del otro, porque vivir bien gracias a que los demás malviven, eso tampoco es una vida buena, aunque ni ellos mismos lo sepan. Tiempos de odios y xenofobia, de machismos asesinos y de repugnante culto al poder; tiempos en que hay que alegrarse de no tener hijos, pues tenerlos y dejarles un mundo de inmundicia tal es algo terrible para padres y madres que desean lo mejor para sus descendientes. Malos tiempos de insoportable desigualdad, cuando todos nacemos sin nada, y sin nada hemos de morir. Es muy difícil levantar el ánimo ante semejante panorama, pero no podemos rendirnos, porque la libertad y la igualdad existen, aunque los tengan secuestrados. Los parias, los olvidados, los ignorados, los aplastados por tan injusto sistema, nos obligan a gritar por ellos, pues ni voz tienen para la queja en estos malos tiempos, que lo son, y no sólo para la lírica. |