POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PASEAR POR LA SIERRA DE BAZA


El año avanza inexorablemente y la primavera empieza a expresarse antes de que el invierno acabe, a caballo entre el frío y las primeras germinaciones. La luz del día se estira en un invisible resorte que despereza las horas en tanto se funden con las sombras de la noche. Aunque aún tengamos que recurrir a ropa de abrigo, salir al campo es todo un disfrute en este tiempo de cambio de estación. Los árboles ofrecen al florecer su belleza a una tierra que abandona sin titubeos los ocres por un manto verde sobre el que se dibujan amarillos, blancos, rojos, malvas y muchos otros colores, como si de espuma multicolor de un mar vegetal se tratara.

Las aves no entienden de calendarios y a su ciclo anual ya llegó el amor, aunque les sobresalte algún que otro día tan frío como para helar su canto enamorado. Sólo por escucharlas ya merece la pena salir al encuentro de la naturaleza, explosivamente hermosa en plena transformación. Subir a la Sierra de Baza, siempre pero muy especialmente ahora, es adentrarse en un espacio de contrastes en el que el silencio se adorna con múltiples sonidos cambiantes, y perderse por caminos que nos regalan espectaculares vistas e imponentes y muy variados paisajes. En una ruta de entre las muchas que podemos elegir, si accedemos por la A-92, mientras subimos hasta el centro de visitantes de Narváez seguro que tendremos la oportunidad de ver alguna ardilla descarada escabulléndose, al vernos, desde la tierra hasta el más denso follaje del primer árbol que encuentre a tiro.

Desde el centro de visitantes y aula de la naturaleza, que no deberíamos dejar de recorrer si aún no lo hemos hecho, podemos subir sin prisas al Mirador de Narváez y admirar sus privilegiadas panorámicas antes de seguir hasta zonas más elevadas. La siguiente parada será la Canaleja Alta, tan umbría que se perfila como lugar ideal para contrarrestar los calores veraniegos. Y el agua, discreta pero siempre presente, con su murmullo compitiendo con el soplo del viento, más intenso conforme ascendemos. Desde allí ya no pararemos hasta alcanzar los Prados del Rey, sorteando los tramos nevados del sendero o deteniéndonos en ellos para sacar a jugar a los críos que llevamos dentro, ya sea a base de lanzarnos en la nieve como quien lo hace en la cálida arena de una playa, ya sea en una guerra con bolas de nieve que llenarán la escena de risas aseguradas.

Una vez lleguemos al valle nos sorprenderá el contraste entre la pradera alpina y la altura de los calares, el de Santa Bárbara a la cabeza. Y podremos también admirar un extraordinario ejemplo de arquitectura serrana industrial si nos acercamos hasta el Pozo de la Nieve, usado ya al parecer por romanos y árabes. Entre trinos y el viento haciendo que cada pinar de alta montaña tenga su propio sonido, pasear  por la Sierra de Baza es relajante y placentero. Una mezcla y combinación de estímulos que no decepcionarán nuestra curiosidad a la hora de encontrar nuevos detalles cada vez que visitemos este Parque Natural tan asequible, a muy pocos kilómetros de la ciudad. Hacerlo, además, cuando apenas si nos quedan unos días para recibir oficialmente a la primavera, es simplemente maravilloso, no ya sólo para los sentidos, sino también para el espíritu.