581. Eternos insatisfechos

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández. 

No me gusta el frío, pero tampoco el calor; sé que sin invierno o verano no podría haber primavera y otoño, pero, si pudiera elegir, quisiera un poquito de todo lo bueno que hay en cada estación. No quiero heladas, porque se estropean las plantas; ni quiero sudar como un pollo asado, porque, aparte de feo, es insano. Necesito que llueva, porque el agua es vida y el desierto es para los lagartos; como espero que cada día sin lluvia brille el sol, que el gris es un color monísimo para la moda, pero en el cielo sólo acarrea tristeza. Me gusta que la gente tenga educación y nivel, y aborrezco a quien vive en el insulto y en la caza al diferente. Quiero para mis oídos música de verdad, que no sea pura producción; y que vaya acompañada por textos que no sean un delito contra el buen gusto y el respeto. Como amo leer buena literatura y no libelos que no pasan de basura, con el agravante de que no hay contenedores donde echarlos. Necesito que quienes se llamen amigos míos lo sean de verdad, y no de boquilla, que hablar no cuesta nada, y por la boca muere el pez, amén de que obras son amores y no buenas razones. Tanto me encanta el silencio cuando hay ruido, como necesito algo que lo rompa cuando ya me asfixia; y lo mismo digo respecto a la soledad y la compañía: nada más maravilloso que estar sola cuando apetece, o dejar de estarlo cuando puede disfrutarse una buena compañía.

Foto: Lola Fernández

Me disgusta profundamente que alguien que se llama amante de los animales, tenga todo el santo día encerrado a su perro completamente solo y ladrando como un poseso; y también a quien cuida a su mascota como si se tratara de un ser humano que deba comer en su mesa y dormir en su cama… ¿es tan difícil tratar bien a un animal, sin que sufra por abandono o por exceso de atención? Y nada me parece más ridículo que los padres que invitan a sus bebés, e hijos algo más mayores, a hacer ante los demás todas las gracias habidas y por haber que conocen; como es de vergüenza ajena escuchar a alguien hablando de sus muchas bondades y de lo listo que es, como si no tuviera abuela. Estamos muy mal en esta sociedad, siempre con problemas y sin soluciones, como si nunca hubiéramos aprendido matemáticas y nos hubieran enseñado que todo se puede resolver actuando con cabeza y un poco de corazón. Todo lo que depende de nosotros mismos, desde luego; porque si no, lo mejor será dejar de ver cuestiones inseguras, y hallar la certeza en otros lares, dejando que todo aquello que no podemos arreglar deje de atormentarnos. Si no es nuestra responsabilidad, no nos castiguemos encima, porque es que no sirve de nada, y además es malo para la salud; mejor movernos en coordenadas de seguridad y un bienestar, aunque sea básico, que aspirar a la luna y a un mundo utópico de felicidad general. Eternos insatisfechos, sí, pero con la capacidad de inventarnos día a día la vida, y no a lo grande y con brillos de estrella, sino a nuestra justa medida: pequeños, ínfimos casi, o gigantes, según el momento, las circunstancias y la talla que demos. Después de todo, seguramente no hay mayor sabiduría que la de un gato que reposa debajo de un almendro, aspirando el olor de las flores y sin perderse un detalle de lo que a su alrededor ocurra.

580.- Una tilde aquí o allá

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Que los ingleses no sepan

cómo leer algunas palabras la primera vez que las ven en un texto, siempre me ha parecido curioso; como me ha sido de gran alivio conocer que con el español nunca pasa eso gracias a las tildes. Por éstas, siempre vamos a saber leer correctamente una palabra, aunque nunca nos hayamos topado con ella, y sin necesidad de saber su significado o etimología. Por eso, que algunos tengan la osadía de hablar de elitismo en el uso de los acentos ortográficos me parece una soberana tontería. La cultura no ocupa lugar, dicen, y por fortuna está al alcance de todos y todas gracias a una educación pública; algo muy alejado de aquella cultura casi exclusiva de monjes y clérigos allá por la Edad Media. Entonces sí se podía hablar de elitismo en el acceso a la educación, y en la adquisición del conocimiento y el aprendizaje basado en la lectura de libros; pero hoy no es ningún privilegio escribir y leer bien, y la Real Academia Española no puede nunca influir negativamente en su velar por la correcta utilización de la lengua. Y eso fue lo que hizo hace 13 años, cuando eliminó la tilde que diferenciaba el solo adjetivo del sólo adverbio, así como en los pronombres demostrativos. Decir que podemos escribir solamente para que no haya ambigüedad es tanto como obligarnos a no escribir lo que nos dé la real gana, con el único requisito de hacerlo correctamente. He escrito ese feísimo solamente más en estos 13 años que en el resto de mi vida, y me ha molestado mucho que me dijeran que escribía mal si ponía sólo con tilde, como he seguido haciendo usualmente; así que me encanta que pueda volver a hacerlo sin que nadie me pueda decir nada.

