|
|||||
DE AQUÍ A LA ETERNIDAD |
|||||
Hay actitudes vitales que, mayor pero no exclusivamente, son propias de una edad, de una etapa evolutiva de la personalidad de tránsito entre la niñez y la adultez. Esa adolescencia, esos años tan difíciles de atravesar sin que queden secuelas para el resto de la vida. Nadie aceptaría sin sorprenderse, por ejemplo, la falta de una actitud crítica y rebelde en un adolescente; y sin embargo, cómo sorprenden una mujer o un hombre que hacen de la rebeldía el leitmotiv de sus días. Mientras haya montañas, alguien se propondrá escalarlas; así, aunque levanten ante nosotros obstáculos y muros, muchos habrá que se nieguen a cambiar el rumbo propio para seguir el impuesto, y seguramente seguirán mirándose a la cara orgullosos, a pesar de que se les pueda demonizar. Puedo sentir que el aire que respiramos está tan viciado que urge abrir ventanas y puertas para renovarlo, lo malo viene cuando no nos dejan, cuando tratan de convencernos hoy de algo y mañana de lo contrario si es preciso, cuando pasan de nosotros y encima pretenden que se lo agradezcamos porque lo están haciendo todo por nuestro bien. Demasiada incoherencia y mucha falta de respeto hacia el nivel intelectual de la generalidad... aunque es lo que hay, y ante ello, o lo tomas, o lo dejas. No me gustan las personas miedosas, y aún me gustan menos las que quieren asustar. Sentir temor es tan humano como comprensible en un momento dado; pero querer condicionarnos a base de miedos, o amenazarnos con todos los males posibles habidos y por haber, eso es ya indecencia y mal hacer. Estamos viviendo un tiempo en el que muy a menudo hay que posicionarse, y para ello no encuentro mejor guía que la de nuestros valores y principios: en épocas de confusión los considero más sólidos que las ideologías o las creencias. Pues puedes dejar de creer de la noche al día, y doy fe de que es algo que he sentido en exceso últimamente; pero en ello suele haber una decepción ajena, un derrumbarse ante nosotros referentes que creíamos firmes. Incluso no es infrecuente, a estas alturas, que algo que te motivaba con gran ilusión, te llegue a suscitar incluso rechazo; aunque en ello no somos, generalmente, quienes decidimos, más bien es un actuar en consecuencia. Pero lo que llamamos principios y valores son tan íntimamente nuestros, que me parecen apoyos esenciales a la hora de saber qué hacer cada vez que se nos presente el dilema personal de significarnos en uno u otro sentido. Pienso y siento que hay que seguir el camino que nuestras convicciones más íntimas demanden, para que, aunque al final concluyamos que nos equivocamos, al menos haber actuado sin mentirnos a nosotros mismos. |
|||||