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CHOVINISMO BASTETANO |
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Hay pueblos, como el francés, que tienen fama de ser muy chovinistas; es decir, muy amantes de lo suyo por encima de lo de fuera. Ya se sabe eso de “cría fama y échate a dormir”, o lo de “unos crían la fama y otros cardan la lana”. Porque los bastetanos no nos quedamos atrás: por allá que nos movamos, Baza se viene con nosotros, y que alguien se meta con ella, vamos. No soy muy de localismos, porque creo que es algo empobrecedor para el espíritu. Siempre he pensado que en la variedad está la riqueza; que cuanto más abiertos a otras cosas distintas a las nuestras, más amplitud de miras; que la mezcla, la fusión de elementos culturales variopintos, nunca es negativa, sino todo lo contrario. De hecho, las culturas más fascinantes son las que resultan de la aportación de muchos pueblos diferentes. Mas con independencia de ese rechazo a quedarse con lo local sin más, que nadie se meta con “nuestra” Baza, o le haga un feo, y no sé si eso será chovinismo o simple amor hacia lo nuestro. Nos gusta presumir de ser bastetanos, y por lejos que nos vayamos, siempre nos acompaña el orgullo de serlo. Que nadie crea que para ello hay que nacer y vivir aquí. Uno es de donde quiere ser, así de simple. Y uno quiere ser de donde siente que es, con independencia del origen o el lugar al que llegó por la causa que fuera. Llega agosto y con él las fiestas del “bastetano ausente” para agasajar al que regresa en verano a pasar unos días entre nosotros, desde los distintos lugares a los que le llevó el azar. Pero uno nunca vive la ausencia de la esencia, si acaso la distancia, que no es lo mismo. Uno nunca es bastetano ausente; todo lo más, bastetano alejado, que no lejano. Porque lo que se ama nunca deja de ir con nosotros. La distancia física sólo propicia la distancia emocional cuando los sentimientos son superfluos. Así que ahora vivimos un tiempo de intercambios: los que vivimos todo el año, salimos de Baza hacia otros lugares, y en nuestro equipaje nunca olvidamos nuestro chovinismo bastetano. Los que vuelven por vacaciones estivales, pueden por fin desplegar su sentimiento de pertenencia a un lugar del que nunca se fueron, por más lejos que estén. Y Baza en medio de todos, se pavonea orgullosa y coqueta con los aires de fiesta y jarana propios de esta época. Se sabe querida y admirada, por los que se van y por los que llegan. Baza es mucho más que una ciudad, o que un pueblo, como a algunos les gusta llamarla todavía. Baza es un sentimiento. Y siendo un sentimiento compartido, es tan profundo que a quienes lo tenemos nos parece que es único. Por eso nos duele muy adentro cuando alguien la critica injustamente o cuando no la trata con el mimo que se merece. Porque aunque Baza es de todos, a cada uno de nosotros nos parece como si sólo fuera de uno, y sentimos personalmente cualquier agravio. No sé si eso será chovinismo o amor por el lugar del que somos. Sólo sé que ya quisieran los franceses amar lo francés como nosotros amamos lo bastetano. |
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