Documento 12/17 - 15 de marzo de 2017

VIOLENCIA DE GÉNERO

Autor: Miguel Blánquez González


Cuando una mujer selecciona a su pareja, hecho que se da en la mayoría de los casos al mandar ella señales de su  agrado por el elegido  para posteriormente  dejarse conquistar, si obtiene la respuesta esperada. Pues todo marchará más o menos bien mientras la vida en pareja transcurra de acuerdo con sus expectativas y debe por ello ser muy selectiva y acertada en la elección y  entender que el marido ideal no tiene por qué ser: un hombre manipulable y dócil, un macho dominante, hombre con medios económicos o clase social alta, con popularidad, buscarlo como medio para obtener una nacionalidad o,  que se recurra a él,  cómo lo único que quedaba en existencias.  Debe tener muy en cuenta el vínculo que los ha de unir.

Muy similares consejos se pueden dar para el hombre que ha de afrontar el matrimonio con una gran responsabilidad, sin pensar en privilegios por razón de su sexo y conociendo de antemano los méritos de la futura madre de sus hijos, sin que tengan que prevalecer cualidades económicas o ajenas al fin mismo del matrimonio.  

El matrimonio es un proyecto de vida de dos personas, cuyos ingredientes principales son, entre otros,  Amor, Respeto y Sacrificio como garantía de su estabilidad y que comienza como un sueño que puede lograrse si ambos ponen su empeño, debiendo trasmitirse a los hijos, estos principios DESDE LA ADOLESCENCIA porque hay padres que enseñan como valores a los jóvenes:  la fuerza de carácter, la ambición del triunfo, el poder económico, el atractivo físico, la libertad sexual,  la competitividad de género, etc., entre otros,  poniendo a su alcance una vida fácil y llena de lujos, que serán los desencadenantes que motivarán las disputas y  las deslealtades futuras cuando tengan que convivir en pareja.

Hay valores que emanan de nuestra propia condición humana y hábitos que se adquieren mediante una adecuada educación en la edad temprana y ellos serán los responsables de nuestra conducta futura. Hoy día éstas responsabilidades son delegadas en distintos órganos sociales que asumen tales funciones, haciéndonos creer que es a ellos a los que compete toda preocupación, en vez de a nosotros mismos. Tal es el caso de la sanidad que ha de resolver nuestros excesos, si nosotros no tenemos intención de ser moderados, que podemos ser deshonestos y después el confesionario nos dará el perdón, la educación de los hijos será asumida por el colegio,  la cultura y los conocimientos no serán necesarios, los suplirá una inteligencia artificial  que cabe en nuestro bolsillo y haciendo  por tanto de la honradez, la educación, los hábitos saludables, la cultura, etc., cualidades innecesarias porque la sociedad será la responsable de ello, y que cuando formemos una familia, si algo va mal, lo ha de resolver la actuación policial que en la mayoría de los casos, acaba con una  excesiva Judicialización,  como única vía,  y tenemos que tener en cuenta que,  los errores en la elección de la pareja, no los puede solucionar la Justicia y porque esta excesiva Judicialización provoca cada día más víctimas.

Las parejas pueden dejar de funcionar por muy diversas situaciones y motivos que pueden ser atribuibles a uno u otro (por infidelidad, por adicciones, por injerencias familiares, por celos, por depresiones, por motivos económicos, laborales, etc.)  y vienen siempre precedidas de momentos de mucha  crispación, disputas y broncas, tras las que la mujer como más comprometida y responsable de la estabilidad de la casa, se siente alarmada y dispuesta a defender su hogar y actúa consecuentemente buscando apoyo legal y es aquí donde comienza el verdadero drama, porque es aconsejada para que los motivos, sean los que fueren; los disfrace como abandono, violación, malos tratos, o todo aquello que mejor pueda utilizarse contra la pareja, sucediéndose el consiguiente enfurecimiento del esposo, que se verá desposeído de gran parte de los bienes que comparte con su pareja, la relación con los hijos, si los hay, y también se verá sustituido en el hogar por otra persona que disfrutará todo cuanto a él le será arrebatado.  Sabido es que entre el amor y el odio hay  una fina línea de separación y esto hace que se conviertan en encarnizados enemigos que aconsejados judicialmente, se prestan a una batalla donde  todo vale, donde mentir sale gratis y en la que la Justicia  tiene más sensibilidad  con la mujer.  El entorno y familiares de la mujer la ayudarán a superar  su supuesta debilidad y sus necesidades y todo ello acaba dándole una confianza que la hará olvidar que no hay nada más peligroso que una fiera herida y acorralada; esta fiera herida encontrará tanta adversidad a su alrededor que en muchos de los casos, es capaz de matar y morir y aunque nunca hablamos del hombre como víctima resulta que ambos serán  víctimas.

