POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE CUCOS EN NIDO AJENO


La estadística es una ciencia que estudia la vida a partir de la recogida y el análisis de unos datos que son el soporte que posibilita su interpretación. De poco podríamos hablar si no contáramos con una realidad cuantificada que apoye nuestras palabras, pero los números esconden la mayoría de las veces la misma esencia de las cosas, aunque nos hablen de ella. Gracias a los estudios estadísticos sabemos que, por mor de la crisis, en España los niños son los más pobres, superando a los mayores de 65 años, hasta hoy los más afectados. Me provoca un extraño desconcierto que los niños españoles sean los más pobres de Europa, sólo por detrás de rumanos y búlgaros, y que al mismo tiempo se nos diga que España va bien. Porque tengo la certeza de que algo va muy mal cuando nuestros niños y nuestros ancianos son quienes más padecen las dificultades creadas en y por esta sociedad.

Se me hace difícil entender que no hace tantos años los datos dibujaran un país fuerte que empezaba a codearse con Francia y Alemania, entonces mucho más potentes, y que hoy se pase hambre en proporciones alarmantes y, sobretodo, escandalosas. Y si los mayores pasan hambre, generalmente están solos; pero cuando hablamos de la infancia lo estamos haciendo de las familias al mismo tiempo. Si los niños y las niñas tienen hambre es porque en sus casas no hay qué comer, porque de haberlo, para ellos sería en primer lugar. E interpretar esto cuando a la vez se nos bombardea con mareantes cifras de millones y billones de euros, es seriamente complicado. Porque para colmo el dinero no es para ayudar a los más desfavorecidos, teniendo éstos, además, que soportar el mayor peso de unos esfuerzos que no se transforman en alivio, ni mucho menos.

Esta dinámica de recortes es especialmente sangrante cuando traspasa lo puramente económico y alcanza a los derechos ciudadanos, tan arduamente logrados en una conquista de siglos que se ignora de la noche a la mañana y día tras día. Que además se pase hambre, es algo que escapa a toda lógica. Y ante esto, me importa muy poco quién está o deja de estar en el poder, cuando la situación es igualmente terrible e insostenible en países de todo tipo de ideología política. Me parece que, ante el nuevo curso de la historia que escribe a diario la larga crisis, hay que cambiar los lenguajes y las perspectivas. Llega un momento en que ya no nos vale lo que antes nos servía, y ello obliga a transformaciones que superen el estancamiento de lamentarse sin más.

Cuando pienso en la situación por la que atravesamos no puedo evitar la imagen de una cría de cuco en nido ajeno, gigante en comparación con su falsa madre, con ésta dejándose la vida para alimentar a semejante vástago, en cuya insaciable boca se pierde tratando impotente de saciar su hambre. La cría sería el mercado, la banca; y la debilitada madre que ya no vive sino esclavizada, el Estado. Lo triste es que no estamos hablando de Etología ni de aves parásitas de bello canto, sino de nuestra sociedad y su realidad actual, esa que tan fríamente queda atrapada entre los datos que manejan los estadísticos. Llega el momento en que tales datos son una alarma que avisa de que cuando el fuego está tan cerca y no somos capaces de extinguirlo, no queda otra que escapar. Que lo logremos o no está por ver, pero no más mentiras, por favor.