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ÁRBOLES EN FLOR |
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Me gusta acercarme hasta Caniles -Canalis en latín, por sus canales artificiales de agua-, que, abrazada por sus dos ríos, semeja un vergel; no es raro observar algún cernícalo, o un águila real sobrevolando los cielos, prestos a la caza. Si asciendes a la parte alta y bajas hasta la vega, te encuentras con abundantes choperas -preciosa geometría e incontables juegos de perspectivas-, y te van acompañando los almendros descendiendo en terrazas, con unas preciosas vistas de montañas y árboles. Todo ello con la presencia y el sonido, aunque tenue, del agua; por lo que cuando estoy por allí, siempre encuentro un remanso de tranquilidad; y muchas veces, de silencio, lo cual es un bien escaso en la ciudad. Como me encanta también llegar a Cúllar, descendiendo hasta ver aparecer la silueta de la ermita de la Virgen de la Cabeza, con su cúpula de teja y esa torre defensiva árabe adosada, que le proporcionan su singular y bello aspecto; tanto como su subida en zig-zag por un camino de cipreses que no podría decir en qué estación del año me gusta más; culminado por las montañas, que se asoman o desaparecen según a qué altura disfrutes de las vistas. Con este tiempo estupendo que nos hace, podemos dedicar una mañana a visitar Caniles y Cúllar, aprovechando para comer en cualquiera de ellas algunos de los deliciosos platos de la rica gastronomía de la tierra, fusión de las tradiciones árabe, andaluza y cristiana. Y como ya empiezan las tardes a ser más largas, no sería mala idea dirigirnos hasta Zújar para llegar con tiempo al atardecer, siempre maravilloso en nuestros cielos. La que los árabes nombraron Sujayra, pena grande, tiene por inseparable amigo al Jabalcón, que nos acompañará conforme bajamos a orillas del Negratín. En tanto se va acercando la hora de despedirse del sol, los tonos dorados, de fuego, y los rosas y celestes pastel se reflejan sobre las aguas, creando una mágica atmósfera que, poco a poco, va esfumándose bajo las sombras hasta desaparecer. Se apaga la luz y, con ella, los colores; pero se enciende la noche, que, con permiso de la luna y de las nubes, se transforma en un magnífico telón de fondo para poder disfrutar de las estrellas. Los pueblos de nuestra comarca están tan cercanos que no hay distancias, así que no se tarda en regresar a Baza, a buena hora para ir a cenar, que tenemos unas noches invernales tan cálidas como hacía mucho no recordaba. |
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