POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

EL MAR DE LOS MUERTOS

Cuántas orejas debe tener un hombre,
antes de poder oír a la gente llorar.
Cuántas muertes serán necesarias,
antes de que él se dé cuenta,
de que ha muerto demasiada gente.
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.
Bob Dylan


Los hay, como Serrat, que nacieron en el Mediterráneo; otros mueren a diario en él, a cientos, a millares, de entre los refugiados que huyen de la guerra y la hambruna. El que para romanos y bizantinos era el Mare Nostrum, hoy podría ser renombrado como el Mar de los Muertos, pues de ellos se alimenta día y noche, escupiendo centenas de cadáveres en las costas de este mar interior que se ha convertido, ante la indiferencia general, en una fosa común submarina. Nadie está a salvo si se acerca hasta la playa, de encontrarse cuerpos varados aquí y allí, como un recordatorio de que por mucho que miremos a otro lado, parte de la humanidad prefiere echarse a morir a las aguas, antes que dejarse devorar por los peligros y miserias de la tierra en que le tocó nacer y sobrevivir. Las mafias engordan sus arcas engañando a estos desterrados sin futuro que tratan de llegar a un paraíso que no es que esté perdido, sino que simplemente nunca existió. Y lo hacen hacinados y protegidos por chalecos salvavidas falsos, convertidos en mera mercancía que, patera a patera, barcaza a barcaza, hacen del tráfico de personas un pingüe negocio que nadie con poder para hacerlo parece que quiera evitar, acabando de una vez por todas con algo tan incomprensible, por evitable, como vergonzoso.

¿Cuántos naufragios más serán necesarios para acabar con este sinsentido? ¿Cuántas fotografías de niños, niñas y bebés ahogados precisaremos para decir ¡basta!? ¿Nos acostumbraremos también a toparnos con muertos diseminados en nuestros paseos matutinos por la orilla del mar? ¿De qué sirve el arriesgado trabajo de reporteros allí donde el drama es cotidiano y una buena noticia es siempre la excepción, si sólo rellena parte de espacio en los noticiarios, y nunca consigue ir más allá, ni que a quienes corresponda tomen decisiones eficaces?  La indiferencia es letal para la humanidad que se nos presume a los integrantes del género humano; pero si se despliega ante el sufrimiento y la muerte ajenos, estaremos alejándonos de los valores y principios que nos elevan conductualmente por encima del resto de los seres vivos. No se puede crear distancia ante ciertas realidades, porque el clamor de los que nos necesitan es mucho más intenso y desgarrador que el falso silencio con el queramos protegernos. No sé si existe ni dónde reside, pero eso que llamamos alma tiene una serie de manifestaciones que no podremos acallar sin riesgo de aniquilarla. Si hasta los animales más salvajes se ayudan entre sí en un momento dado, ante un peligro común, cómo no mostrar compasión y ser generosos con los que sin nosotros están fatalmente condenados a la nada...