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LIBERTAD SIN SOMBRAS |
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Me cuesta creer la polémica suscitada sobre la asignatura Educación para la Ciudadanía desde el mismo momento en que se esbozó su existencia. Por más que soy consciente de que hay intereses de partidos ante los que una vez más se cae en el error de anteponerlos al interés general, me es muy difícil de comprender que dos palabras tan maravillosas como “educación” y “ciudadanía” puedan haber generado rechazo de cualquier tipo en cualquier ambiente. Tenemos una juventud preparada, con unas posibilidades que hace pocos años eran inexistentes, que vive en un mundo con unos niveles de progreso innegables, en un país que ha demostrado tener un coraje y una gran inteligencia, dejando a un lado rencores históricamente aún no muy lejanos para dar paso a una actitud de reconciliación y superación tales como para quitarse el sombrero. Vivimos tiempos de una calidad evidente, en los que las desigualdades de todo tipo tienden a desaparecer, en los que el acceso a la cultura y a las cotas de bienestar no depende de los niveles socioeconómicos. O cada vez depende menos de ellos. Y sin embargo, a nadie escapa el hecho de que vivimos una época ayuna de valores. Prácticamente todos coincidimos en la necesidad de transmitir ya desde la escuela una formación en la que el respeto sea un concepto aglutinante en el que montar toda un conjunto de normas de convivencia que facilite la vida en sociedad. Porque somos sociales, pero también animales. No es difícil de convenir que la relajación progresiva de las conductas sociales ha llevado aparejado el surgimiento de conflictos y problemas que hace décadas no existían, o no en tan gran proporción, háblese de la violencia y de la inseguridad mismamente. Vivimos cada vez mayores cotas de libertad. Libertad de movimiento. Libertad de opinión. Libertad para elegir la opción de vida que prefieras. Y nunca hay que lamentar ser libres. Las opciones te permiten elegir, nunca te obligan. Puedes escoger vivir o no esa libertad, pero aun no siendo tu opción, existe desde el momento en que no quererla es tu voluntad, no una imposición ajena. Aunque nunca podemos olvidar algo tan repetido que puede saber a manido, mas que es totalmente cierto: la libertad de cada uno empieza donde la del otro acaba. Sin respeto no hay libertad. Nadie puede crear espacios nuevos a costa de robárselos a los demás. Es tan simple como lo de vive y deja vivir. Y sin embargo es una sencillez complicada en extremo a la hora de ponerla en práctica. La democracia que disfrutamos necesita unos ciudadanos nuevos que estén preparados para los nuevos tiempos y esquemas de convivencia. La sociedad es cada vez más abierta y plural, y exige personas tolerantes que se adapten a la interculturalidad cada vez más significativa. Sólo desde la aceptación de la diversidad y de la diferencia podremos vivir la libertad sin sombras. Valores encarnados en objetivos concretos y específicos, para ponerlos en práctica día a día, más allá de la abstracción. Respetar, tolerar, aceptar, adaptarse, todas estas palabras requieren de una educación, que evidentemente ha de empezar en el marco de la familia, pero que además puede darse en la escuela sin que surjan contradicciones ni choques entre los diferentes ámbitos. La educación para la ciudadanía no tiene nada negativo y sí mucho positivo. Si alguien se opone a ella en estos tiempos es porque no sabe exactamente la responsabilidad que está echándose a la espalda. Es inconcebible que la Iglesia esté yendo en contra de la ética pensándola contraria a la religión. Hay algunas cosas que por más que las forcemos jamás serán incompatibles. Cada quien es muy libre de tomar la postura que le plazca, pero nunca podemos imponer nuestros pensamientos a los demás. No vayamos a convertirnos en perros del hortelano, que ni comen ni dejan comer. Educar no es adoctrinar. Ciudadanía no es una ideología política de un matiz u otro. Nadie busca futuros afiliados a este o aquel partido político, al igual que al enseñar religión no esperas próximos sacerdotes y algún que otro obispo. Se trata de enseñar desde niños cómo ser libres y felices a la vez, sin esclavizar o hacer desgraciado a nadie para ello. Si esto es algo malo es que yo ya estoy muy mayor y no me entero de la película. Y la verdad, no es el caso. |
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