POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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VACACIONES Y TESOROS


             El verano se dispone a dejarnos, así que apuremos las últimas horas de una estación que generalmente se nos suele hacer corta, demasiado breve para tanto por hacer. Seguramente unas de las cosas que más nos ayuden a disfrutar del verano, cuando coincide con las vacaciones, es el hecho de que a la posibilidad de descansar y olvidar casi todo tipo de disciplinas personales, se le une un amplio abanico de actividades de ocio por realizar con sólo desearlo. Sí, hay personas que prefieren, sin imposiciones externas, tomarse su descanso en otoño, o en invierno; y actualmente hay tantas ofertas para todos y cada uno de los días del año, que no creo que se aburran. Pero para mí, nada es comparable a unas vacaciones estivales: días más largos, clima cálido para vivir intensamente las noches, mares que te ofrecen sus playas como un amante extiende sus brazos para estrecharte entre ellos, bullicio de niños y niñas siempre de fiesta por plazas y calles, cielos y lunas aún más fascinantes que de costumbre…

            Al final, cada quién renueva su ánimo como más le gusta, o como puede, pero lo renueva, que es tanto como volver a sentir ganas de seguir haciendo lo que ya cansaba. Y ese retomar lo interrumpido por vacaciones, no tiene por qué ser volver a una rutina que nos aburra soberanamente. Cada acción tiene, con independencia del juicio de los demás, el valor que nosotros le otorguemos, y no hay autoestima que se resienta cuando de verdad nos queremos a nosotros mismos. Puede que lo que para cada uno y una sea pura riqueza, para los demás sea nada. ¿Se acuerdan de Tom Sawyer, cuando gracias a su ingenio y picardía llevaba a cabo el encargo de la tía Polly de pintar la valla, holgazaneando y cobrando a los chicos y chicas del barrio en especie? Pocos tesoros más celebrados y envidiados a los ojos de niños y niñas que el que logró Tom: una cometa, unos renacuajos, un vidrio azul de botella, un soldadito de plomo… ¡hasta una rata muerta y un gatito tuerto! No es muy distinta la vida: un atesoramiento de vivencias, de pequeños momentos que, pese a poder estar repetidos, fueron y son especiales y únicos; al menos para nosotros.

           Precisamente, cuando algo gusta, repetir no cansa. Ahí puede estar la clave para no caer en el tedio y la monotonía; porque si ellos nos atrapan, poco va a importar el clima que haga o el mes en que estemos. Todo es vida hasta morirnos, y, con independencia de los ciclos del tiempo, es para vivirla. Apasionada, intensa, incansablemente; sin pausas ni prisas, siendo muy conscientes de que estamos vivos y de que un día dejaremos de estarlo. No hay mucho más; y si así es, no se puede desperdiciar el tiempo porque sólo nos restaremos vida. A fin de cuentas, ¿quién no ha guardado entre sus bienes más preciados una moneda fuera de curso, una caracola, arena, piedras y cristales de colores, una ramita de árbol, flores secas…, y no se ha sentido la persona más feliz al dedicarles unos minutos? Mejor ir conformando nuestros tesoros personales con lo que más nos guste, sin tener en cuenta lo que piense el resto de la humanidad y sin que importe si estamos o no de vacaciones. ¡Feliz otoño!