Foto: Lola Fernández

Es que si sobran las tildes, podemos decir que igualmente sobran las haches, por poner un ejemplo: qué necesidad hay de diferenciar entre ha, a y ah, pudiendo poner siempre a y fin de mayores consideraciones… Y después por qué no continuar acabando con la distinción entre v y b, o escribir al modo del Nobel Juan Ramón Jiménez que usaba la jota para escribir ge o gi… En fin, me he hartado de leer y escuchar estos días chorradas acerca del asunto, y tengo muy claro que hay temas de los que paso por completo. A mí me basta en este caso con que me dejen escribir bien y entender un texto sin tener que releer para ver el contexto, y que cada cual haga lo que quiera, faltaría más. Por otra parte, me preocupa mucho más saber que hoy han rescatado una patera llena de inmigrantes frente a la costa de Motril. Lo cual me hace sentir orgullo de mi país, como vergüenza siento por otros que dejan morir a decenas de personas, niños incluidos, a escasos metros de la orilla, después de jugarse la vida durante kilómetros y kilómetros con el único interés de vivir mejor, o de simplemente sobrevivir. Así como envidio esos países cuyas grandes fortunas aportan voluntariamente un extra económico en tiempos de dificultades para ayudar a la inmensa mayoría de la gente, que malvive en momentos de crisis y trata de salir adelante. Nada que ver con Ferrovial, que se ha embolsado mucho dinero gubernamental en ayudas públicas, y ahora pretende trasladar su sede social a tierras holandesas y pagar allí sus impuestos. Esto es algo que me indigna y me hace sentir vergüenza ajena, tanto como ver que desde Europa no hacen sino subir el interés del dinero, cuando los bancos están ganando más que nunca y unas cifras que engordan a base de hambre ajena. No entiendo nada: con lo que ganan los bancos y se les ayuda encareciendo el precio del dinero que usan sus clientes, sin hacer nada para frenar la cotización de un euribor que dispara la cuota que hay que pagar mensualmente por las hipotecas variables. A ver, ante estas injusticias y sinvergonzonerías, lo de usar una tilde aquí o allá me es insignificante, como comprenderán.

579. Celebración

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Resulta que lo de San Valentín y los enamorados no es cosa de El Corte Inglés, sino que arranca de muchos años atrás, y su origen está en un sacerdote que, en el siglo III d.C., casaba en secreto a los jóvenes en contra de la prohibición de un emperador romano, Claudio II, que al enterarse condenó a muerte al pobre Valentín por desobediencia y rebeldía, ante su deseo de que a la guerra fueran soldados solteros, que en su opinión guerreaban más y mejor sin lazos sentimentales. Como lo ejecutaron un 14 de febrero, un siglo más tarde la Iglesia instauró su santo en dicha fecha, lo cual se alargó hasta el Concilio Vaticano II, ya en el siglo XX, cuando eliminaron esta festividad, aunque ya fuera demasiado tarde para borrar su implantación social. No fueron los grandes almacenes, pero en esa fecha todos los comercios aprovechan la ocasión para ganar un extra de dinero a costa del amor, que por lo visto vende una barbaridad. Una vez más, entre el Imperio y la Iglesia se reparten los honores de instaurar celebraciones y pretender eliminarlas cuando les venga en gana; y ciudadanos y fieles de espectadores, disponiéndose a festejar el amor, y ahora también la amistad, un día concreto en el calendario. No soy muy de días de, pero en el caso de los enamorados me siento un poco más ajena a ello; porque a ver, está el amor, y muy diferente es el enamoramiento, que se supone que es una fase de lo que entendemos por una relación amorosa: aquella que está revestida del deseo, que la mayoría de los casados circunscriben por lo general a los primeros años de convivencia. No sé si será verdad o si se puede generalizar, pero muchas personas que viven juntas afirman que lo de sentirse enamorados es algo que se pasa, y que suele surgir otra vez cuando se cambia de pareja. Ni idea, eso será cosa de dos, no algo que pueda afirmarse desde fuera y objetivamente; aunque cuando el río suena, agua lleva

