575. Juegos de sombras

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández. 

Tienen algo de onírico las sombras, que las hace misteriosas y atractivas. Bajo el sol o las luces eléctricas crean un mundo mágico irreal; existen, pero son meras proyecciones de la realidad: a veces fieles, a veces distorsionadas, aunque nunca invisibles. Es digna de ver la reacción de los niños pequeños en el mismo momento en que descubren su sombra acompañando sus pasos: va desde el asombro al terror, jugando a veces, huyendo otras tantas, sin provocar nunca indiferencia, hasta aprender que será una compañera permanente para el resto de sus vidas. Me gusta ver las sombras que los árboles y las plantas proyectan sobre los muros, y no me cabe ninguna duda sobre que, en un primer momento, los primeros humanos se sirvieron de ellas para iniciarse en el dibujo; me imagino siguiendo el trazado con palos en la tierra, o con carbón en los muros. Eso, y plasmar la huella de las manos manchadas con algún tipo de pigmento, o con sangre de los animales cazados, creo que es el primer esbozo de la inspiración pictórica.

Foto: Lola Fernández

La sombra tiene un significado polivalente, y nos referimos a ella tanto para alabarla, como para identificarla con lo negativo. Así, hablamos de la bendición de sentarse a la sombra en el camino para descansar en un día caluroso; y también decimos que alguien está lleno de luces y sombras, para contrastar lo bueno con lo malo. Grandes escritores y poetas han llenado sus textos y versos de referencias a la sombra: desde Rosalía de Castro y su negra sombra que me asombras, hasta Calderón de la Barca identificando la vida con una ilusión, una sombra, una ficción; pasando por todos los que ustedes sean capaces de recordar haciendo de la sombra una inspiración. Para mí, el secreto de las sombras está en su misterio, y todo lo enigmático provoca en nosotros una atracción irresistible, una vez hemos superado el miedo infantil a la oscuridad. Quien más, quien menos, de pequeños pedíamos que dejaran alguna luz encendida mientras nos llegaba el sueño, porque sin ella lo oscuro se iba haciendo visible, y ya depende de la imaginación de cada cual, pero no era difícil acabar encogido entre las sábanas con más miedo que otra cosa. Los miedos infantiles no son ninguna tontería, porque los cerebros están aún en pañales, la capacidad de reflexión es casi nula, a lo que hay que añadir que los cuentos son fuentes inagotables de terrores nocturnos, porque todos sabemos la crueldad que encierran la práctica totalidad de los cuentos clásicos para niños, que nada tienen que envidiarles a los relatos de terror de Edgar Allan Poe y Gustavo Adolfo Bécquer, por poner un ejemplo de escritos de miedo para adultos. Me quedo con la sombra como fiel amiga nuestra, con el remanso de bienestar que nos procura en el sofoco, con el quedarse en la sombra para que alguien viva su momento sin ensombrecerle (que no me dirán que no es un interesante juego de palabras), con el vaivén de las sombras en las paredes cuando el viento mueve las plantas, con no llegar nunca a ser la sombra de lo que soy, y con no soportar jamás tanto sol como para descubrir la sombra de mi sombra.

574. De crueldad y salvajismos

Por Lola Fernández.

Fantaseaba yo recién despierta, en ese lapso entre la tierra de los sueños y el mundo real, con una acción coordinada internacionalmente por los diferentes servicios de inteligencia (?) que resultaba en la desaparición de Putin y en un primer armisticio que al final se convertía en la firma del fin de todas las guerras a nivel mundial. Seguramente imbuida del espíritu de tantas películas y series de espionaje de todas las plataformas de streaming habidas y por haber, proseguía planeando un futuro para la industria bélica más acorde con el bienestar general. En estas que las noticias me informaron de que vienen unos días de un frío que pela, y con un leve estremecimiento me desperté definitivamente y vi que acabar con Putin, como que no. No sé si será porque soy una descreída o vaya usted a saber, pero se me antoja que no puede ser pecado, ni siquiera malo, desear que desaparezca un cruel asesino que causa la muerte y el sufrimiento a millones de personas inocentes. El caso es que, como mucho me temo que nadie moverá un dedo para ello, no estaría mal que, ahora que se han multiplicado los avistamientos de ovnis, el Pentágono hiciera algo para, al menos, montar al dirigente ruso en uno de ellos y poder así perderlo de vista en la faz de la Tierra por los siglos de los siglos.  Porque lo de encerrarlo en una cápsula del tiempo, como que no lo veo muy factible, dado el tamaño; pienso, por ejemplo, en el ámbar, que conserva para nosotros flora y fauna de hace muchos millones de años, pero de unas dimensiones mucho más reducidas, que al tal Putin, aunque carezca de talla moral, no lo veo en una burbuja de aire dentro de tan bella resina fosilizada. Aparte, qué susto encontrarse algo semejante, no se lo deseo a las generaciones futuras, si es que tal individuo, vergüenza para la especie humana, permite que haya un futuro para la humanidad y no hace realidad sus dementes amenazas nucleares, de devenir tan incierto como motivo real de miedo. Mucho mejor que un Putin ambarino, uno en platillo volante surcando los espacios por toda la eternidad, sin posibilidad de hacer ninguna parada en cualquier cuerpo celeste del Universo.

