POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE TEMPORAL


Estamos de temporal, y no sólo por la ciclogénesis explosiva, que viene a ser, según nos explican los expertos, una bomba meteorológica, sino por la actualidad que no deja de sorprendernos día a día, aumentando la fractura entre ciudadanía y clase política. Al ver las imágenes en televisión de los efectos de la borrasca, me llama la atención lo poco que dura un paraguas bajo el azote de la lluvia y el viento, y pienso que es toda una alegoría de la insignificancia humana ante la fuerza y el poderío de la naturaleza. Nosotros, que hemos conseguido llegar hasta la luna, no por ello dejamos de ser conscientes de nuestra debilidad, pero tenemos el coraje para no rendirnos y tratar de superarnos como especie. Somos valientes y nos crecemos ante la adversidad, de ello no hay ninguna duda, pero nos descorazona sentir que se nos toma el pelo, que no se nos respeta en medio de un tiempo tan convulso social y económicamente. Nuestro sistema político hace ya años que descansa en un bipartidismo en el que los dos partidos con acceso al poder se van alternando en función del desgaste que provoca alternativamente en ellos el gobernar. Hasta ahí nada nuevo o diferente con respecto a los países de nuestro entorno; lo malo surge cuando ambos grupos se encuentran inmersos en unas guerras internas que no hay modo de esconder, por mucho que sus integrantes lo pretendan.

Si a ello le unimos la indignación que produce comprobar que aquí impera la ley del embudo, exigiendo una austeridad ciudadana digna del carácter más espartano, mientras la corrupción despliega sus alas y campa a sus anchas en el ámbito de los partidos políticos, sin distinción en cuanto a siglas o ideologías, de un modo no ya generalizado, sino organizado y persistente a través de décadas, la verdad es que se queda una sin palabras y hablar de desaliento es muy poco. Es muy difícil acatar las exigencias de sacrificio mientras no cesan de destaparse escándalos financieros que poco a poco minan la escasa confianza que aún pueda quedar hacia los políticos. Se nos obliga a unos recortes en cosas tan básicas e imprescindibles como la sanidad o la educación, porque no hay dinero, y resulta que éste descansa, en cantidades ingentes y casi incomprensibles para nuestra mentalidad, en paraísos fiscales. Que quieran cerrar las urgencias en el ámbito rural, por poner unos ejemplos, para ahorrarse lo que malgastan en inútiles campañas publicitarias para seguir engañándonos; o que obliguen a pagar dos veces una seguridad social con la práctica, inconstitucional, de un euro por receta; o que no tengan reparos en desahuciar a pobres gentes que sólo son víctimas de una crisis que no han provocado; o que indulten a kamikaces asesinos mientras nieguen el perdón a madres de familia que delinquen para darles de comer a sus hijos o a excamellos ya rehabilitados…, qué quieren que les diga, entristece e indigna como esta pandilla de representantes del pueblo nunca llegarán ni a imaginar.

Nos merecemos mucho más y mejor, de eso estoy segura, y saldremos adelante a pesar de tanto sinvergüenza. Sólo espero que para entonces no perdamos nunca la memoria de lo que está ocurriendo en estos duros tiempos de borrasca y aguacero. Dejemos de abrir el ridículo paraguas que no nos evitará mojarnos y resistamos la lluvia de cara, pero cuando capee el temporal y vuelva a brillar el sol, no olvidemos nunca que se nos dejó completamente solos en la tormenta, mientras los que tendrían que habernos ayudado se refugiaban en sus guerras particulares de espaldas al ciudadano y envueltos en mentiras.