POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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BÁLSAMO INVERNAL

Teniendo en cuenta lo sabia que es la naturaleza, debiéramos tomar ejemplo de ella y acompasar nuestro tiempo a sus ciclos, porque nada mejor que renovarnos siguiendo el paso de las estaciones anuales. Ya se sabe que el tiempo no cabe en nuestros inventos para fragmentarlo y medirlo, pero ayuda llevar el mismo ritmo. Hallaremos más equilibrio adaptando nuestra insignificancia a las dimensiones gigantes.

Desde el solsticio de invierno al equinoccio de primavera, estamos en el inicio de un tiempo frío y austero, cuya severidad nos viene que ni pintada para la recuperación. Hemos tenido todo un otoño para soltar lastre,  desechar lo inútil que vamos cargando por inercia y vivir nuestra propia metamorfosis. Ahora toca poner a prueba nuestras nuevas formas y  esencias, que aún habrán de pasar el rodaje preceptivo hasta hacerlas y sentirlas nuestras.

En invierno hay un silencio único y atrás quedan las hojas muertas. Se acabó el momento de la sazón y el tempero. Hay que empezar a demostrarnos a nosotros mismos que somos de verdad personas nuevas, listas y capaces para volver en sí y recobrar lo que nos sigue siendo válido, preparadas para la cura. Las dolencias, las pasiones, los males, los sentimientos que nos diferencian del resto de seres vivos del mundo animal, han dejado unas huellas que en invierno podrán cicatrizar.

Si el vivir nos hubiera hecho demasiado daño, es buen momento para hibernar, caminar con el corazón anestesiado dejando que el invierno sea el mejor de los bálsamos para curar las heridas. Ya llegará la primavera con su explosión de sensaciones para despertar nuestros sentidos y, como en el cuento de la bella durmiente, besarnos en los labios y devolvernos a la vida completamente. Porque el invierno es la época del año más propicia para prepararnos y que podamos seguir viviendo sintiéndonos vivos.

Vamos a aprovechar para volver a querernos si nuestra autoestima quedó resentida por el camino. Pero que el aprecio que nos tengamos sea por la verdad de nuestra manera de ser y de sentir, no por las adulaciones y los halagos ajenos, tan mentirosos siempre. Que a la misma vez, lo que rechacemos en nosotros sea porque no nos gusta y somos capaces de reconocerlo, imprescindible para tratar de evitarlo. Y que no nos hundan las maledicencias extrañas, que buscan más acabar con nosotros que hacernos mejores.

Invierno, tiempo sereno, óptimo para sanar, de aires puros y carrasqueños, poco dado a las florituras aunque perfecto para florecer. Si después del otoño no has logrado levantarte, ahora es tu momento. Si necesitas de la hibernación, adelante, pero que sea el primer paso para dejar de dormitar y recuperar las fuerzas y el vigor necesarios para vivir viviendo. Porque para morir ya tendremos toda una eternidad. Así que vamos, ve despertando, que tu insignificante existencia se vuelva tan gigante como el tiempo. Puede que la vida no te pertenezca, pero tienes tu vida y eres el único responsable de ella. No te dejes llevar por el destino y lo ya hecho. Construye tu propia verdad. Y eso sólo lo lograrás si antes te reconstruyes a ti mismo.