A todo esto, recuerdo la inolvidable experiencia, por terrible, de encontrarme frente a un ser humano disecado y expuesto en un museo de Banyoles, Girona, hasta que, ya en el año 2000, fue enviado por el Gobierno a Botsuana para que recibiera sepultura por segunda vez, pues la primera fue desenterrado y disecado por naturalistas franceses para llevarlo a París. No crean que es algo raro, pues los zoos humanos eran moneda corriente en el siglo XIX, y en la misma Exposición Universal de 1898 en París había una selecta muestra de salvajes para ser observados por personas supuestamente civilizadas y refinadas. De ahí a disecarlos y exponerlos en museos naturalistas, apenas un paso en esto de la degradación humana. El caso es que yo me encontré sin aviso previo frente al conocido como el negrito de Bañolas, cuya negrura de piel se intensificaba a base de betún, allí expuesto en la entrada del museo, en un rincón de un oscuro patio, y de repente no sabía si era una pesadilla o estaba viviendo algo que no quería vivir de ninguna manera. Esa misma sensación la he tenido a veces en algún prestigioso museo con salas especialmente climatizadas para conservar momias, no en sus sarcófagos, sino en una demencial decoración en la que se las coloca como si estuvieran durmiendo al calor de ficticias hogueras, con sutiles iluminaciones por aquí y por allá para trasladarnos a supuestos escenarios salvajes. Y la verdad es que en semejantes ocasiones siempre he sentido que este mundo no está bien, que es un auténtico salvajismo en sí mismo; tanto que entonces le entran a una ganas de hacer autostop y ser recogida por uno de esos objetos volantes no identificados que tanto se avistan actualmente, ¡y que no se detenga el que se lleve a Putin, por Zeus, que era lo que me faltaba!

573. De rebajas

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández. 

Tan tópicas como ciertas conductas supuestamente navideñas, las quejas sobre ellas; y no nos hemos recuperado de los atracones gastronómicos, comidas y bebidas excesivas hasta para el más pintado, cuando ya están aquí las rebajas, que nos prometen hasta marzo, olvidando que hace mucho que nos inundan con inventos para que todo el año estemos comprando. Descuentos, saldos, liquidaciones, y el año se ha transformado en un Black Friday perenne, con las diferentes ofertas y promociones, ofertas flash, ofertas relámpago y descuentos por todo y para todos: primera compra, compras frecuentes, cierre de temporada, nuevo producto, como incentivo por forma de pago, etcétera. Estaremos con pocos dineros, pero se nos ofrece todo un escaparate cósmico, por infinito, de mercancías, ya pasadas o novedades. Junto a las rebajas, las nuevas temporadas, y así se puede elegir comprar con reducciones o al alza, que hay mercado y demandantes para todo. Consumir reactiva la economía, es lo que se nos enseña al estudiar la materia, así que no puede ser malo, si acaso para los bolsillos particulares, pero sarna con gusto no pica, y solamente hay que ver la felicidad que transmite quien regresa cargado de bolsas de las recién estrenadas rebajas.

