Durante los 60 y 70, hubo hombres y mujeres que protestaban cantando, que parece que era una oposición que el régimen franquista ni olía, ni seguramente oía. Lo cierto es que, si pensamos en el cine, los censores de la dictadura eran bastante cortitos, y viendo la filmografía de Berlanga es fácil comprobarlo. Por si hay dudas, lo que hicieron, por ejemplo, con la película Mogambo es ya de clara incapacidad mental, pues, para evitar que se refleje una infidelidad, convierten en hermanos al matrimonio y ya está: con un incesto lo resuelven todo, pero cuernos no, por favor... Todo un cante, como el de la canción protesta, que fue morir Franco y parecía que ya no tenía mucha razón de ser; por lo que los cantautores fueron abandonando sus carreras, o empezando a desterrar la política de sus letras, las mismas que para muchos de nosotros y nosotras fueron la cartilla en la que aprender esos temas que para nada te enseñarían en la escuela. No exagero nada, sólo recuerdo y me veo de niña en el colegio asistiendo los fines de semana a la proyección de unas películas que ya estarían más que elegidas (vidas de santos, evangelios, martirios, catacumbas, etc.), y no se me olvida cómo las monjas de turno tapaban el proyector cada vez que había abrazos o besos, dejando un desconcertante negro ante nuestros inocentes ojos... Bueno, estaba claro que se veían previamente las películas, porque nunca erraban; lo triste es que me pasé años dejando de mirar la pantalla ante besos y demás, como si fuera algo malo y pecaminoso, y aún hoy me sorprendo haciéndolo de vez en cuando. Es, sin duda, la larga sombra de la falta de libertad y del sutil adoctrinamiento de gente grosera en sus modos de educar.
Todo esto se me viene a la cabeza al conocer que Raimon -un superviviente de la nova canço, que no era exactamente canción protesta, pero con la que tenía parentesco directo-, va a despedirse con una serie de conciertos. Y me sorprendo sintiendo la urgente necesidad de una nueva generación de cantautores reivindicativos de libertad, en un tiempo en que se atenta a diario contra ella de múltiples maneras, unas más descaradas, otras más sibilinas. La imperiosa urgencia de canciones comprometidas con tantas causas que permanecen, y cada día con más fuerza, en una realidad social de claros recortes contra la auténtica democracia. No basta con llamarse demócrata, hay que ejercer de tal, y son tan excesivos los ejemplos de un progresivo retroceso en tantos niveles, que llegas a sentir de nuevo lo fuera de lugar que está cantarle al amor y al brillo de la luna, cuando hay millones de personas que lo están pasando muy mal de manera absolutamente innecesaria. Porque a estas alturas no tengo dudas de que la creciente desigualdad entre los pudientes y los desheredados es algo provocado, y por ello mismo es tan fácil de frenar, y girar a políticas igualitarias, como los poderes fácticos quieran, que me da a mí que no es su deseo prioritario, por desgracia. Así que bienvenidos sean quienes nos ayuden a cantar protestando, porque además quien canta, sus males espanta... |