POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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PROPÓSITO DE ENMIENDA

Se está acabando el año, y los rituales que desde pequeños nos han acompañado se repiten una vez más. Parece que con la entrada de uno nuevo ha de hacerse una reflexión y analizar qué tal nos hemos portado. Lo que se nos da se nos escapa de cualquier intento de cambio. Lo que damos, al conformar nuestra conducta, se convierte, pues, en el objeto del propósito de enmienda que realizamos con cada entrada de un nuevo enero.

Hay personas fáciles, y las hay mucho más complicadas. Hay gente de apariencia amable, y otra con una mucho más “abrupta”. Hay mentes simples que viven sin preocupaciones, y personalidades atormentadas que nunca conocerán el motivo de su tormento. Seres sinceros que confían en los demás, y los que están tan hechos a la mentira que ni siquiera se creen la verdad. Existen corazones generosos que cuando escuchas su latir engrandecen tu existencia, y otros tan sumamente mezquinos que no pueden sino despertar tu compasión.

Un año nuevo se aproxima y por más que seamos identidades sociales, la individualidad de cada quien se proyecta como una sombra de la que no podemos escapar, y que a cada paso nos recuerda qué solos estamos. Qué sabe nadie de nadie, y qué le importa a nadie lo de nadie. Padres, hijos, hijos y padres. Igual es la única vía de encuentro, la de la sangre; y toda ella inmersa en un complejo y delicado equilibrio de encuentros y desencuentros. A veces para ser hay que negar, y ante tal negación algo se quiebra para siempre.

Quienes nos rodean no están por la labor de detenerse un momento y acompasar los pasos. La mayoría de las veces, las vidas son líneas paralelas que nunca se encontrarán. O tal vez convergen irremediablemente, y tras un punto de encuentro empiezan a divergir. Mucho más frecuente es que quienes caminen de la mano sean los intereses y las necesidades mutuas. Hay tanto egoísmo, tanta yoidad, tanta competencia y luchas secretas por hacerse con un espacio propio, que a veces se olvida que todo un universo cobija sitio más que suficiente para todos.

Propósitos de enmienda. Inútiles proyectos de cambiar lo inexorable. Qué más da que pasemos por el convencionalismo de un cambio de año. El tiempo es un océano de inmensidad en el que los humanos pasamos totalmente desapercibidos. Casi mejor olvidar los planes de vida y dedicarnos simplemente a vivir. Y cruzar los dedos y esperar que el viento sople a favor y el destino ponga en nuestro camino gente buena y muy de verdad. Por lo demás, feliz año nuevo para todas y todos, y mucha salud.