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PROMESAS |
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Hay incumplimientos, por desgracia estamos hartos de comprobarlo, de promesas sociales; pero estas no son, ni mucho menos, las más importantes. Cuando te fallan a nivel personal, seguramente te provocan un dolor más directo y certero; es ahí donde las fronteras externas no sirven para aminorar los devastadores efectos de los desafectos. Pocas cosas hay más desconcertantes que quien está por ti, se te vuelva hostil sin que tú hayas provocado tan inexplicable aversión. Cuando los demás no están a la altura que eligieron como punto de partida, su imagen y esencia se te derrumban sin poderlo evitar; y más todavía cuando no muestran ni el respeto ni la responsabilidad para dar explicaciones. Aunque la falta de estas ya es en sí misma una respuesta; apoyada en un silencio que a veces es más cobardía que prudencia, pero respuesta al fin. Y, sin embargo, nada puedo imaginar más pusilánime que fallarse a sí mismo, que incumplir las promesas personales; con frecuencia sólo por sentirse integrado en el grupo; más o menos amplio, más o menos cercano. Es tan absurdo como traicionarte antes que no hacer lo que esperan de ti. La vida es un continuo juego de acciones, inacciones y espacios que menguan o crecen hasta hacerse gigantes. Y elegir que nuestros contornos desparezcan, sacrificándolos por la imagen común, es claudicar en vida y optar por la satisfacción de los demás antes que por el propio bienestar. Si eres un elemento neutro en una estructura social, todo irá bien; pero una vez que renuncies a tu forma de ser y a tu personalidad, !qué difícil será, cuando no imposible, recuperar lo que te pertenece, que no eres sino tú! |
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