Foto: Lola Fernández

De todos modos, no son estos descuentos en las compras los peores que padecemos, y entiendan cómo uso el verbo padecer, que seguramente hay sufrimientos más cruentos que llenar los armarios, y la casa en general, de artículos que al salir a comprar no sabíamos que eran tan imprescindibles y absolutamente necesarios como los reconocemos al regresar al hogar. Y la verdad es que no creo para nada que seamos tan simples, es solo que nos adaptamos a la perfección a la tontería de cada día que el sistema social nos va demandando. Y si la capacidad de adaptación es inteligencia, al final resulta que hasta el más tonto es una lumbrera. Me preocupan, empero, mucho más las reducciones presupuestarias en temas esenciales, que implican incrementar cosas bastante menos necesarias. A ver, no voy a entender, aunque me lo expliquen, que hay que gastarse mucho más para matar, que para salvar vidas. Imposible que comprenda que hay que hacer desembolsos astronómicos para financiar guerras que ni son nuestras guerras ni es la manera de pararlas, mientras para sanidad y educación toca seguir con indecentes recortes. Después es muy fácil analizar las cifras de víctimas: las de la guerra, que diezma las poblaciones de un modo directamente proporcional a lo que se invierte en matarlas; y las de una deficiente sanidad pública, y las de una pobre educación, que se traducen en muertes evitables, e incultos que no se cuestionan nunca el sistema, porque son los que lo alimentan. En fin, que Dios nos coja confesados, como se suele decir, que estoy segura de que al menos nos pillará de rebajas. Como no puedo hacer mucho más que reflexionar sobre estas cuestiones, aprovecharé las avalanchas en los grandes almacenes para irme un ratito a la orilla del mar; sin duda es mucho mejor y satisfactorio, dónde va a parar.

572. La más bonita Navidad

Por Lola Fernández

Llegan las nubes empujadas por el viento, como se acerca el invierno a lomos del tiempo, ni lentamente ni con prisas, pero como una absoluta certeza. Llega la estación en que un año sucede a otro, para quedarse unos meses con nosotros, obligándonos a abrigarnos y usar calzado a prueba de fríos y lluvias; y lo hace con un regalo siempre esperado, con ilusión o con temor, depende de cada cual, pero sin dejar a nadie indiferente: la Navidad. El mismo uso de las mayúsculas nos indica que estamos ante algo especial, unas semanas cuya atracción o rechazo por nuestra parte depende, más que de ellas, de nosotros mismos y de nuestra etapa emocional; aparte de la edad, que es fundamental, puesto que todo lo navideño es totalmente diferente si somos adultos o estamos en la infancia. Hay que ver qué suerte tienen los niños y las niñas, que viven un mundo de magia y portentosa e inigualable imaginación, aunque lo peor es que no lo descubrirán hasta ser mayores, y será, por desgracia, por aquello de que nada se echa de menos hasta que no se tiene. La Navidad, con todos los elementos que hacen de ella un tiempo único y con un sentido tan difícil de explicar como los grandes conceptos, como el amor, o la ternura, por citar solo dos. Si nos pidieran enumerar esos elementos, estoy segura de que niños y mayores coincidiríamos. A ver, imaginemos una Navidad ideal: habría nieve, para vestirla de blanco; y villancicos, para poner la música; y ya con ese fondo y esa banda sonora empezaríamos a añadir cosas navideñas imprescindibles. Luces, dulces, regalos, vacaciones sin escuela, encuentros con los seres queridos, viajes, belenes, árboles bellamente adornados; detalles en el hogar que solamente están en él porque es época navideña, y que cuando esta acaba, vuelven a guardarse hasta el próximo año; toda la parafernalia asociada a Papá Noel y a los Reyes Magos, ya sean las cartas llenas de peticiones, ya sean las cabalgatas, o los mismos anuncios publicitarios, que regresan, ellos mismos, a casa por Navidad. Desde la programación televisiva y cinematográfica, hasta la lotería y sus décimos para soñar, todo en estos días estará diseñado para echarse a la calle, pasear abrigados y distraídos entre escaparates bellamente engalanados; escuchar y sentir los nervios de los más pequeños, los mismos que están inmersos en un mundo de fantasía, embriagados de alegría.

Foto: Lola Fernández

Por supuesto que hay otra dimensión junto a todo lo citado, como la tristeza ante la falta de las personas amadas que ya no están, la soledad de quien un día estuvo feliz y rodeado de familia y ya no, la pobreza que impide poder ofrecer ilusión y alegría, el rechazo de quien no gusta en absoluto de nada que tenga que ver con la realidad navideña, etcétera. Pero que haya cosas feas no impedirá jamás que brille la belleza cuando exista; puede que el viento traiga nubes no deseadas, pero, si se mira hacia arriba, no puede nadie sustraerse a la emoción de los cielos encapotados; aparte de que el mismo viento que trae las nubes, se las vuelve a llevar; como un año más se acabará antes de darnos cuenta otra Navidad, y se quedará con nosotros un poco más ese invierno que por duro que llegue a ser siempre desembocará en la primavera. Quién estuviera en la infancia para volver a vivir esta época con los ojos de un niño, aunque nos queda el compromiso de regalarle a los más pequeños la más bonita Navidad.

