POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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BAZA, FIN DE AÑO (II)


Baza luce serena ahora que llega un invierno que avisan que será caluroso, como lo ha sido este bellísimo otoño. El sol y el buen tiempo remolonean en nuestra ciudad, sin prisas, dejando pasar las horas como si la mañana de domingo fuera eterna. En los fines de año convergen ciclos, balances, propósitos, cual visitantes anuales con los que compartes el resultado, pero no los esfuerzos continuados de un año completo día a día. Cualquier excusa es buena si se trata de detenernos un poco y ser capaces de mirarnos hacia adentro de tú a tú y sin interferencias del mundo exterior y sus habitantes. Más allá de sus mujeres y hombres, está Baza: la misma que nos vio aparecer en su realidad, y que nos verá desaparecer, sin que ello afecte a su esencia. Y el amor a un lugar no puede limitarse a ser verbalizado, sino que ha de demostrarse acto a acto, compromiso a compromiso.

Para mí, una ciudad lo es en su globalidad, integrante de cada uno de sus elementos, sin olvidar uno solo, y sin hacer distingos discriminatorios; y mucho menos si éstos están motivados por motivos políticos o electorales sin más. No debería ocurrir, o al menos a mí me parece escandaloso cuando así es, que se cuiden repetitivamente unas zonas de la localidad en detrimento de otras, cuando lo más lógico y justo es cuidar toda Baza por igual. Me parece excesivo que unos barrios sean modelados, remodelados y requeterremodelados una y otra vez, cuantas veces toca porque se acercan épocas de urnas; y otros se vayan quedando anclados en un pasado que no les corresponde, en cuanto a pavimentación e iluminación de sus calles, zonas verdes, protagonismo en el fluir diario de la ciudad, etc. Veo que a todos los políticos cuando llegan al poder se les llena la boca de buenas palabras, y que no vacilan en llamarse representantes de todos y todas, para después estar atentos sólo a unos cuantos. Y eso es simplemente ser malos políticos. Lo cual conlleva consecuencias negativas, en especial para quienes somos los representados.

Así que no voy a entender nunca que una misma calle se arregle tropecientas veces, mientras en otra se limitan una y otra vez a poner parches en los baches, los mismos que una simple lluvia vuelve a socavar con más virulencia si cabe. Me parece genial que se ocupe a parados a través de los talleres de empleo, pero no estaría de más que éstos fueran productivos y eficaces, y contaran con los medios suficientes y adecuados para ir más allá de simples lavados de cara, que además son toda una falta de respeto para sus integrantes y para quienes viven en los lugares en los que se necesitan reformas auténticas, no insultantes parcheados. Como tampoco me entra en la cabeza que algunos de nuestros barrios tengan una iluminación perceptible desde los mismos satélites; en tanto en otros tienes que ir con cuidado de no caerte entre tanta oscuridad. La justicia, o mejor dicho: la injusticia es imposible desdibujarla y negarla, cuando se expresa por los rincones en mil y un detalles.

A mí me gusta toda Baza, y me parece exigible un cuidado y mimo integrales; sin diferenciar entre arriba y abajo, izquierda o derecha, centro y extrarradio. Y sobre todo sin que me vendan como algo extraordinario lo que es sólo obligación de quien se ha comprometido a realizarlo. Porque resulta grotesco que alguien se vanaglorie de hacer lo que tiene que hacer, ¿no les parece? Espero que el año que se nos va, se lleve tras de sí las malas costumbres y hábitos; y que los propósitos de enmienda sean auténticos y no un simple cacareo mediático que ya no sólo aburre, sino que indigna y cabrea incluso al menos propenso a ello. ¡Feliz fin de año y que la ventura nos acompañe!