Foto: Lola Fernández

Dejando esa cuestión aparte, por importante que sea, qué es el amor: ¿algo que se da solamente entre personas, del género que sea, que ese es otro tema; o, por el contrario, podemos amar a los animales, o a las más variopintas cosas que se nos ocurra imaginar? Todos conocemos a alguien que dice querer más a su mascota que a toda su familia junta, o que dice amar su vida en soledad por encima de relaciones de cualquier tipo, etcétera. Y yo sigo preguntándome: ¿es lo mismo querer que amar, desear que querer, amar que desear?, ¿se puede querer más a un amigo que a la pareja, o a un gato que al suegro? Pero, especialmente, cómo podemos dejarnos llevar y celebrar algo tan importante como lo más en sentimientos un día en medio del año, pensando que unas flores, una cena, unas joyas o un viaje son como renovar los votos matrimoniales… Que sí, que cualquier ocasión es buena para conmemorar lo que gusta, y que a nadie le amarga un regalo, si en eso vamos a estar de acuerdo; otra cosa es que eso sea parte importante, significativa siquiera, en lo que llamamos amor. Claro que a saber lo que para cada quien es el amor, puesto que se trata de uno de esos conceptos difíciles de explicar, aunque estoy segura de que todos sin excepción sentimos algo muy parecido cuando nos enamoramos; tanto que nos sirven las mismas expresiones empleadas a lo largo de los siglos. No me imagino a nadie inventando algo más sencillo y bonito que un te quiero, y no digamos ya un te amo, o dejar en la corteza de un árbol algo que sea un reflejo del amor; y con todo eso, nada tiene que ver ni un día en el santoral ni cualquier festividad específica religiosa o pagana.

578. La ciudad es de todos

Foto: Lola Fernámdez

Por Lola Fernández.

Y de repente, cuando alguno ya creía que el año iba a vestirse de primavera perenne, llegó el viento helado, trayendo aparejado un frío de esos que te cala los huesos con independencia de que lleves bastante ropa de abrigo, y el gris del cielo se hizo el tono general de los días. Este país, tan maleducado como para nominar una película en 11 categorías, y que, en la gala del cine español, los Goya, se escenifique el desprecio absoluto hacia ella, dejando que una obra como Alcarràs, premiada en Berlín con el Oso de Oro, se quede sin premio alguno, es capaz de eso y de mucho más. Ya se había visto anteriormente, con la más absoluta indiferencia ante un Almodovar que sin un Goya ese año, sí ganaba un Oscar. Para chulería, la española, y lo demás es tontería. Somos raros, para qué lo vamos a negar, y podemos pasar del sempiterno complejo de inferioridad, lamentando que no se nos valore internacionalmente, a lo absurdo de mirar a otro lado cuando en el extranjero señalan algo como digno de mención especial. Parece ser que en la Academia del Cine Español abundan los carcamales, hombres casi todos, cómo no, que seguramente se sienten orgullosísimos de hacer el ridículo más espantoso; allá ellos, pero tampoco es cosa de generalizar, y seguro que España es más moderna y menos soporífera que grupos cerrados que no evolucionan ni dejan entrar aires de renovación allá donde son tan necesarios.

