POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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HUMANAMENTE CORRECTOS

Cuando se estudia el Renacimiento se describe el pensamiento imperante de la época como alejado de cualquier metafísica para centrarse en la realidad y la conducta humanas. Dejó de importar la religión y el más allá para atender todo lo relativo a lo humano. El Hombre (ambos géneros incluidos) versus Dios. Nicolás Maquiavelo, político del Renacimiento hasta que se vio obligado a retirarse y se consagró a la literatura, escribió, entre otras obras, una que para todo aquel que se dedique a la Política debiera estar cerca: “El Príncipe”.

Aunque finalmente el término “maquiavélico” se equiparó con un intencionadamente deformado concepto de cinismo espiritual, lo cierto es que el autor florentino hablaba de Política, no de  Moralidad. Cuando explicaba su famosa teoría de que el fin justifica los medios, ambos, fines y medios, eran políticos, nunca espirituales. Pero Maquiavelo y “El Príncipe” sólo me sirven para referirme a su concepto de lo políticamente correcto –más allá de la fe, la caridad, la religión- en función del fin perseguido, para  en un juego de palabras introducir el término de lo “humanamente correcto”.

Me encanta toda la filosofía renacentista, cuya obra ha perdurado como una de las más importantes en el Arte de todos los tiempos, porque también me atrae muchísimo más lo humano que lo divino, para qué nos vamos a engañar. Y aunque me encanta la Política, no concibo una corrección política que no sea a la vez “humanamente correcta”. Ser humano es ser bueno. Bondad entendida más allá de los preceptos religiosos y de cualquier mandamiento. Cuando uno es malo no importa el pecado cometido, si es mortal o venial o capital o de la Santa Madre Iglesia. Importa cómo se sienta uno o una después de haberlo sido.

Se puede ser el mejor de los políticos y tener un futuro muy espectacular ante sí, pero siendo humanamente incorrecto, no se es nadie. Los políticos, antes que nada son personas, La política pasa, es tan efímera como la espuma de una cerveza o las burbujas del cava. Pero la humanidad, la bondad o su ausencia, permanece. Cuando una persona buena se va, nadie recuerda a qué se dedicaba, sino el bien que hizo.

Muchas veces, los políticos hacen lo que otros políticos vendrán y desharán. Suele ser así con independencia de ideologías o partidos. La coyuntura manda. Lo que hoy es primordial, mañana sobra. Y al contrario. Pero lo que nunca cambia es que la gente quiere políticos que aunque tengan que barajar y trabajar conjugando lo políticamente correcto –algo absolutamente necesario a pesar de que ello implique medios que puedan desaprobar quienes desconocen los fines-, no por ello va a aceptar que en esa necesidad se olviden de que lo más importante es ser humanamente correctos.