571. Desazones

Por Lola Fernández.

Hay estados de desasosiego y malestar que nos acechan y nos disgustan casi sin que nos demos cuenta, como hay algunas cosas que sin explicación nos transmiten tristeza y una sensación indefinible de soledad. Puede que ahora que llevamos demasiado tiempo con una sequía que empieza a ser preocupante, el que caiga la lluvia sea más un motivo de alegría que de otra cosa, pero, por lo general y quitando coyunturas diversas, que llueva suele llevar aparejada cierta melancolía, de esa que inspira a los poetas y les lleva a crear bellos versos cuyas raíces profundas se hallan en la aflicción. Hay pinturas que nos provocan congoja y pesadumbre, como todas las de la época azul de Picasso; y otras que directamente son pura soledad, y que parecen estar pintadas no al óleo, sino a la nostalgia y a la añoranza. Se me vienen a la cabeza muchas obras de Van Gogh, cuya esencia misma es la más pura soledad; o prácticamente toda la obra pictórica de Andrew Wyeth, como la que acompaña este artículo. Desazón es lo que me provoca conocer la situación de soledad que sienten los mayores, y los no tan mayores, pero especialmente los primeros, según he estado leyendo tras las estadísticas de los estudios que cada poco tiempo y con toda la frialdad nos traen a primer plano realidades escalofriantes. Hay muchísimas personas mayores, tanto mujeres como hombres, que viven solos y no tienen con quien hablar; algo que puede parecer insignificante pero que si se piensa un poco se vislumbra que es terrible. El silencio puede estar bien en ocasiones, especialmente si es elegido para huir un rato del ruido circundante; pero no tener a nadie para compartir el día a día, y comentar la vida misma, eso puede llegar a ser insoportable, y, de hecho, puede ser la causa de serias enfermedades que acarrean la muerte. La soledad es una muy mala compañera, y si es algo que se siente incluso rodeada de gente, no es difícil imaginar lo terrible que es cuando no hay nadie que te rodee.

Los mayores se van quedando solos poco a poco, conforme van muriendo sus amigos, familiares, conocidos. Mucho peor es cuando muere la pareja, se tengan o no hijos, porque ya se sabe que en esta sociedad, aquí y ahora, no es raro acabar en una residencia incluso teniendo muchos hijos. Pienso que cuando un hombre se queda solo es aún peor que cuando es la mujer la que enviuda; no debiera ser así, pero lo más frecuente es que los hombres sean mucho más dependientes de sus mujeres, y muchísimo menos autónomos para vivir solos. Pero más allá de eso, mujeres y hombres mayores se encuentran tan solos que para hablar tienen muchas veces que llamar por los dispositivos que tienen en casa para el caso de problemas sanitarios. Dichos dispositivos son muchas veces más atentos con ellos que los mismos familiares, si es que se tiene familia; así, llaman a los usuarios para desearles un feliz cumpleaños, o para saber de vez en cuando cómo se encuentran, al tiempo que contestan solícitos cuando los mayores se sienten tan desesperados que pulsan el botón no porque tengan algún problema médico, sino con la sola intención de tener un poco de conversación, aunque sea con alguien a quien no conocen, cuyo rostro nunca verán, y cuya mano jamás estrecharán, pero que les proporciona una bocanada de aire fresco hablando un ratito con ellos. Creo que debiéramos tener todo esto en cuenta, y ser amables y pacientes cuando nos encontramos a alguien que aprovecha el encuentro para conversar un poco; no tengamos prisas, y recordemos que es muy triste y de una enorme soledad que haya una sola persona, y hay muchísimas, que solamente cuente con un frío dispositivo en casa, si es que lo tiene, que le llame en estos días para preocuparse por su salud y desearle unas felices navidades.