Foto: Lola Fernámdez

Es como lo de encontrar abandono y suciedad por aquí y por allá, con maceteros que más que propiciar un contenido para admirar la belleza, son meros contenedores de basura; con jardines abandonados a su mala suerte, la de estar en lugares donde no se les cuida y mima como se merecen; con rincones en calles oscuras que más parecen letrinas; y un largo etcétera de insuficiente mantenimiento y un insalvable déficit de imaginación callejera, que hace imposible que allá donde menos te lo esperes surja la grata sorpresa de estímulos y pequeños detalles para proporcionar alegría. Sales fuera y da envidia ver cómo cuidan estas cosas que aquí parecen dejadas de la mano de Dios, si es que éste se ocupara de semejantes asuntos, que me parece a mí que ni de coña, o ni en broma, si la palabra les suena mal. Y una no lo entiende, porque ni siquiera es cuestión de presupuesto, si es que fuera muy caro engalanar las plazas y parques con flores y plantas respetadas por el personal; es que basta con la sola imaginación de quienes se encargan de estas cuestiones, que pueden parecer tontas, y que sin embargo son esenciales por la satisfacción que proporcionan. De qué sirven frases en los pasos cebra, si se olvida que hay que mantenerlas con pintura si no se quiere hacer un homenaje al abandono, y las nombro como sencillo ejemplo de algo que seguramente pretendió cierta originalidad artística en la urbe, más allá de que fueran frases muy poco originales. La imaginación es gratis, eso es conocido por la inmensa mayoría, la que recorremos las calles y nos gusta verlas bonitas, la misma que no entendemos por qué hay tanta carencia de creatividad. Tampoco es tan difícil inventar o reinventar una ciudad amable y bien cuidada, haciendo que desde pequeños aprendan que todo el mobiliario urbano es de todos, que la naturaleza que nos circunda nos pertenece y no cuesta ningún trabajo tratarla con respeto; que nada es ajeno a nosotros, porque todo, absolutamente todo lo que conforma una localidad, más allá de los contornos de la privacidad, es de todos.

577. Emisiones

Foto: LolaFernández

Por Lola Fernández.

No creo que nadie haya olvidado los insoportables calores del verano pasado, cuando dormir era toda una odisea ante tan elevadas temperaturas, lo que obligaba a usar el aire acondicionado durante la noche, o dejar abiertas todas las ventanas de casa con la esperanza de crear corrientes de aire que refrescaran el ambiente. Aire acondicionado no todo el mundo tiene en los dormitorios, y con los prohibitivos precios de la electricidad durante los meses anteriores, lo más frecuente sin duda era abrir las ventanas y que entrara el aire. Pero de repente, una noche me desperté medio asfixiada y sin saber por qué, con un olor espeso y desagradable que me dificultaba respirar bien. Entre sueños lo primero que pensé es que alguien quemaba rastrojos, algo raro a esas horas, pero como hay quienes se saltan las normas por norma, válgame la redundancia para expresar mi rechazo, pues traté de dormir de nuevo ignorando el calor y el tufo que me ahogaba por momentos. Ni qué decir que cuando amaneció lo primero que hice al levantarme fue buscar alguna explicación para mi ahogo nocturno, y cuál no sería mi sorpresa al ver en la vega columnas de humo blanquecino y denso saliendo de varias chimeneas, vomitando su contaminación entre viviendas y con la dirección del viento como caprichoso timón para dirigirla para aquí o para allá. No tengo ni idea de qué tipo de empresa produce esas emisiones que se pasan horas y días ensuciando el aire que respiramos, ni de cuánto tiempo lleva ahí en medio de lo que queda de vega. Supongo que serán emisiones legales y que su toxicidad estará dentro de los parámetros y requisitos que marca la comunidad europea; porque desde luego el humo no puede esconderse, ni a los ojos, ni a los olfatos, ni a los pulmones. Pocas cosas cantan más, si acaso se me ocurre que la contaminación acústica, pero no, estas chimeneas expulsan su veneno en total silencio, como si quisieran pasar desapercibidas, lo que no logran en modo alguno.

Foto: LolaFernández

Habida cuenta de que España es el país europeo a la cabeza en emisiones contaminantes por incineración de residuos, y que las emisiones de dióxido de carbono se incrementan año a año, en vez de disminuir como manda la ley y la lógica, no sé qué pensar. Porque, además, cuando he leído sobre el tema me he encontrado con afirmaciones tan absurdas como que quemar residuos reduce la contaminación; junto a señalar como desventaja que a nivel del medio ambiente y de la salud, tales emisiones al aire son altamente tóxicas y pueden provocar, y provocan, problemas no solo respiratorios, sino enfermedades endocrinas, nerviosas e incluso reproductivas… Nada baladí el asunto, como podemos ver, sino por el contrario, de gravedad y merecedor de atención. Yo no vivo en la vega, cerca de esas chimeneas, y por suerte solo padezco por ellas cuando el viento se dirige a la ubicación de mi hogar; pero no quiero ni pensar en quienes se fueron a vivir al campo buscando aires más puros que los urbanos, porque no solamente sufren por esas emisiones mucho más que los que estamos apartados, sino que algo así reduce, obviamente, el valor de sus casas. No sé en qué se estará pensando al otorgar las licencias para poner en marcha empresas de esta índole tan cerca del casco urbano, pero los responsables no deberían olvidar que todo incide e influye en el bienestar general de las gentes, ese por el que han de trabajar y que les ha llevado a la responsabilidad de tomar decisiones que mejoran o empeoran las vidas de la ciudadanía en su conjunto.

