POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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BICHOS RAROS


¿Somos los humanos unos bichos raros? Vamos a ver algunos de nuestros conceptos: elecciones primarias, efectos secundarios, el sector terciario, el periodo cuaternario, meter la quinta, ver la sexta, el séptimo cielo, una octava, rezar la novena, una décima de fiebre…y así hasta el infinito. Entre el todo y la nada cabe una vida, ni más ni menos. No sé si raros, pero que no hay quién nos entienda…

Si hace frío, qué cuando llega el verano. Si suben los termómetros, que ojala nevara. Cuando te despiertas con ánimo te topas con el desánimo ajeno, pero si estás de bajón todos parecen estar de fiesta. Se hacen ímprobos esfuerzos por salvar alguna vida suelta y se masacra a cientos sin pestañear. Se crean sutiles versos llenos de delicadeza y se firman sentencias de muerte como el que hace la lista de la compra.

Nos tomamos la molestia de reciclar basuras y la deforestación acaba con faunas, floras y culturas tribales sin que nadie haga demasiado por impedirlo. Algunos pasan meses enamorando a la mujer de su vida y en un plis plas le ocasionan la muerte antes que verla elegir su propio camino. Se tienen hijos a los que no se educa pero se tunean los coches con mimo, dedicándoles más tiempo que al invertido en cultivarse como personas.

En la infancia inventamos amigos invisibles, hablamos con ángeles de la guarda, cambiamos de vestimenta mil veces a nuestros muñecos recortables, nos despertamos llorando en medio de la noche por haber tenido pesadillas con monstruos. De mayores, la amistad nos pasa desapercibida, nos hace felices que nos regalen un llamador de ángeles, no desaprovechamos la oportunidad de quedarnos el fin de semana en casa sin tener que arreglarnos ni titubeamos al asustar a los niños con que viene el coco. Raros, raros, no sé, pero al menos raritos…

Aprendemos las buenas formas de relacionarnos y a la hora de compartir el tiempo libre con los conocidos nos metemos en antros en los que suena algo a lo que llamamos música, con tan ensordecedor volumen que no podemos ni conversar. Después de siglos del arte del zurcido vamos con los vaqueros hechos unos zorros, deshilachados y rotos, simplemente porque están de moda. O pasamos del pudor adolescente más cerrado a llevar los pantalones por las rodillas enseñando bragas y calzoncillos porque se lleva, cuando no luciendo con orgullo traseras huchas para escándalo de los abuelos al sol.

Para qué seguir. Aunque al fin y a la postre sólo a unos pocos se les endosa la etiqueta de bichos raros, y dejando aparte que unos son mucho más bichos y raros que otros, convendrán conmigo en que algo raritos sí que somos…