Autores: José Manuel Rodríguez Domingo y Juan Antonio Cíaz Sánchez (Centro de Estudios «Pedro Suárez»)
Sería injusto definir a Vicente González Barberán sólo como el artífice de la paz de Huéscar con Dinamarca tras 172 años de conflicto inexistente. Aunque detrás de esta humorada no sólo se revela un ingenio, vivo y a veces irónico, sino también el dominio del conocimiento procedimental. Ese que se adquiere gradualmente a través de la práctica y está relacionado con el aprendizaje de las destrezas.
Y es que Vicente firmó muchos “tratados de paz” a lo largo de su carrera profesional sin ser diplomático. Acuerdos con los que consiguió erradicar poblados chabolistas en la Sevilla de 1960, o hacer posible la apertura del Polo de Desarrollo que debía estimular el raquítico sector industrial granadino en la década de 1970. Pero, sobre todo, será recordado como el gestor de la declaración monumental de más de un centenar de bienes integrantes del patrimonio histórico granadino, logrando con ello salvarlos de la ruina.
Desde su puesto de consejero provincial de Bellas Artes primero, y delegado de Cultura después, emprendió una infatigable tarea de protección por toda la provincia de Granada. Procesos algunos de especial complejidad por su naturaleza especulativa en la época del boom inmobiliario, a los que hizo frente sin más medios que su formación tecnócrata, y avalado por el asesoramiento fiel de Enrique Villar Yebra. “Una persona no puede saber de todo –repetía en ocasiones–, pero es más importante que sepa quién sabe”.
El cambio del modelo de gestión pública, con motivo de la transferencia de competencias a la comunidad autónoma andaluza, le relevó de toda responsabilidad oficial para centrarse en proyectos de auténtica filantropía. Su activismo en asociaciones culturales como el Centro de Estudios “Pedro Suárez”, el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada, del que fuera presidente, o en “Péndulo. Papeles de Batitania”, el diseño de heráldicas municipales, la organización de archivos particulares, como el Orleans-Borbón, de cuya Fundación fue secretario, concentraron la mayor parte de su tiempo. El resto lo compartía con sus amigos y con todos quienes nos acercábamos hasta él para pedirle opinión o información sobre algún tema de investigación. En todo momento nos regalaba su atención y consejo, envueltos en una placentera conversación erudita y perspicaz, sobre cualquier tema.
La caridad cristiana su principal virtud. Granada, principalmente el norte de Granada, sentimentalmente Huéscar, fueron siempre su pasión. Al Archivo Histórico Provincial entregó su archivo, al Archivo Municipal oscense su biblioteca, sus bienes materiales más preciados. A todos los que tuvimos la fortuna de conocerle nos lega el modelo de un hombre de paz.