570. Escribir es un placer

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Escribir es un placer que está mucho más allá de personalismos y otras consideraciones humanas. Sentarse ante un espacio en blanco y crear un escrito es algo que llena con independencia de lo que se escriba, porque es un acto íntimo en el que eres la dueña y señora de las palabras, de los pensamientos que transmites, de lo que plasmas en la pantalla o en el papel. Desde luego es muy diferente escribir, como ahora mismo, un artículo, un texto en prosa en el que das tu opinión sobre un tema o tu visión de un montón de cosas que después llegarán a sus lectores, que estarán o no de acuerdo contigo, pero que precisamente serán la otra orilla del escrito; abriéndose entre emisor y receptores un canal de comunicación en el que habrá una reflexión, un posible debate, acaso un comentario; y eso, sin entrar en que se esté o no de acuerdo en lo que se haya escrito. Un artículo es un modo de escribir que pudiéramos llamar social, porque será leído. Sin embargo, escribir poesía es mucho más individual, y siendo un acto igual de íntimo, porque para escribir siempre estás sola contigo misma, aunque haya gente alrededor, es expresar o darle forma material a algo mucho más espiritual e intangible que una mera opinión. Cuando se escribe un poema no se piensa en que será leído, pues lo que se busca es poder leer una misma algo que se lleva muy adentro y que quiere salir y vestirse de versos. Nada que ver entre ambos tipos de escrituras, la poética, sea en verso o en prosa, y la no poética, siempre en prosa, por muy lírica que sea.

Foto: Lola Fernández

Por supuesto que la poesía también puede transformarse en acto social, sea porque la publicas, sea porque la recitas y la compartes. Pienso, por ejemplo, en unos años en que un grupo de escritores nos reuníamos en Baza ante el público una vez al año para homenajear a la poesía, fuera dedicando el acto a un poeta clásico, o a uno contemporáneo que nos acompañaba. Me gustaban aquellas veladas poéticas, y a la gente también, porque siempre acudían y nos transmitían su apoyo, a cargo de los llamados poetas locales, que curiosamente éramos un grupo de escritores que ninguno era de Baza. Me sería muy fácil y conciso explicar por qué se abandonaron aquellos recitales poéticos, pero no me apetece perder ni un segundo en ello. Digamos que factores absolutamente ajenos a la poesía, se cargaron un elemento cultural interesante en el panorama de nuestra ciudad. Pero recuerdo aquellos encuentros con mucho cariño y nada que no sea poético podrá cargarse su encanto en mi recuerdo. Creo que darle su sitio a lo de fuera está estupendo, porque además sirve de promoción de Baza más allá de sus límites y fronteras, lo cual nunca viene mal. Pero olvidarse de algunas cosas de aquí no es tan estupendo, por mucho que se quiera reconducir y transformar, solamente consiguiendo acabar con algo que nació con total autenticidad y ajeno al aplauso y al medrar. Y ahí lo dejo. Escribir es un placer, y mucho más si lo haces con la verdad por delante y sin querer dejar cadáveres por el camino. Hay quien nunca aprenderá que, por mucho que apagues la luz, quien brilla, brilla; y quien es oscuro, solo podrá ofrecer oscuridad. Así que mi deseo de hoy para este año que ya empieza a despedirse por siempre jamás, es que a escribir mucho y bien quien guste de ese placer, y a leer todos, porque es la mejor manera de aprender a crecer en todos los sentidos.

569. Y qué es poesía

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas / en mi pupila tu pupila azul, / ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú. Así dicen unos versos de Bécquer en sus famosas Rimas. Un poeta excelso que a los amantes de la lírica nos parece un referente poético imprescindible. Más allá de esta identificación de amada/poesía, incluso mucho más allá del concepto de género literario que se manifiesta en la belleza o el sentimiento estético a través de la palabra, sea en verso o en prosa, a veces me parece más fácil hablar no ya de lo que es la Poesía, sino de lo que no lo es. Por supuesto que, por desgracia, son malos tiempos para la lírica, pero lo que a veces siento es aún peor, porque pareciera que estamos en una época, y no precisamente estacional, que podríamos tachar directamente de antipoesía.

Foto: Lola Fernández

Porque antipoesía es el cargado ambiente político en que grupos anticonstitucionales y antidemocráticos empañan de fascismo el panorama, con auténticas cacerías políticas contra políticos, y políticas especialmente, no afines a sus proclamas populistas intolerables, y que me parecen absolutamente condenables por cualquier persona decente. No todo vale, aunque no les importe y hagan caso omiso de las normas de convivencia, y no ya solo política, tiñendo de ordinariez, mala educación y desvergüenza la sociedad nuestra de cada día, y los lugares sagrados de la representación popular. Tolerar a quien no tolera puede estar muy bien, pero lo que procede con quien pretende cargarse la democracia es la ilegalización sin miedos y sin demora.

