POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TRATAR MAL


Una sociedad que trata mal a las mujeres es machista, y no salten los resortes defensivos en nadie, porque reconocer una realidad no es sinónimo de buscar un enfrentamiento. Tratar mal, fíjense en que no uso el término maltratar, puede consistir en tantas cosas, en tan distintos momentos y diferentes situaciones, que no ha de ser muy difícil reconocer cuándo ocurre. Y por ello mismo, hemos de suponer que tampoco será excesivamente complejo hallar soluciones y modos de prevenir las conductas negativas hacia el género femenino: desde el trato paternal que algunos hombres despliegan ante las féminas, en el que básicamente subyace la idea de que han de cuidar de tan indefensos seres; hasta el ataque asesino del que se siente dueño y señor de su mujer, y, por ende, de su vida. Pasando por trasnochadas reglas de caballerosa urbanidad, limitaciones de acceso a según qué ámbitos, exigencias de demostrar a diario una valía que a otros se les presupone, obligaciones de ser supermujeres que llevan adelante trabajo, vida y familia, etc. Sí, esta sociedad nuestra trata mal a las mujeres, y hay que estar muy ciego para no verlo; o ser consciente, y no querer que esta vergonzosa lacra desaparezca.

Tratar mal es, ahora que llega el Día Internacional de la Mujer con sus vigentes reivindicaciones, pagarle menos a ella que a él por el mismo trabajo: brecha salarial que no tiene razón de ser y que refleja una injusta e inadmisible discriminación laboral en función del género. Flagrante diferenciación anticonstitucional, por otra parte, que demuestra hasta qué punto la Constitución es sagrada para según qué temas, pero se ignora ignominiosamente en otros, que deben ser considerados más profanos. Como es tratar mal, el que ser madre sea un hándicap a la hora de realizarse profesionalmente, cuando ser padre sólo reporta ventajas respecto de quien no lo es. Y lo es igualmente, que una vez que acaba su horario laboral, sea la mujer, casi exclusivamente, no nos engañemos, quien ha de hacer frente a las labores de la casa, para las que no hay ni horarios, ni salarios. Ah, no olvidemos añadir algo tan poco nimio como la educación de los hijos.

Tratar mal es no reconocer que las mujeres son el origen y el motor de las familias, y que en lugar de ayudas cuentan con zancadillas. Y lo es etiquetarlas siempre en negativo ante actitudes que en los hombres, idénticas las actitudes, se valoran muy positivamente. Y maltratar y asesinar mujeres con la desgraciada frecuencia que todos y todas conocemos, es tratar muy mal; pero también lo es negar que las muchas asesinadas cada año son víctimas de violencia de género. Nadie mínimamente objetivo puede negar que las cifras hablan por sí solas; que mientras las mujeres muertas a manos de sus hombres son muchas al año, al contrario se reduce el número drásticamente, sin poder obviar en muchos casos la legítima defensa. No olvidemos nunca, pues, que para ser una sociedad igualitaria hay que dejar atrás para siempre insoportables atavismos a día de hoy; y para ello nada mejor que empezar a tratar bien a las mujeres. Que no es, ni mucho menos, regalarle flores y seguir manteniendo una mentalidad machista que la condena a no tener los mismos derechos que los hombres. Aunque de tú a tú y sin abusos de poder, bienvenidas sean esas flores.