POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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TORMENTA Y EQUILIBRIO


Voy caminando a solas por la Alameda, nuestro remanso de paz, y de pronto se levanta un leve remolino de tierra sobre el suelo sin causa aparente, lo que me lleva a recordar algunas lecciones de física…Cuando se unen dos masas de aire de distinta temperatura se desencadena una tormenta, sea de viento, de lluvia, de nieve, de granizo, eléctrica…El choque de fuerzas opuestas se traduce en fenómenos atmosféricos que si alcanzan la tensión adecuada logran romper el aire, lo que ocasiona un rayo, que lleva aparejados el inofensivo trueno y el peligroso relámpago, que no es otra cosa que una explosión de luz por una chispa eléctrica. Fascinante. Lo que no impide que en cuanto llega la tormenta te entre un temor irracional, supongo que ancestral, seguramente fijado en los genes a golpe de siglos como puro instinto de supervivencia.

Las fuerzas opuestas ejercen sus efectos en los cuerpos en función de su intensidad y dirección, desde el movimiento al equilibrio. Resulta que éste es el reposo aparente, frente al absoluto, que sería el carente de efecto de fuerzas. Y como, al menos en la Tierra, existe la fuerza de gravedad, hemos de convenir que el reposo absoluto no existe, sólo el aparente, llamado así porque evidencia una lucha de fuerzas idénticas. Igualmente fascinante. ¿No les parece que la física es inspiradora? Es como si lo material encendiera la mecha de lo espiritual.

Tormenta y equilibrio. Dos conceptos apasionantes y en los que subyacen un choque o empuje de fuerzas opuestas. Podrían servirnos para dibujar entre ambos, como extremos equidistantes, el estado emocional personal. Éste sería como una línea, sin solución de continuidad, es decir, sin ruptura ni interrupciones, en la que descansarían todos nuestros momentos y estados. Eso explica bastante que la vida sea una lucha, porque a cada fuerza le nace otra opuesta, y como ambas se atraen mutuamente, no es raro que cada momento vital tenga ímpetu y sea cualquier cosa excepto reposo, que encima hasta los equilibrios son mera apariencia.

Mira que es complejo vivir. Y, sin embargo, qué sencillas y simples son las verdades que mueven la existencia nuestra de cada día. Repetimos sin apenas darnos cuenta algunas premisas que la humanidad ha ido moldeando a través de los tiempos, y a veces no sabemos su auténtico significado hasta que de repente, como si de un resplandor se tratara, un abismo se abre a nuestros pies al comprenderlo. La verdad es un vértigo que a veces incluso nos puede marear. Hay que tener la valentía de no apartar la vista y mirarla de frente. Porque aunque los relámpagos son peligrosos, encierran en sí mismos la posibilidad de ver en medio de la oscuridad más profunda.  

Así que una vez pasado el remolino de tierra sigo, ensimismada en mis pensamientos, caminando por una Alameda en pleno proceso de transformación. Sé, porque conozco el proyecto de obras en el parque, que no va a sufrir cambios que le perjudiquen. Al contrario, se van a potenciar sus elementos más bellos, la arboleda incluida, por supuesto, porque no habría Alameda sin sus árboles, y se van a mejorar los aspectos que estaban necesitando de un cambio. No tengo ningún temor sobre los resultados de esta actuación.  Por eso sigo mi paseo pisando la imaginaria línea que oscila entre la más fiera de las tormentas y el siempre sosegado equilibrio. Cuando los pasos se mueven en estas coordenadas, aprendes que hay que relativizar, porque lo absoluto no existe.