POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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LA CONFIANZA PERDIDA


Dicen que las mentiras tienen las patas muy cortas, supongo que refiriéndose a que no llegan muy lejos; sin embargo, creo que son la mar de eficaces para quienes dependen de ellas para subsistir, aunque sólo sea porque ahí les tenemos: permanentes e inamovibles, amén de mentirosos. Y a una le gustaría no ser una descreída y confiar en palabras bonitas, más que tener que plegarse al agorero canto de la evidencia. Mentir es inventar, y dibujar condiciones más dignas para el común de los mortales sería perfecto; de no ser, claro, por el pequeño detalle de que hay que ceñirse a la realidad, y ésta no cabe ni con calzador en el vacuo esplendor de tanta patraña. Estaría bien poder creer que, tal y como nos dicen, todo va bien; y no tener la inmediata certeza de estar escuchando cantos de sirena tan inconsistentes que no engañarían ni al navegador más novato. No me importaría nada dejar de una vez por todas de sentirme estafada, pero para ello habría de variar el aquí y el ahora; y el antes y el después, si me apuran.

¿Cómo fiarse, si una y otra vez defraudan tu confianza; si te crees que ya lo has visto todo, cuando te vuelven a sorprender subiendo un poquito más el nivel de desvergüenza? Lo peor es que al final, con tanto engaño se llegan a desdibujar los límites entre la verdad, siempre una, y las mentiras, a porrillo. Y lo que podría ser un caudal de puntos de vista diversos, deviene en la inmensa pobreza de agarrarse al enfoque más adecuado para la simple subsistencia, que es casi como aspirar a una eterna permanencia.

Que sí, que sí, que no les engaño si les digo que me encantaría creer que la Justicia es igual para todos; que quien comete un error, vamos a dejarlo en esto, responderá por él; o que quien está preparado tiene su oportunidad por delante de tanto inútil enchufado... Sería muy feliz de poder confiar en que las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres -no estaría mal empezar por igualar el salario por un mismo empleo-; o en que algún día dejaremos de tirar, metafóricamente hablando, a la basura lo que a otros les daría la vida... Viviría mucho más ilusionada si me fiara de quienes dicen trabajar por mejorar nuestra vida, a base de acabar con la violencia, con el paro, con la delincuencia de guante blanco... Y no sé por qué me parece o que son muy cínicos, o que no se enteran, o que lo han entendido todo del revés y no se han dado ni cuenta. No es muy decente ni adecuado hablar de bonanzas a cientos, con tan escandalosos niveles de pobreza y miserias a miles; pero es totalmente cierto que me encantaría que tanta mentira se convirtiera en verdad verdadera, aunque sólo fuera para recuperar la confianza perdida, algo que a veces me parece casi imposible.