Como antipoesía es lo que veo cada día en nuestra ciudad, esta Baza a veces tan maltratada. Cómo puede ser posible que los jóvenes estudiantes dejen en los recreos una huella de basura, que les van recogiendo los limpiadores municipales, cuando junto a ellos hay papeleras y contenedores para que disfruten sin tratar mal los lugares que no son solo suyos, sino de todos los demás que después de irse vemos basura allí donde debiera haber la limpieza que encontraron… Propongo que en vez de ir detrás limpiando, se les enseñe a no ensuciar, porque ya son grandecitos y debieran saber que el aspecto de nuestras calles y plazas dicen mucho de los habitantes de la ciudad. Nada más incoherente que ver, por un lado, a trabajadores municipales pintando los bancos para renovar su aspecto, mientras, por otro, los jóvenes en vez de sentarse los pisan y los transforman en su estercolero particular. En la fotografía que acompaña el artículo no se refleja en toda su extensión del deplorable aspecto que queda después de los recreos, pero los limpiadores municipales, los mismos que cuando se van los estudiantes a seguir formándose, quitan tanta basura con su escoba y recogedor, ellos pueden dar fe de lo que digo, a la vez que cualquiera que se pasee por Baza a determinadas horas. En su formación no digo ya que habría que incluir un poco de poesía, pero sí directamente valores como respeto al prójimo y el amor a lo propio. Porque los parques, las calles, las plazas, todos son de todos y para todos, tanto como la paz social y no un sentimiento de camorra perpetua y de maltrato continuo a las personas y a las cosas. Y si después se tiene la suerte de saber apreciar el valor de la Poesía, mucho mejor; aunque me temo que eso ya es tanto como pedir la Luna.

568. Tenemos de todo

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Ha amanecido un domingo con un sol radiante, y, aunque se necesite la lluvia, me dejo llevar por la alegría de un día precioso después de unos cuantos grises. Ya se va notando un poco de frío, incluso ya ha nevado en Sierra Nevada, y lo increíble es que aún se ven abejas y avispas, e insectos que a estas alturas de año no es muy frecuente verlos. Mientras me dispongo a escribir este artículo miro el móvil y veo unas cuantas notificaciones de mensajes recibidos, que de repente son los que me dan el tema de esta semana. Tenemos de todo, como en botica: WhatsApp, Outlook, Instagram, Facebook, Gmail, más todos los chats en las diferentes aplicaciones y redes; porque hasta si nos gusta jugar a Apalabrados, por poner un ejemplo, vamos, contamos con un chat para hablar de inmediato con cualquier persona aleatoriamente elegida si es que gustamos de jugar con extraños, que no es mi caso, pero que tampoco es nada raro o infrecuente. Sea con Messenger o con lo que queramos usar, tenemos de todo, para hablar individualmente o en grupo, que esa es otra. No nos faltará que de repente nos despierten al alba con un Buenos días desde un número de teléfono sin foto de perfil, al no ser un contacto telefónico nuestro, que más que alegría nos regala mal humor y la necesidad de ir a Ajustes y programar los WhatsApp de grupo para no recibir notificaciones. Bastante miramos ya el móvil, como para que encima nos llame la atención para miradas extras, por favor. Porque quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra, pero a ver quién de ustedes no coge el móvil para mirar algo, y rápidamente se pierde en otros derroteros ante el aviso de notificaciones, de tal manera que cuando lleva un buen rato y deja el móvil, o el móvil lo deja a usted más bien, resulta que cae en la cuenta de que no ha visto lo que quería ver y le llevó a coger el dispositivo.

