POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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EL TIEMPO DEL ADEMÁS

     Con el castillo de fuegos artificiales y la traca final, se da por acabada oficialmente la feria, a pesar de que sigue la noche de fiesta, y más siendo sábado este año. Ha sido una buena feria, con el tiempo a favor, que eso siempre influye bastante. Ahora sólo nos queda esperar al próximo año, y quedarnos con las sensaciones de éste, que pronto serán recuerdos.

     Siempre pienso que quienes más disfrutarían de la feria, y lo mismo pienso del mercado semanal, serían nuestros abuelos, nuestros mismos padres de niños, y todos nuestros parientes anteriores a ellos. Porque ahora ya hay de todo y al alcance de todos. Apenas si tenemos oportunidad para el asombro. Pero cuando apenas había nada, cuando el blanco y el negro desplegaban su imperio para desdibujar los colores, entonces sí que tendría que ser un mundo fascinante la feria, y el mercado.

     Ya tenemos prácticamente de todo y a todas horas. Si nos gusta la música, nos colgamos el reproductor de mp3 y a disfrutar de ella, estemos donde estemos. Nos llevamos a todas partes el móvil, que no sólo sirve para comunicarnos hablando sino que suple con creces a correos. ¿Quién escribe hoy en día una carta de las de toda la vida? Aparte de las muchas aplicaciones que le sacan los más jóvenes. Tenemos comercios de todo lo imaginable y el ocio contonea sus caderas allá por donde camines.

     Cuando llega la feria y abre sus puertas para todos durante nada más y nada menos que diez días, se podría decir que es el momento de los excesos. No en el sentido de abuso, sino en el de algo que se suma a lo normal. La feria sería el tiempo del además. Ya tenemos de todo, pero ahora le añadimos un plus de demasía. Y todos estamos de feria por diez noches y diez días. Nos agotamos, pero qué felices somos. Así somos los humanos. No hay que perder tiempo buscando razones, porque somos así y así seremos hasta que dejemos este mundo.

     En el recinto ferial hay un rincón para cada cosa, y para cada uno. Ves atracciones u ofertas que jamás llamarían tu atención, como no sea para comprobar que siempre hay alguien que las demanda, y además con toda la ilusión del mundo. Seguramente lo que más te atrae a ti, ni siquiera es visto por otros muchos. Es así: la feria es como la vida. Cada uno busca lo que necesita para ser feliz. Y cada uno es feliz con aquello que a otros les puede parecer nimiedad, pero que a él le llena.

     Somos tan complicados, y a la vez tan sencillos. Tan diferentes unos a otros, y sin embargo, tan idénticos entre sí. Cuando nos aferramos a la diferencia, abrimos abismos entre nosotros. Pero si atendemos a lo que nos une, construimos puentes que nos permiten acercarnos. Aunque todo esto nos da igual. Sólo unos pocos gustan de reflexionar sobre la vida. Lo verdaderamente importante es vivirla.

     Así que a vivir la vida, que aunque nos parezca mentira es muy cortita. Disfrutemos de cada día, porque cuando se acabe, nunca más volverá. Vivamos la alegría a tope, y salgamos corriendo huyendo de la tristeza. Vistamos el tiempo de feria, aunque se acabe. Luces, música, bullicio, encuentro de amigos, inicios de amor, dormir poco, reír mucho, bailar desinhibidos. Vivamos la vida sin opción para lo malo o lo negativo. Tiempo de feria. Día de mercado. Es el preciso momento del además