POR LA ALAMEDA

Una sección de Lola Fernández Burgos
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DE GUIRIS E INMIGRANTES

Vaya por delante mi actitud de absoluto y total respeto hacia los extranjeros, procedan de donde procedan, tengan o no tengan, sean tal o cual, hablen como hablen y el idioma que hablen. Mas quiero llamar así a mi artículo de hoy para explicar la sorpresa que me dio alguien al hacer esta distinción.

Veamos: parece ser que por estos lares bastetanos, hay quienes distinguen entre dos grupos de extranjeros. Tiene mucho que ver con lo que hablaba yo la semana pasada acerca de lo de “tanto tienes, tanto vales”. Por un lado estarían los guiris (los que tienen);  por otro, los inmigrantes (los que no tienen).

No es exactamente que los guiris sean los extranjeros comunitarios. Porque aunque ese grupo incluye a anglosajones y belgas, por ejemplo, que sí lo son, también lo son los rumanos y esos forman parte del otro grupo, el de los inmigrantes.

¿Van captando ustedes la diferencia? Los guiris llegan aquí simplemente porque les apetece. Observan el percal y luego deciden instalarse. No es ya que se compren un terreno, o una cueva (lo cual ha encarecido ese mercado con un crecimiento exponencial). Directamente abren una inmobiliaria y se forran con la compraventa  a personas de su misma nacionalidad.

Así, proliferan inmobiliarias con nombres ingleses, capital y socios ingleses y el consabido  “English is spoken” bien a la vista. Supermercados de productos exclusivamente anglosajones. Cibers para sus nacionales, etcétera. O llegan los extranjeros belgas y rápidamente se van al ayuntamiento y se informan de los requisitos para abrir un negocio.

Son los guiris aquellos extranjeros que se compran una segunda casa en Baza, aparte de la cueva que ya poseen en Caniles, por ejemplo. Que se relacionan prácticamente en exclusiva con gente de su país. Que escuchan la radio en su idioma. Que ven la tele con parabólicas y siempre en su lengua nativa. Que por más años que lleven aquí, apenas chapurrean un nefasto español, pues esperan y logran que por donde van se les hable en su propio idioma.

Por el contrario, los inmigrantes son los que vienen a la fuerza, huyendo de una pobre economía en su país de origen, que malviven hacinados la mayoría de las veces en pisos de alquiler, raramente en propiedad. Nunca tienen, porque aparte de que trabajan en lo que nosotros no queremos, el escaso sueldo que logran es para enviarlos a sus familias que permanecen en sus países esperando esos dineros como maná, y soñando con el día de poder venirse con ellos, a estos “paraísos de bienestar”.

Son personas, como los rumanos o los lituanos, por ejemplo, que a los pocos meses de estar entre nosotros se integran a la perfección en nuestra cultura. Que hablan, leen y escriben en nuestro idioma, pareciera que sin esfuerzo, por la facilidad y lo correctamente que lo hacen. Son los sudamericanos, por poner otro ejemplo, de muy distintos países que viven entre nosotros…

Lo que más me llama la atención es que se da mucho más la xenofobia o rechazo  hacia los del segundo grupo (los que hemos llamado “inmigrantes”, quede claro otra vez que sin connotación negativa alguna), que hacia los denominados aquí “guiris” (con el mismo respeto, repito). Y yo me pregunto, y les traslado la pregunta: ¿Por qué?