Foto: Lola Fernández

Así resulta que, por ver la hora, de buenas a primeras una se entera de los diferentes menús de Navidad del club al que pertenece, le asaltan diez memes que ya ha visto por aquí y por allá otras tantas veces, se encuentra ante sí con treinta frases que no le dicen más que las de los del sobre de azúcar en la cafetería, aparte de no ser nunca de quien dicen ser; nos topamos con una o dos encuestas pidiendo opinión sobre cosas que no nos suscitan la mínima opinión: está usted contenta del pedido, llegó bien, nos haría una referencia… Socorro, mon Dieu, Virgen del Amor Hermoso, qué he hecho yo para esto… Obviamente, después de tal panorama, no sabemos qué hora es, pero seguro que será tarde, porque se pierde demasiado tiempo con tanta tontería. En efecto, tenemos de todo, y es como si no tuviéramos nada; o peor, porque les aseguro que a veces es mucho mejor estar libre de tanta cosa que ni hemos pedido, porque no lo necesitábamos, y que, a la postre, se convierte en una necesidad creada no se sabe muy bien por qué, pero desde luego por nadie a quien le importemos lo más mínimo, como no sea para consumir y enriquecer entre todos sus arcas, que ya se sabe que nadie regala nada a cambio de nada. O sea, tendremos de todo, pero no lo cambio por el placer que sentía cuando llegaba el cartero y me decía Una carta… Eso sí que era algo esperado y deseado, una comunicación de verdad, que respondía a una carta mía previa, o que sería respondida por otra. Que me dejen de emoticonos, de gifts, de chats, de redes, de aplicaciones, de audios que jamás igualarán al placer de una llamada telefónica, de mensajes, de memes, de frases, de saludos de números que no sé ni de quién son, etcétera. Donde se pongan unos folios en blanco en los que escribir nuestros sentimientos y sensaciones más sinceros, un sobre con una dirección querida, y un sello para llevar una carta al buzón y echarla con la ilusión de una pronta respuesta, que se quiten todos los inventos de las nuevas tecnologías.

567. La eterna contradicción

Por Lola Fernández.

Aún no he olvidado las imágenes de terroristas yihadistas destrozando con explosivos un templo milenario en los restos históricos de la maravillosa ciudad de Palmira, en Siria, arrasando, sin dudarlo un segundo, tesoros culturales de la humanidad. Un ataque frontal y directo contra el mundo occidental en una acción tan cobarde como irracional, rasgos que por otra parte definen a estos locos mesiánicos crueles y desalmados. Los mismos que decapitaban a rehenes inocentes frente a las cámaras, para que tan horribles imágenes nos acompañaran en los noticiarios diarios. Unas acciones que estremecen hasta al ser menos sensible, por inútiles, por extremistas, por despreciables, por tan contrarias a la misma esencia de nuestra supervivencia como especie. Frente a ellas, cómo no valorar y agradecer el trabajo de los arqueólogos, ajenos a las mafias del ámbito, que esa es otra, quienes pasan horas, días, meses, años investigando minuciosa y pacientemente los restos de culturas extintas para que todos aprendamos de la Historia, y disfrutemos de las obras del ser humano en los museos. Cómo olvidar la tarea médica de entrega para salvar vidas, aun a costa de perder las propias por infecciones o estar en lugares de guerra en los que la muerte es la tónica. Es la eterna contradicción de las personas, capaces de lo mejor y de lo peor: mientras unas son modelos de comportamientos a seguir, otras son deplorables y miserables seres que solamente degradan la condición humana.

Foto: Lola Fernández

La misma relación de oposición encuentro entre valores aprendidos y la realidad a la que, en múltiples ocasiones, nos vemos expuestos a diario, en esta sociedad nuestra que parece no tener tiempo para detenerse un poco y permitir, al ralentizar su ritmo, la necesaria reflexión acerca de hacia dónde vamos y si es hacia donde quisiéramos ir. Tengo a mano un libro con muchos años, tantos como yo, pues su fecha de edición coincide con la de mi nacimiento, con el sencillo título de Lecturas, en el que a través de 48 textos de los más variopintos temas se trataba de inculcar a los lectores principiantes los principios y valores éticos de una buena persona. Uno de ellos, titulado ¡Ya llegan!, ¡ya llegan!, empieza así: El pobre “peque”, el desarrapado mendigo, andaba aquellos días muy cabizbajo. Si les digo que es sobre los Reyes Magos y que, gracias a la generosidad de los más pudientes, un niño mendigo conseguía pasar unas navidades alegres y con muchos regalos, entenderán que se trataba de inculcar el amor a los más desfavorecidos, nunca el rechazo, haciendo todo lo posible para que la tristeza desapareciera y se tornara alegría… Frente a esto, he seguido el caso del barco humanitario con migrantes a bordo rescatados en el Mediterráneo, que ha tenido que acoger finalmente Francia ante la negativa por parte del nuevo Gobierno ultraderechista, o fascista más directamente, de Giorgia Meloni en Italia a que atracara en sus puertos, con la amenaza además de considerar a los barcos de rescate barcos de piratas, sic, reservándose su derecho de atacarlos… Se ve que la señora Melones debió aprender a leer sus primeros textos en libros muy diferentes al mío, lo cual es para mí un motivo de satisfacción y alivio por lo que a mi modo de ser respecta.  Y me pregunto si tanta gente que se llama de bien y apoya estas doctrinas de odio, no alcanza a tener la suficiente inteligencia como para comprender que esos odios que hoy buscan a seres ajenos a ellos se volverán un día contra ella y ya será tarde. Es el sempiterno enfrentamiento entre el bien y el mal, y el peligro que corremos si finalmente ganan los enemigos de la razón, los que están en el lado equivocado.