576. Sin luz

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández. 

Los habitantes de la zona norte de la capital granadina llevan más de diez años con problemas de cortes de energía eléctrica, y en estos días gélidos no es difícil imaginar lo que supone sufrir en casa una media de tres cortes de luz a la hora, ni el cabreo que tienen como ciudadanos que pagan un servicio que no disfrutan. La empresa encargada del suministro aduce que han invertido muchos millones de euros en infraestructura, y que el problema no es ese, que se trata de la sobrealimentación de los enganches ilegales para el cultivo de marihuana, que implica que una vivienda en la que se hay dicho cultivo realiza un consumo eléctrico equivalente a 80 viviendas, lo que propicia que salten los plomos para evitar sobrecalentamientos y toda la problemática asociada. O sea, que estamos ante un problema estructural que precisa la intervención de la Administración a varios niveles, la policial incluida. De hecho, con la colaboración de Endesa, la policía ha logrado desmantelar bastantes plantaciones, pero nada que ver con el total de ellas, aparte de que cuando se desmantela una, otra está ya apareciendo en otro lugar. Y este es un problema que no solo atañe a la capital, sino que abarca bastantes poblaciones del Área Metropolitana de Granada, compuesta por 34 municipios colindantes además de ella. Algo muy grave, y que tiene ya muy harta a mucha gente, que no duda en echarse a la calle y demostrar tal hartazgo a la vez que demandan soluciones, como llevan haciendo durante toda una década, que se dice pronto.

Foto: Lola Fernández

Diferente apagón es el que lleva a una persona a elegir la muerte como única salida a unos problemas que se le hacen irresolubles por otros caminos. El problema del suicidio es gravísimo a nivel mundial, y en nuestro país resulta en que al año hay muchísimas más víctimas suicidas que por crímenes o accidentes de tráfico. Ciertamente que las condiciones sociales y económicas causadas, sucesivamente, por la crisis y la pandemia influyen, pero las cifras actuales de suicidios son muy parecidas a las del año 2000, y se incrementan inexorablemente, hasta el punto de que más de 11 personas se quitan la vida cada día en España. Leer los datos sobre este drama provoca escalofríos, porque no puedes dejar de pensar que son muertes evitables, y que falta invertir mucho más buscando soluciones. Las cifras de las muertes en accidentes de tráfico, por ejemplo, han disminuido gracias a esfuerzos económicos en seguridad vial, campañas preventivas, medidas efectivas como limitaciones de la velocidad y retirada de puntos en el carnet de conducir, etc. Sin embargo, para la prevención del suicidio no parece muy efectiva la existencia de un teléfono de asistencia para quienes presentan tendencias suicidas, o que haya unos pocos psicólogos en la sanidad pública. Quien está desesperado y a oscuras no está para llamadas, y muchos suicidas jamás hablaron de sus intenciones; y si se opta por acudir a un psicólogo o un psiquiatra públicos, es una broma pensar siquiera que con una cita cada tres o cuatro meses, alguien con problemas de salud mental va a mejorar, y es más que evidente que no todos pueden pagarse un especialista privado que le atienda al menos una vez por semana, o las que sean precisas. No sé de soluciones mágicas, pero la inversión pública en el problema es absolutamente necesaria si se quiere evitar la salida mortal que busca quien sufre en la oscuridad y no logra que se haga la luz.

575. Juegos de sombras

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández. 

Tienen algo de onírico las sombras, que las hace misteriosas y atractivas. Bajo el sol o las luces eléctricas crean un mundo mágico irreal; existen, pero son meras proyecciones de la realidad: a veces fieles, a veces distorsionadas, aunque nunca invisibles. Es digna de ver la reacción de los niños pequeños en el mismo momento en que descubren su sombra acompañando sus pasos: va desde el asombro al terror, jugando a veces, huyendo otras tantas, sin provocar nunca indiferencia, hasta aprender que será una compañera permanente para el resto de sus vidas. Me gusta ver las sombras que los árboles y las plantas proyectan sobre los muros, y no me cabe ninguna duda sobre que, en un primer momento, los primeros humanos se sirvieron de ellas para iniciarse en el dibujo; me imagino siguiendo el trazado con palos en la tierra, o con carbón en los muros. Eso, y plasmar la huella de las manos manchadas con algún tipo de pigmento, o con sangre de los animales cazados, creo que es el primer esbozo de la inspiración pictórica.

