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EL TIEMPO VUELA |
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No es ninguna tontería cuando reflexionamos acerca de una vida ancha, amén de larga; al menos como imagen magnífica para señalar la posibilidad de llenar de tal manera nuestro tiempo, que importará mucho menos su duración total. Sin embargo, en esto, como en todo, me pregunto si vamos mucho más allá de la teoría, nosotros que no dudamos en convertir las meras suposiciones en auténticos axiomas, sin titubear a la hora de discutir lo ya demostrado; que a veces parece que los humanos seamos expertos a la hora de confundir lo comprobable con la pura especulación. Cierto que cada maestrillo tiene su librillo para elaborar su percepción, para realizar las tareas, para encarar el mundo y sus vicisitudes; y que de nada sirven consejos, recomendaciones o advertencias, en tanto cada quien no vea la evidencia que todos le pueden estar señalando. En la cultura y en la tradición, aparte de lastres que se arrastran milenio a milenio hasta que su decadencia obliga a desmontarlos, se encierran los secretos más valiosos que van pasando de generación en generación para ayudarnos como especie. Aunque si quieres arroz Catalina, que ya se sabe que de los consejos nos solemos acordar ante las negativas consecuencias de no escucharlos. Así, nada tiene de raro que empleemos parte de nuestro tiempo en querer recuperar el que dejamos pasar cuando tendríamos que haberlo vivido; con lo que ello lleva implícito de doble pérdida: ni vivimos entonces, ni vivimos ahora. Pero el tiempo, inexorable, vuela, ajeno a nuestra actuación y a la parte que de él nos tocó a cada cual. Y en esto no hay, por desgracia, posibilidad ninguna de pedir tiempo muerto, así que todo cuenta. |
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