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SANTA BÁRBARA |
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No sé si sería paseando por la Alameda días atrás que pillara yo frío entre sus jardines y sus rincones de agua, pero el caso es que este animal superior que se supone que soy ha caído en la cama ante un virus microscópico que me ha dejado en ella en este puente, entre fiebre, toses, dolores y un sueño que ni la Bella Durmiente, oye. El ser humano se jacta de ser el no va más, y la verdad es que somos de los más débiles de todo el reino animal. Pero a pretenciosos no nos gana nadie, eso es cierto. Menos mal que luego tenemos cosas positivas que compensan nuestra perpetua fatuidad. Somos vanidosos, para qué negarlo, y aunque unos mucho más que otros, es un sentimiento general. Vamos, es como si no tuviéramos abuela. Al menos antes de caer enferma tuve la oportunidad de celebrar el día de nuestra Copatrona, Santa Bárbara, que siempre me ha encantado porque viene precedido por el “¡Baza! ¿Qué?”, que ahora que se ha transformado en una mano abierta a la interculturalidad y ha perdido su antiguo poso de vanagloria de vencedores sobre vencidos, cada vez me gusta más. Todo lo que sea una conducta de respetuoso acogimiento al de fuera y al diferente, es algo que me atrae y a lo que me apunto sin dudarlo un segundo. Me gusta de la festividad de Santa Bárbara, que es celebración de puertas abiertas, en la Plaza Mayor, a la que cada año acuden más bastetanos y bastetanas. Que se saca la imagen de la Santa del Museo Arqueológico y se la lleva a la Iglesia de la Mayor, para devolverla a su lugar habitual dándole una vuelta por la plaza, llena de gente. Que después se aprovecha la ocasión para presentar los vinos del país de la temporada, dando el pistoletazo de salida para una tradición bastetana temporal que gusta a propios y extraños. Unos vinos de los que me gusta decir en broma que son tan peleones que incluso se dirían de la mafia. Risas aparte, en Baza hace tanto frío, que habilitar algunos locales en invierno para bebernos estos vinos acompañados de nuestros embutidos, es una idea genial. Cada vez hay más locales en cuya puerta se lee eso de “Vino del País”, y en ellos se escucha el ruido alegre de los mayores al calor de la lumbre, la misma en cuyas brasas se preparan unas carnes y chacinas suculentas que echarnos a la boca, entre las consabidas palomitas de maíz y una buena ensalada de tomate con arenques. Gastronomía y enología tradicional: pura cultura que de siglo en siglo se va acomodando a los nuevos tiempos. Siempre es un placer vivir un año más el día de Santa Bárbara, que invariablemente me recuerda que ya mismo tenemos aquí la navidad. Pero ese ya es otro cantar. |
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