566. Qué va a ser de nosotros

Por Lola Fernández.

Me pregunto qué será de nosotros como consecuencia del cambio climático, tan evidente, excepto a los ojos de los ciegos a nivel intelectual, que de nada sirve tener sentidos si se empecinan en el sinsentido de negar no ya sólo las evidencias, sino la voz de los científicos. Porque todos estos cambios son más lentos que rápidos, pero llevan tantos años advirtiéndonos sobre ellos, que ya no cabe el tonto consuelo de a mí no me pilla… Por mucho que haya gente con pocos dedos de frente, que siguen con lo de que calor en verano siempre ha habido, las olas de calor que hemos sufrido este verano, y las temperaturas que tenemos a esta altura de otoño, no son normales, y así lo señalan los registros oficiales; esos que, sin embargo, siguen ignorando los negacionistas de todo, que mira que les gusta a algunos, o a muchos, que es peor, negar… lo que sea, pero lo niegan.

Qué será de nosotros cuando lleguen otoños sin sus colores, porque si no hace frío, por qué habrán de protegerse los árboles de hoja caduca y prepararse para el invierno desnudando sus ramas, que es justamente lo que propicia esos colores otoñales que tanto seducen por su variedad y cromatismo. Cómo sabrán las aves migratorias que va llegando el momento de partir, si por los calores estarán dudando si es época de cría… Qué va a ser de nosotros si no llegan las lluvias y persiste el menguar de los pantanos, si se estropean los cultivos por la sequía, y se malogran las cosechas temporales. Me pregunto si se habrá de acostumbrar la Naturaleza a factores tan hostiles, cuando ni nosotros podemos sobrellevar con facilidad el cambio horario con que nuestros políticos persisten en castigarnos dos veces al año; que no sé ustedes, pero yo sólo tengo sueño cuando a media tarde ya es de noche. Son tiempos raros, la verdad, con los armarios sin definir, porque hasta la rebeca sobra la mayor parte de los días. Siempre nos hemos quejado por estas tierras de que apenas hay primaveras y otoños, que pasamos del calor al frío, sin tránsito; pero no recuerdo una primavera más fría que la de este año, ni unos calores más insoportables que los que hemos padecido desde que aquellos fríos se fueran, y de seguir así ya me imagino una navidad en mangas de camisa.

Ha pasado mucho tiempo desde que en Baza hacía un frío que pelaba, siempre digo que desde que construyeron los embalses y pantanos, y no recuerdo navidades sin todo nevado, porque antes de las vacaciones de diciembre nevaba copiosamente y toda Baza se vestía de blanco y de frío hasta bien entrado el nuevo año. Eso son ya recuerdos, y es lo que me da miedo: que los colores otoñales y los ciclos estacionales lleguen un día a ser recuerdos del pasado, ahora que el cambio climático empieza a mostrarnos los dientes como un lobo salvaje que avisa antes de atacar, para que nos dé tiempo de ponernos a salvo. Qué será de nosotros si eso ocurre, me pregunto preocupada mientras miro una bella pintura de Konstantin Gorbatov con poco más de un siglo, Otoño en las islas, 1919: en ella, los maravillosos colores propios de la estación, y la palpable sensación de frío en las aguas, y en las pocas figuras humanas en una barcaza y en el camino junto a la orilla. Qué va a ser de nosotros si la Naturaleza deja de ser una amiga que nos facilita la vida, y se convierte, a consecuencia de nuestras conductas, en una enemiga que nos haga muy difícil vivir.

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