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MAÑANA DE NIEBLA, TARDE DE PASEO |
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En esos momentos de conducir concentrada, pensé que esa niebla cerrada es muy parecida a la tristeza profunda. Quien más quien menos, y más en estos tiempos de desesperanza, sabe muy bien distinguir entre los momentos tristes y una tristeza mucho más devastadora que se abraza a ti hasta convertirse en una segunda piel. Es esa pesadumbre que te cala hasta los huesos la que te hace sentir igualmente desorientada, confusa, en ocasiones perdida y sin saber encontrar una salida a la luz. Cuando no se ven las cosas con la suficiente claridad, lo que puede parecer fácil a los ojos ajenos se antoja difícil en exceso, cuando no irresoluble. Es como si una niebla te nublara la razón y te cercara y encerrara en un pozo del que no sabes cómo escapar. De poco o nada sirven las manos tendidas o los deseos de ayudarte: sólo tú puedes acabar con la oscuridad. Y de repente, sin saber cómo o por qué, el pesar y las penas se esfuman, como se levanta la niebla sin dejar rastro de su paso. Cuando el desconsuelo es la tónica, no es infrecuente enfermar de pena; pero nunca hay que dejarse llevar por el dolor ni abandonarse a su fiereza. Porque el sol está ahí, aunque la niebla no nos deje verlo, y cuando esta finalmente deja de ser, la tristeza levanta el vuelo y nos libramos de ella, que es tanto como decir que recuperamos la libertad y la capacidad de decidir sin el insoportable peso de la melancolía. Y el sol brilla de nuevo para nosotros. |
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