|
|||||
TAMBORES DE GUERRA |
|||||
El odio nació de la mano del hombre, cainita desde la cuna, y si se dirige contra los tuyos, cómo evitarlo ante los extraños. Pero nadie nos preguntó si queremos ser guerreros en esta vida, que es mero tránsito entre la nada del origen y la nada del destino. Preferibles el cayado, la pluma, el pincel, la batuta o un simple bastón, que los artefactos de destrucción. Mucho mejor construir que destruir, y si hacemos esto último que sea como simple premisa para lo primero. Porque el odio genera miedo, y éste se convierte en un fardo demasiado pesado para caminar a buen ritmo. La vida es más cómoda y fácil cuando se respira entendimiento, solidaridad, benevolencia..., pero vivimos unos tiempos tan malos para la paz como para la lírica. No parece que nos sintamos especie, engalgados como estamos en singularidades y diferenciaciones, y cualquier motivo nos parece válido para pelear. En lugar de dejar que la muerte campe a sus anchas en este mundo, deberíamos acercar posturas enfrentadas y ponernos de acuerdo aunque sólo fuera en salvarlo de nuestras tropelías, porque es el único que tenemos y nos lo estamos cargando. No sé quién mueve los hilos hasta convertirnos en guerreros contra nosotros mismos, pero intuyo que el mejor modo de permitirlo es transformarnos en islas desiertas en la inmensidad del océano, en individualidades insensibles a las necesidades de la colectividad. Como tampoco sé cómo podríamos convertir en música para la vida el cansino redoble de los tambores de guerra. |
|||||