Foto: Lola Fernández

La sombra tiene un significado polivalente, y nos referimos a ella tanto para alabarla, como para identificarla con lo negativo. Así, hablamos de la bendición de sentarse a la sombra en el camino para descansar en un día caluroso; y también decimos que alguien está lleno de luces y sombras, para contrastar lo bueno con lo malo. Grandes escritores y poetas han llenado sus textos y versos de referencias a la sombra: desde Rosalía de Castro y su negra sombra que me asombras, hasta Calderón de la Barca identificando la vida con una ilusión, una sombra, una ficción; pasando por todos los que ustedes sean capaces de recordar haciendo de la sombra una inspiración. Para mí, el secreto de las sombras está en su misterio, y todo lo enigmático provoca en nosotros una atracción irresistible, una vez hemos superado el miedo infantil a la oscuridad. Quien más, quien menos, de pequeños pedíamos que dejaran alguna luz encendida mientras nos llegaba el sueño, porque sin ella lo oscuro se iba haciendo visible, y ya depende de la imaginación de cada cual, pero no era difícil acabar encogido entre las sábanas con más miedo que otra cosa. Los miedos infantiles no son ninguna tontería, porque los cerebros están aún en pañales, la capacidad de reflexión es casi nula, a lo que hay que añadir que los cuentos son fuentes inagotables de terrores nocturnos, porque todos sabemos la crueldad que encierran la práctica totalidad de los cuentos clásicos para niños, que nada tienen que envidiarles a los relatos de terror de Edgar Allan Poe y Gustavo Adolfo Bécquer, por poner un ejemplo de escritos de miedo para adultos. Me quedo con la sombra como fiel amiga nuestra, con el remanso de bienestar que nos procura en el sofoco, con el quedarse en la sombra para que alguien viva su momento sin ensombrecerle (que no me dirán que no es un interesante juego de palabras), con el vaivén de las sombras en las paredes cuando el viento mueve las plantas, con no llegar nunca a ser la sombra de lo que soy, y con no soportar jamás tanto sol como para descubrir la sombra de mi sombra.

574. De crueldad y salvajismos

Por Lola Fernández.

Fantaseaba yo recién despierta, en ese lapso entre la tierra de los sueños y el mundo real, con una acción coordinada internacionalmente por los diferentes servicios de inteligencia (?) que resultaba en la desaparición de Putin y en un primer armisticio que al final se convertía en la firma del fin de todas las guerras a nivel mundial. Seguramente imbuida del espíritu de tantas películas y series de espionaje de todas las plataformas de streaming habidas y por haber, proseguía planeando un futuro para la industria bélica más acorde con el bienestar general. En estas que las noticias me informaron de que vienen unos días de un frío que pela, y con un leve estremecimiento me desperté definitivamente y vi que acabar con Putin, como que no. No sé si será porque soy una descreída o vaya usted a saber, pero se me antoja que no puede ser pecado, ni siquiera malo, desear que desaparezca un cruel asesino que causa la muerte y el sufrimiento a millones de personas inocentes. El caso es que, como mucho me temo que nadie moverá un dedo para ello, no estaría mal que, ahora que se han multiplicado los avistamientos de ovnis, el Pentágono hiciera algo para, al menos, montar al dirigente ruso en uno de ellos y poder así perderlo de vista en la faz de la Tierra por los siglos de los siglos.  Porque lo de encerrarlo en una cápsula del tiempo, como que no lo veo muy factible, dado el tamaño; pienso, por ejemplo, en el ámbar, que conserva para nosotros flora y fauna de hace muchos millones de años, pero de unas dimensiones mucho más reducidas, que al tal Putin, aunque carezca de talla moral, no lo veo en una burbuja de aire dentro de tan bella resina fosilizada. Aparte, qué susto encontrarse algo semejante, no se lo deseo a las generaciones futuras, si es que tal individuo, vergüenza para la especie humana, permite que haya un futuro para la humanidad y no hace realidad sus dementes amenazas nucleares, de devenir tan incierto como motivo real de miedo. Mucho mejor que un Putin ambarino, uno en platillo volante surcando los espacios por toda la eternidad, sin posibilidad de hacer ninguna parada en cualquier cuerpo celeste del Universo.

