POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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USAR Y TIRAR


Hay conceptos que cuando estás en la infancia no conoces bien del todo, seguramente porque no tienes la suficiente madurez intelectual, en pleno desarrollo cognitivo, como para aprehender, amén de aprender, su significado en toda su extensión. Aunque tanto en tu casa como en la escuela se afanan en transmitírtelos, no será hasta mucho después, con el paso de los años, en que la vida te los enseñe a golpe de experiencias.

Entre este conjunto de ideas que nos ayudan a entender la realidad vital están las de altruismo, generosidad, solidaridad y todos los conceptos relacionados. Tiramos de definición y altruismo es sacrificarse personalmente en beneficio de los demás; generosidad, ayudar al otro sin esperar nada a cambio; y solidaridad, acogerse a las causas ajenas como si fueran propias.

Es evidente que a los críos y crías no les puedes explicar estos términos fácilmente, aunque tratamos de inculcarles los valores que subyacen en ellos. ¿Quién no les ha dicho alguna vez que repartan los caramelos, por ejemplo, con otros niños; y quién no recuerda lo mal que nos sentaba que nuestros padres nos pidieran eso? Porque esas conductas son contrarias al más elemental egoísmo, y los seres humanos somos egoístas por naturaleza; es más, el mismo egoísmo es puro instinto de supervivencia.

Así que delante de los padres vamos aprendiendo a repartir con los otros, y en la escuela y en la calle nos peleamos muchísimas veces por negarnos en redondo a semejante reparto absurdo a todas luces, por mucho que ellos nos premien con un beso por cada cosa que somos capaces de compartir con más o menos ganas. Y llega un momento, en algún recodo de la vida, en que de pronto descubrimos el placer de dar y con asombro constatamos que incluso puede ser más satisfactorio que recibir.

Pero ay, como en todas las cosas también llega el día en que ves que en las conductas de entrega hay personas que se sacrifican y otras que siempre buscan el provecho del altruismo de los demás. Y desde ese mismo momento comprendes lo que significa aprovecharse de la gente que supo salir de sí para incorporar a su universo mental el concepto de “el otro”. La cultura popular habla de esto de muchas y diferentes maneras, por ejemplo cuando dicen eso de que “unos nacen con estrella y otros estrellados”.

Es cierto, siempre hay quienes trabajan y quienes viven del cuento; los que idean y los que gustan del parasitismo; aquellos que se esfuerzan en silencio y aquellos que se vanaglorian a voces del resultado del esfuerzo ajeno. Tampoco tiene nada de raro, cada quien tiene capacidad para algo y es incapaz de otras cosas. Lo malo llega cuando interviene otro concepto difícil de llegar a entender en la infancia, el abuso. Ese aprovecharse del otro pensando que es tonto y siendo demasiado listo.

Es a lo que yo llamo “usar y tirar”. Sacar provecho de algo o de alguna persona. Usar en exceso de alguien, en base a la confianza o a la autoridad o a la fuerza, etc. Son esas cosas que no te enseñan de pequeño y que por desgracia conforman lo que vas aprendiendo sin querer aprender, pero que cuanto antes lo hagas antes podrás evitarlas. Lo peor es que hay gente que, por decisión propia, nunca será capaz de incorporarlas a su bagaje personal, lo cual es muy respetable; aunque ello es lo que propicia que algunos puedan seguir viviendo al amparo del trabajo de quienes aprendieron finalmente a repartir los caramelos incluso aunque no estuvieran papá y mamá delante.