Nadie podría defender a alguien que agrede, y yo no lo voy a hacer, porque la violencia causa un dolor que trasciende a todo al entorno familiar, produciendo mucho desamparo y daño y de ahí que resulte socialmente incorrecto hacer la mínima justificación del maltratador,  así lo entienden los órganos Policiales y Judiciales que contundentemente actúan al menor asomo de alarma porque todo el mundo pone su mirada en ellos como la solución cuando hay un hecho de maltrato, y por supuesto se criminaliza al marido como la persona que a lo largo de todo el proceso se tiene por peligroso, y como consecuencia de esto, tras la denuncia, se pasa directamente a actuar contra él, por mínimos que sean los indicios, con la consiguiente detención y mandato de alejamiento, declarándolo CULPABLE, antes de ser juzgado.

Tal vez debiera contemplarse como parte de la solución, un  tratamiento sicológico a ambos para intentar que comprendan y para ser comprendidos, antes de cualquier actuación judicial y sobre todo, procurando que los hijos no sean las victimas en las que recaiga el daño que ellos, con su ensañamiento quieren producirse.

Cualquier tiempo pasado no siempre ha sido mejor pero si había cosas, tiempos atrás,  que funcionaban bien y cuando se producían  desavenencias matrimoniales, se hablaba y se llegaba a acuerdos con intervención de respetables personas que a ambas partes les merecía confianza (un hombre bueno)  que de una forma humana y sensata intervenía y remediaban, lo poco que se puede remediar en una pareja rota, llegando a un acuerdo de mínimos que más tarde se legalizaba.

Cuanto más trato de buscar una solución a este problema de las parejas, más confundido me siento, sirviéndome como única receta, lo observado en aquellas parejas que logran celebrar sus Bodas de Oro y es entonces cuando obtengo una sencilla explicación: el uno quiere el bien del otro –sin egoísmos- y son felices mientras se tienen, así de simple.

Los medios de comunicación están difundiendo una enorme alarma que puede hacer peligrar, incluso a parejas estables que pueden sentir temor ante cualquier desavenencia, propia de la convivencia. También están produciendo miedo a aquellas personas que tienen como meta formar una familia, la cual podría ser intervenida, juzgada y sentenciada, si algo se tuerce. Se está generando alergia al matrimonio y se debería poner freno a tanta campaña y difusión de imágenes con hechos dramáticos, que solo sirven para enaltecer a los machistas violentos por la notoriedad que se les da en los medios públicos. También tienen responsabilidad los abogados que aconsejan, pensando solo en el beneficio de su representado/a (como es lógico) y olvidando el perjuicio que puede llevar aparejado si utilizan argucias y engaños  donde, cuanta más miseria, dramatismo y humillación se remueva mejor y donde los hijos son utilizados para causar daño a la otra parte o para obtener beneficios,  sin pensar en el bien de ellos, que terminaran siendo las verdaderas víctimas, porque al final son derivados a otro hogar de familiares (abuelos) que serán los que asuman su custodia.

Sé que es un tema muy delicado sobre el que opinar, y apelaré al refrán, “Dios me libre de meterme en contiendas, con alguien que no me entienda” porque me consta que he hecho un análisis de un tema  muy discutido y discutible, según quien haya tenido la curiosidad de leerlo, porque unos desde su experiencia y otros por razón de su sexo, lo percibirán con una sensibilidad distinta pero que a todos nos compete, lo que como problema urgente, la sociedad ha de darle solución, utilizando el equilibrio, en vez de una Justicia pendular forzada y motivada por la alarma social.