POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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NO SOMOS GATOS

¿Quién no ha cantado en su infancia lo de “estaba el señor don gato sentadito en su tejado, marramiau, miau, miau…”aprendiendo el dicho de que siete vidas tiene un gato? Ah, pero después hemos crecido y hemos comprobado que tantas como siete vidas no tienen los gatos, aunque como felinos son un prodigio de supervivencia. Lo que sin embargo no hemos tenido que aprender es que no somos gatos, y que por ello carecemos de esa flexibilidad y capacidad de adaptarnos a las caídas sin apenas sufrir sus consecuencias.

Así que todos sabemos a estas alturas que sólo se vive una vez y que la vida es muy corta, que el tiempo vuela y que lo que dejas para mañana tal vez nunca podrás realizarlo, o de hacerlo ya nunca será igual que si lo hubieras vivido en su momento. Si a ello le añades los caminos que dejaste de andar cuando decidiste optar por otros y lo que no pudiste hacer porque no dependía sólo de ti, puedes comprender que la vida no sólo es corta sino que además se va conformando a su manera más que a la tuya, y con frecuencia puede ser una fuente de insatisfacción más que de placer.

Entre el hedonismo y el abrazar la doctrina del eremita hay un punto medio, ciertamente. Ya se sabe que la equidistancia se equipara a equilibrio, pero me pregunto qué modo es ese de vivir los sentimientos de punto medio en punto medio. Las pasiones, las vehemencias, el vivir sacándole todo el jugo a la vida no sé si caben en esos puntos medios. Como ignoro si el equilibrio es sólo posible en la tibieza. Sé de grandes vividores con una infinita lucidez y de ermitaños que acabaron sus días más colgados que las cabras que triscaban por las montañas en que ellos habitaban huyendo del mundo y del pecado.

Cuando uno tiene por delante menos vida que la que ya lleva vivida, tiene prisa. No se trata de estar acelerado, porque a uno le puede encantar correr sin perder el control. Se trata más bien de no tener ganas de perder el tiempo en nimiedades. Ya fuimos adolescentes, ya jugamos a las cerillas, ya fuimos aprendiendo a vivir dejando pasar las más bellas oportunidades. Ahora que ya sabemos, hay que comerse y beberse la vida. Me niego a seguir jugando a las casicas, a perder horas debatiendo sobre los grandes temas, a quedarme con gente que parece adoptar la filosofía del quiero pero no puedo, o del podría pero no quiero, o del no sé porque ni me lo planteo. Porque mientras, la vida se nos escapa entre los dedos como si fuera agua, y nos quedamos sedientos de ella.

Sentimientos. Personas y sentimientos. No hay tiempo para ponerle nombre a todas las cosas. Hay valentía o temor. Compromiso o frivolidad. Sinceridad o medias verdades. Está la opción de vivir si quieres, o de no vivir porque no te dejan. Porque si eres tú quien decide, siempre tienes el control, por mucho que corras. Que hay que llegar pronto si tienes ganas de disfrutar de ese tiempo que no perdiste en tonterías. Y es que cuando eres apenas un niño o una niña tienes todo el tiempo del mundo, no para perderlo, sino para aprender, pero una vez que sabes, ¿cómo vas a estar volviendo a aprender lo ya sabido? No somos gatos ni tenemos siete vidas, tan sólo una que cada nuevo día es un día más corta, así que mejor agarrarse bien a sus crines y galopar con toda la libertad que ella misma nos permita.