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LA VIDA VA |
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Somos física y química, sin olvidarnos del espíritu, llamémosle como le llamemos, que eso viene determinado sobre todo por las creencias de cada quién. Y cada uno de nosotros sabe perfectamente que no es un simple organismo, que hay un mundo muchísimo más complejo que el juego de los estímulos y las correspondientes respuestas, por más que reconozcamos la importancia de éste. La energía que subyace bajo el universo conductual tiene una carga que, en función de que sea positiva o negativa, establecerá conexiones o rupturas, por encima de deseos y voluntad. Si somos capaces de entenderlo y aplicárnoslo, eso que llevaremos de ventaja. Porque ser conscientes de que las fuerzas que nos mantienen vivos son las mismas que nos dirigen en uno u otro sentido no es cuestión baladí. Si además aprendemos, cuanto antes mejor, a reconocer que la apariencia no ha de coincidir necesariamente con la realidad, con excesiva frecuencia oculta bajo más máscaras que en un baile de disfraces, estaremos mejor preparados para desenvolvernos en las relaciones sociales, tan complejas; las mismas que pueden aportarnos felicidad o ser un lastre más en esto de vivir. Sea como fuere, y seamos o no capaces de entender a los demás amén de entendernos, la vida no se detiene para que nos acomodemos a sus designios. La vida va y más nos vale acompasarnos a su ritmo que quedarnos atrás, perdidos y desorientados. Porque ella no se para, como tampoco debiéramos nosotros esperar nada ni a nadie si ello implica quedarnos atrás. Mejor será que nos ejercitemos en aquello que, saliendo de nosotros, provoca que nos llegue algo que nos ayuda a seguir, y evitar con todos nuestros esfuerzos lo que al volver nos hará daño. Es un encaje de fuerzas recíprocas que exige no sólo nuestra participación, sino que nos impone que colaboremos en esta dinámica bilateral. No es tan difícil, pues después de todo, con vivir nos basta. |
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