A todo esto, recuerdo la inolvidable experiencia, por terrible, de encontrarme frente a un ser humano disecado y expuesto en un museo de Banyoles, Girona, hasta que, ya en el año 2000, fue enviado por el Gobierno a Botsuana para que recibiera sepultura por segunda vez, pues la primera fue desenterrado y disecado por naturalistas franceses para llevarlo a París. No crean que es algo raro, pues los zoos humanos eran moneda corriente en el siglo XIX, y en la misma Exposición Universal de 1898 en París había una selecta muestra de salvajes para ser observados por personas supuestamente civilizadas y refinadas. De ahí a disecarlos y exponerlos en museos naturalistas, apenas un paso en esto de la degradación humana. El caso es que yo me encontré sin aviso previo frente al conocido como el negrito de Bañolas, cuya negrura de piel se intensificaba a base de betún, allí expuesto en la entrada del museo, en un rincón de un oscuro patio, y de repente no sabía si era una pesadilla o estaba viviendo algo que no quería vivir de ninguna manera. Esa misma sensación la he tenido a veces en algún prestigioso museo con salas especialmente climatizadas para conservar momias, no en sus sarcófagos, sino en una demencial decoración en la que se las coloca como si estuvieran durmiendo al calor de ficticias hogueras, con sutiles iluminaciones por aquí y por allá para trasladarnos a supuestos escenarios salvajes. Y la verdad es que en semejantes ocasiones siempre he sentido que este mundo no está bien, que es un auténtico salvajismo en sí mismo; tanto que entonces le entran a una ganas de hacer autostop y ser recogida por uno de esos objetos volantes no identificados que tanto se avistan actualmente, ¡y que no se detenga el que se lleve a Putin, por Zeus, que era lo que me faltaba!

573. De rebajas

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández. 

Tan tópicas como ciertas conductas supuestamente navideñas, las quejas sobre ellas; y no nos hemos recuperado de los atracones gastronómicos, comidas y bebidas excesivas hasta para el más pintado, cuando ya están aquí las rebajas, que nos prometen hasta marzo, olvidando que hace mucho que nos inundan con inventos para que todo el año estemos comprando. Descuentos, saldos, liquidaciones, y el año se ha transformado en un Black Friday perenne, con las diferentes ofertas y promociones, ofertas flash, ofertas relámpago y descuentos por todo y para todos: primera compra, compras frecuentes, cierre de temporada, nuevo producto, como incentivo por forma de pago, etcétera. Estaremos con pocos dineros, pero se nos ofrece todo un escaparate cósmico, por infinito, de mercancías, ya pasadas o novedades. Junto a las rebajas, las nuevas temporadas, y así se puede elegir comprar con reducciones o al alza, que hay mercado y demandantes para todo. Consumir reactiva la economía, es lo que se nos enseña al estudiar la materia, así que no puede ser malo, si acaso para los bolsillos particulares, pero sarna con gusto no pica, y solamente hay que ver la felicidad que transmite quien regresa cargado de bolsas de las recién estrenadas rebajas.

Foto: Lola Fernández

De todos modos, no son estos descuentos en las compras los peores que padecemos, y entiendan cómo uso el verbo padecer, que seguramente hay sufrimientos más cruentos que llenar los armarios, y la casa en general, de artículos que al salir a comprar no sabíamos que eran tan imprescindibles y absolutamente necesarios como los reconocemos al regresar al hogar. Y la verdad es que no creo para nada que seamos tan simples, es solo que nos adaptamos a la perfección a la tontería de cada día que el sistema social nos va demandando. Y si la capacidad de adaptación es inteligencia, al final resulta que hasta el más tonto es una lumbrera. Me preocupan, empero, mucho más las reducciones presupuestarias en temas esenciales, que implican incrementar cosas bastante menos necesarias. A ver, no voy a entender, aunque me lo expliquen, que hay que gastarse mucho más para matar, que para salvar vidas. Imposible que comprenda que hay que hacer desembolsos astronómicos para financiar guerras que ni son nuestras guerras ni es la manera de pararlas, mientras para sanidad y educación toca seguir con indecentes recortes. Después es muy fácil analizar las cifras de víctimas: las de la guerra, que diezma las poblaciones de un modo directamente proporcional a lo que se invierte en matarlas; y las de una deficiente sanidad pública, y las de una pobre educación, que se traducen en muertes evitables, e incultos que no se cuestionan nunca el sistema, porque son los que lo alimentan. En fin, que Dios nos coja confesados, como se suele decir, que estoy segura de que al menos nos pillará de rebajas. Como no puedo hacer mucho más que reflexionar sobre estas cuestiones, aprovecharé las avalanchas en los grandes almacenes para irme un ratito a la orilla del mar; sin duda es mucho mejor y satisfactorio, dónde va a parar.

