POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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UN POQUITO DE CORDURA


La lluvia es un regalo del cielo y si no fuera porque al caer de día nos roba el sol, sería perfecta. O casi, porque todo gusta en su justa medida y hablar de gota fría es manejar palabras mayores. Andan las aguas revueltas, tanto en los cielos como en la tierra. Aún peor: bajan dispersas, lo que con frecuencia multiplica sus efectos adversos. No hay que ser sabio para conocer que nada puede frenar la fuerza de una corriente, de agua, ciudadana, independentista, o del tipo que sea. Del mismo modo que a nadie se le ocurre tratar de contrarrestar el avance feroz de una tromba o de un tsunami, parece poco inteligente querer acabar con la expresión del descontento de la gente a base de imputarla por delitos contra el Estado, o anhelar que alguien no se vaya al tiempo que se le demuestra rechazo por estar. La cordura nos ampare, pues hace tiempo que no veía algo tan peregrino.

También me parece bastante absurdo el desencuentro entre nuestros representantes políticos en el tema del regreso del tren a Baza. Es lo que tiene estar supeditado a consignas de partido y que los colores de éste no coincidan en los diferentes niveles de poder territorial. Sin unión cualquier demanda se diluye, con lo cual el distanciamiento de los políticos bastetanos en tema tan delicado incrementa su dificultad para transformarse en realidad. Es una pena para los ciudadanos que sus representantes no estén a la altura, aparte de no merecérselo. Menos mal que el Ministerio de Fomento ha rectificado ignorando tal desunión, pero por si sirviera de algo pediría desde aquí que sean más responsables ante nuevas ocasiones.

Como verdadero sin sentido tacharía asimismo la reivindicación de un Gibraltar español en estos momentos. Por más que he afinado el oído cada vez que millones de personas se han echado a la calle gritando su cabreo por la mala gestión de este Gobierno, el que equipara las manifestaciones populares del 25-S con el intento golpista del 23-F, no he escuchado ese “Gibraltar español” tan manido y recurrente en tiempos preconstitucionales. Cada día que pasa entiendo mejor la ruptura entre la ciudadanía y la clase política, y crece mi preocupación al sentir que ésta se muestra invariablemente incapaz de resolver los problemas; y no precisamente los de sus respectivos grupos, sino los de España.

En medio de tanta incoherencia, el punto de humor lo pone la irracional masiva atracción ejercida por el Ecce homo de Borja, tras la restauración intentada por una anciana con buenas intenciones y resultados grotescos, tanto como ridícula me parece la oleada de visitantes para inmortalizarse ante semejante adefesio. No sé si la sinrazón se contagia, pero nuestro país está atravesando una racha de insensatez que asusta, con el agravante de que quienes más muestras dan de ella son para nuestra desgracia los que están ahí con el objetivo de controlar y dar respuestas adecuadas para acabar de una vez por todas con estos malos tiempos para la esperanza. ¡No vayamos a terminar teniendo que peregrinar a Borja para suplicarle a su celebérrimo Ecce homo un poquito de cordura!