572. La más bonita Navidad

Por Lola Fernández

Llegan las nubes empujadas por el viento, como se acerca el invierno a lomos del tiempo, ni lentamente ni con prisas, pero como una absoluta certeza. Llega la estación en que un año sucede a otro, para quedarse unos meses con nosotros, obligándonos a abrigarnos y usar calzado a prueba de fríos y lluvias; y lo hace con un regalo siempre esperado, con ilusión o con temor, depende de cada cual, pero sin dejar a nadie indiferente: la Navidad. El mismo uso de las mayúsculas nos indica que estamos ante algo especial, unas semanas cuya atracción o rechazo por nuestra parte depende, más que de ellas, de nosotros mismos y de nuestra etapa emocional; aparte de la edad, que es fundamental, puesto que todo lo navideño es totalmente diferente si somos adultos o estamos en la infancia. Hay que ver qué suerte tienen los niños y las niñas, que viven un mundo de magia y portentosa e inigualable imaginación, aunque lo peor es que no lo descubrirán hasta ser mayores, y será, por desgracia, por aquello de que nada se echa de menos hasta que no se tiene. La Navidad, con todos los elementos que hacen de ella un tiempo único y con un sentido tan difícil de explicar como los grandes conceptos, como el amor, o la ternura, por citar solo dos. Si nos pidieran enumerar esos elementos, estoy segura de que niños y mayores coincidiríamos. A ver, imaginemos una Navidad ideal: habría nieve, para vestirla de blanco; y villancicos, para poner la música; y ya con ese fondo y esa banda sonora empezaríamos a añadir cosas navideñas imprescindibles. Luces, dulces, regalos, vacaciones sin escuela, encuentros con los seres queridos, viajes, belenes, árboles bellamente adornados; detalles en el hogar que solamente están en él porque es época navideña, y que cuando esta acaba, vuelven a guardarse hasta el próximo año; toda la parafernalia asociada a Papá Noel y a los Reyes Magos, ya sean las cartas llenas de peticiones, ya sean las cabalgatas, o los mismos anuncios publicitarios, que regresan, ellos mismos, a casa por Navidad. Desde la programación televisiva y cinematográfica, hasta la lotería y sus décimos para soñar, todo en estos días estará diseñado para echarse a la calle, pasear abrigados y distraídos entre escaparates bellamente engalanados; escuchar y sentir los nervios de los más pequeños, los mismos que están inmersos en un mundo de fantasía, embriagados de alegría.

Foto: Lola Fernández

Por supuesto que hay otra dimensión junto a todo lo citado, como la tristeza ante la falta de las personas amadas que ya no están, la soledad de quien un día estuvo feliz y rodeado de familia y ya no, la pobreza que impide poder ofrecer ilusión y alegría, el rechazo de quien no gusta en absoluto de nada que tenga que ver con la realidad navideña, etcétera. Pero que haya cosas feas no impedirá jamás que brille la belleza cuando exista; puede que el viento traiga nubes no deseadas, pero, si se mira hacia arriba, no puede nadie sustraerse a la emoción de los cielos encapotados; aparte de que el mismo viento que trae las nubes, se las vuelve a llevar; como un año más se acabará antes de darnos cuenta otra Navidad, y se quedará con nosotros un poco más ese invierno que por duro que llegue a ser siempre desembocará en la primavera. Quién estuviera en la infancia para volver a vivir esta época con los ojos de un niño, aunque nos queda el compromiso de regalarle a los más pequeños la más bonita Navidad.

Utilizamos cookies propias y de terceros. Si continuas navegando, entendemos que aceptas su uso. más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar