442. De promesas y mentiras

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Pobres de los hombres y mujeres de Andalucía, con la convocatoria de elecciones para el 2 de diciembre, ay. La que nos espera es para armarse de paciencia, porque nada hay más desesperante que tener que aguantar promesas y más promesas cuando ya sabemos lo que dan de sí los políticos y sus proclamas electorales. Nuestra querida tierra, esta Andalucía tan mal tratada, y con tanta potencialidad desperdiciada, lleva 36 años gobernada sin interrupciones por los socialistas. Algo que, de tratarse de un auténtico socialismo, hubiera sido maravilloso para los andaluces en general. Pero sólo hay que irse a las estadísticas y comprobar que para nada ha sido la maravilla que se suponía cuando tras una dictadura pura y dura se alcanzó la democracia, y además con la izquierda para restituir la justicia social que tanto necesitábamos los ciudadanos andaluces. La verdad es que siento que nos han estafado, y no van a conseguir convencerme de lo contrario por mucho tirar de argumentario electoral. Ojalá la llamada a las urnas sirviera para trabajar en pos de resolver los problemas y dar respuesta a las demandas del pueblo que va a acudir a ellas con un arma tan potente como su voto. Pero no creo que sirva para nada. La dinámica es tan repetitiva y cansina que aburre a cualquiera. Un derroche de gastos para lucimiento del candidato o la candidata de turno, un equipo a su servicio para que la ineptitud quede más o menos disimulada, unos datos específicos de las zonas a visitar, un llamamiento a las bases de los partidos para que estén ahí y no fallen, etcétera. Siempre lo mismo, cada vez todo igual. Y nosotros y nosotras, los votantes, sin lograr cambiar nada ni a nadie. Supongo que porque para conseguir algo, hay que quererlo de verdad, e ir más allá de las conversaciones de pasillo, y de salón, y de barra de bar.

Foto: Lola Fernández

A ver, estamos aquí, por estas tierras nuestras dejadas de la mano de quien ostenta el poder, que sólo se digna a darse una vuelta de vez en cuando por los cortijos afines a su persona; siempre con pensamientos electoralistas, nunca con la pretensión de acabar con nuestros problemas, que los tenemos y son muchos y a veces graves. Tanto como para no lograr remontar el vuelo del progreso económico y dejar de ser una de las zonas más pobres, no ya de la provincia o de la autonomía; no, ya incluso a nivel nacional, que ya es decir. Estamos aquí, pero no nos queda otra que irnos si queremos vivir bien, porque nuestra realidad es mortecina y todo lo que se anuncia es arreglar cosas muertas; cuando se arreglan de verdad, que la mayoría de las veces hasta con decirlo y no hacerlo, basta. Que que se arregle un ruinoso patrimonio sólo pondrá guapas unas calles, pero no va a dar de comer a nadie. Para crear riqueza hay que invertir, y para las inversiones hay que ayudar. De acuerdo que los políticos no son empresarios, menos cuando les interesa, claro; pero si no se ayuda a los que sí lo son, qué empresas de envergadura van a pensar en Baza, por favor. Si estamos pidiendo la vuelta del tren, y se nos olvida que hasta la Autovía del Almanzora está sin concluir después de años, muchos, de retrasos y promesas incumplidas; que, son pura y llanamente, simples mentiras. Miro el cielo cuajado de nubes, en estos días de lluvia, y pienso que es una pena que los nubarrones sean la tónica simbólica que nos ha tocado soportar en nuestra comarca, olvidada e ignorada. Así es muy difícil que podamos sentir la alegría de unos cielos despejados en los que el progreso y el bienestar general sean la tónica y el pan nuestro de cada día… ¡Que ya está bien de promesas y mentiras!

441. Una apuesta por la alegría

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Hay muchos motivos para el llanto; basta con tener algo de sensibilidad, tampoco demasiada, y sentir tristeza por la cantidad de cosas que podrían ser de otra manera, mucho más generadoras de bienestar, que lo contrario. No sé si es que hay quienes pueden vivir en la inopia, al margen de lo que ocurre a nuestro alrededor, más o menos lejano, pero realidad circundante al fin. Porque no me creo que posean la frialdad de no conmoverse con nada; aunque a veces, al menos a veces, una tiene la sensación de que no se puede acarrear encima con todas las penas del mundo, e igual es que más que frialdad los hay que optaron por la alegría. De acuerdo en que hay demasiadas razones para sentir congoja, a veces propia, a veces solidaria. Que si la infancia sufre es muy difícil reír; que si la justicia es injusta, es fácil la rabia; que si unos derrochan mientras otros malviven entre carencias, imposible mantenerse callados. Es verdad, eso y muchísimas cosas más, de ello no hay la menor duda; pero no sé si el llanto, la ira, el grito, y tanta emoción negativa que muy oportunamente sintamos la necesidad de expresar, nos va a servir para algo más que para vivir en un continuo enfado que sólo nos pone tristes y nos regala una insoportable y estéril impotencia. Sentir el dolor ajeno no ha de conllevar el dolor propio, porque entonces nos metemos en un bucle de aflicción perpetua. Se puede hacer lo mismo, sentir igual y no dejarnos arrastrar por el negativo egoísmo de los tiempos que vivimos, con una actitud positiva y con una apuesta por la alegría. Es como impermeabilizarnos y que lo feo y lo malo no nos traspase y nos cale hasta los huesos.

Foto: Lola Fernández

De manera que no hay que sentirse culpable de estar alegre aunque haya quienes sólo sufran. Si nosotros no contribuimos a ese sufrimiento, y además somos sensibles ante él, también tenemos derecho a estar felices, sin la sensación de que estamos cometiendo un pecado. Pecadores los que generan el dolor de los demás sin importarles nada, sólo para vivir mejor ellos. Pero allá cada uno con su propia conciencia, porque no vamos a cumplir penitencias que no nos corresponden. Quiero quedarme con lo bonito de la vida, que es mucho; y además, lo siento por quienes se sientan en sus tronos de opulencia pensándose superiores al resto de los mortales, lo mejor de la existencia suele ser gratis y estar al alcance de cualquiera. Así que me abrazo a lo que la vida me regala y apuesto sin dudarlo un segundo por lo grato y placentero. Quiero sentirme contenta y entusiasmada, abrazarme al alborozo que me traigan los días, y dejarme ser feliz sin sombras. Pretextos para la felicidad nunca faltan si queremos acogernos a ellos y que nos sirvan de refugio contra la desolación. Quiero dichas, contento y risas, y para ello me basta estar despierta y no levantar barreras. Un amanecer bonito, un cielo espectacular, un paseo por el campo, un baño de bosque, el mutar colorido de las hojas en este otoño tan hermoso para los sentidos, la carcajada de los más pequeños, la sonrisa agradecida de los más mayores, la lealtad de mascotas que se sienten queridas y devuelven con creces el cariño que reciben, ver el vuelo de las aves jugando sobre nuestras cabezas, las flores y las plantas que adornan nuestra vida, las palabras de quienes comparten con nosotros eso que llaman amistad, el amor, despertar con la ilusión de hacer cosas y hacerlas, el sol calentando nuestras horas, la noche regalándonos un techo de planetas, satélites y estrellas, etcétera. Rellenen ustedes las casillas de su propia y personal apuesta por la alegría, estoy segura de que hay muchas cosas a las que aferrarse para mandar al destierro desconsuelos y desdichas.

440. Renovar la rebeldía

Por Lola Fernández Burgos

La desobediencia es la virtud original del hombre. Mediante la desobediencia y la rebelión se ha realizado el progreso.

Oscar Wilde

 

Lo que más me gusta de la vida es que el ir cumpliendo años te añade sabiduría vital, de esa que no se aprende en los libros, sino con las experiencias personales, sean positivas, negativas o indiferentes, si es que sabes extraer consecuencias de ellas. Y lo mejor es ir renovando la rebeldía, con o sin causa, pero rebeldía al fin. Nada más mortecino que difuminarse en los contornos de la masa no pensante. Eso que decíamos de adolescentes, que tuvimos que serlo, qué le vamos a hacer, de que no queríamos ser borregos… Pues algunas, y algunos también, sin duda, cumplimos nuestro firme propósito de entonces: el de tener personalidad propia y el de elegir nuestro camino de felicidad personal, no el sendero marcado para que los demás se sientan felices. La de personas que conozco que son desgraciadas por jugar a gustar, en vez de vivir con gusto lo que desean en realidad. La de gente que en vez de sentir, pensar, creer…, juegan a adaptarse a las expectativas ajenas, perdiendo siempre, por supuesto. Y es que la única manera de ganar es optar por nosotros, no por los demás. Sí, es verdad, se escucha mucho eso de a mí no me importa lo que piensan los demás, pero ay, del dicho al hecho hay mucho trecho…

Así que un maravilloso ejercicio es el de renovar los votos de rebeldía, no lo duden ni un instante. No es egoísmo, para nada. Y eso que desde que somos egos, el ser egoístas no es en absoluto algo extraño. Yoísmo, lo llaman así para despreciarlo; pero si no somos nosotros mismos, seremos lo que ni se sabe qué. Una cosa es quedarse en el culto al yo, al ego, algo insufrible y de gente tonta y vanidosa; y otra muy distinta es elegir aceptarnos y tener claro que, en caso de conflicto, resultaremos los vencedores, porque no hay que ser siempre unos perdedores. Por mucho que nos eduquen en la idea de que hay que ser obedientes, desobedecer es algo fascinante. Y hablo de una desobediencia de personas adultas, no de niñas y niños malcriados. Y como decía, se trata de optar por lo personal, cuando surja un dilema ante lo grupal. Porque si no hay distorsión, pues como que todo irá de maravilla y sin problemas. Si no hay oposición de intereses, si no se dan posturas enfrentadas, entonces mejor que mejor, porque no hay que elegir. El quid de la cuestión aparece cuando queremos hacer algo y hay un choque entre el quiero y el debo. Que ya está bien de obligaciones, de deberes, de imposiciones, de compromisos. No me da la gana de hacer lo que no quiero, sólo porque se supone que es lo que debo hacer. ¿Rebeldía? Pues llamémoslo equis. Me voy a los sinónimos y aparecen: desobediencia, indisciplina, contumacia, obstinación, indocilidad, indomabilidad, levantamiento, pronunciamiento, revolución, sublevación e insurrección. Madre mía, ni una sola palabra con matiz positivo. Pero es que en los antónimos aparecen acatamiento y sumisión. ¿En qué quedamos? Porque entre ser sumisa o ser rebelde, lo tengo tan claro… Lo siento por los señores, muchos, y las señoras, poquísimas, académicas de la lengua española, pero ser rebelde puede ser lo más positivo de nuestra personalidad. Pero claro, para serlo, e incluso para entenderlo, hay que tener eso mismo: personalidad.

439. Es sólo instinto maternal

Por Lola Fernández Burgos

Nos están matando. A las mujeres nos están matando. A puñetazos y patadas, a golpes asesinos, a cuchilladas…, de todas las formas posibles que existen para matar; para arrebatar una vida por vivir, sin más motivo que porque sí, y porque no pasa nada, lo estamos viendo, no pasa nada de nada. Antes decían que es que no se denunciaban los malos tratos para evitar que acabaran en muerte, y ahora resulta que da exactamente igual que se denuncien, porque nadie hace lo más mínimo para que la estadística de asesinatos machistas deje de crecer y crecer y crecer. Las pobres mujeres maltratadas piden auxilio a la Policía, a la Guardia Civil, en los Juzgados, en los Centros de Mujeres (esos que se financian con nuestros dineros para ayudar a las mujeres) …, y nadie impide que acaben muertas a manos de esos hombres que no son tal y que les tocó en una vida que se les transformó en infierno. Lo peor de la estadística, no se nos olvide, es que detrás de cada frío dato hay una tragedia, no ya sólo personal, sino familiar. Con cada mujer asesinada muere de dolor en vida toda su familia, que llora desesperada sin comprender por qué el sistema no les ayudó para que no tenga que enterrar a personas completamente inocentes y desamparadas.

Nos están matando, y están matando a nuestros hijos e hijas, sólo con la intención de hacer aún más daño. Porque a una madre se le incrementa el terror del maltrato cuando se le toca a los hijos. Lo llevamos viendo desde hace mucho: los cobardes, que tienen la osadía de creerse hombres, cuando no pueden llegar a “sus” mujeres, que es que piensan que les pertenecen y por ello pueden hacer con ellas lo que les plazca, atacan directamente a los niños y niñas que llevan la desgracia de padecer el insoportable ambiente de maltrato en sus casas desde el nacimiento. Los atacan hasta la muerte, sin más, sin titubeos, como quien se bebe un vaso de agua; total, están hartos de infringir dolor, un paso más no les debe de parecer demasiado. Los hay que después se quitan de en medio, tan valientes como siempre; que es que nunca entenderemos por qué, si van a quitarse la vida, han de hacerlo llevándose antes por delante a seres inocentes que sólo tuvieron la desgracia de toparse con semejantes repugnantes asesinos. Y los hay también que se quedan tranquilos esperando que la Justicia sea tan benévola como lo es ante su historial de maltrato continuado. No sé cómo pueden dormir tranquilos los Jueces y las Juezas que toman decisiones que después acarrean muertes de inocentes que ellos podrían haber evitado decidiendo a favor de las víctimas y no de los verdugos, como ocurre un día sí y el otro también.

Todos y todas deberíamos ser Juana Rivas, la granadina que no quiso darle a los hijos a un exmarido maltratador. Conocemos perfectamente el caso, y sabemos que se le ha atacado judicialmente a ella, en lugar de protegerla. Sabemos que se ha hablado de secuestro, de mala madre que les roba a los hijos el derecho de disfrutar de su padre, y demás cosas alucinantes como se han dicho y defendido; y no sólo por hombres, también por mujeres, y, lo que es aún más increíble, por madres. A nadie le ha importado que los hijos se queden sin su madre, que se les haya entregado a alguien que se ajusta al perfil, ya lo vemos, no es paranoico pensarlo, de un posible asesino para atacar a una madre que escapa del maltratador. Se ha defendido al castigador, no a la víctima del castigo; es más, se ha hecho de esta la culpable y hay una sentencia de años de cárcel sin poder ver a sus hijos. No, no estamos bien, esta sociedad está enferma cuando bautiza el instinto maternal como secuestro, como delito que hay que perseguir y atajar. Después de qué sirven los minutos de silencio, si ni aunque fueran horas podrían tapar la vergüenza de un sistema machista y patriarcal, que sólo defiende a los hombres y que se olvida de las mujeres. Pero esto no puede seguir así, porque nos están matando, y están matando a nuestros hijos e hijas; y no es un delito tratar de preservar su vida, es sólo instinto maternal.

438. Malos tiempos para la libertad

Por Lola Fernández Burgos

En los mismos ríos entramos y no entramos, (pues) somos y no somos (los mismos).

Heráclito de Éfeso

Foto: Lola Fernández

Llega el otoño con su cálida belleza mutante, y la frivolidad estival se torna emoción. No puedo encontrar una estación en la que nos hallemos más expectantes, pues se diría que los días se suceden jugando a ver cómo sorprendernos, que a estas alturas de vida, con tantos ciclos habiendo pasado por nuestras edades, parecería casi imposible. Pero no, el otoño es el tiempo de la renovación por excelencia, y para renovarse hay que cambiar, pues sería vano intento pretender hacerlo tirando de lastres caducos, que sólo son pesos muertos. Hay que vestirse de personas nuevas, y para ello nada mejor que desnudarse de todo lo viejo, a todos los niveles y en todos los sentidos. Y hablando de sentidos, ay, el otoño es un alucinante carrusel de deslumbrantes estímulos, y séame permitida la exageración, más allá de por ser andaluza, por sentirme viva y enamorada de la vida y de una naturaleza imposible de describir cuando llegan estos meses. Lo han intentado los hombres y las mujeres poetas; también, los amantes del pensamiento y de profundizar en busca de respuestas ante las incógnitas vitales; cualquier ser humano con un mínimo de sensibilidad ha sentido que el latido otoñal es absolutamente especial, todo un tránsito hacia los meses más duros. Así que vivamos el otoño deleitándonos en él, que ya llegará el invierno con su castigo de días menguantes hasta lo insoportable.

Y en medio de tal vorágine de la Naturaleza, el hastío de la actualidad, viviendo un mortecino tiempo de aburrimiento fatídico y funesto; pues es una grandísima pena, pero soportamos malos tiempos para la libertad. Puede que antes, en España, hubiéramos atravesado por etapas semejantes en los aspectos negativos que tiñen la realidad nuestra de cada día… pero estoy segura de que nunca como hoy hemos sido tan conscientes de la falta de ilusión; o, directamente, de la sensación de desengaño, o de engaño, o de estafa social como en estos momentos. Hay como una capa de falso brillo que matiza los acontecimientos; como queriéndonos vender alegría donde sólo hay una profunda tristeza. Estamos atravesando momentos que jamás imaginé tan feos y desagradables, de soterrados odios, de enfrentamientos casi imposible de enmascarar. No sé si alguien estará contento, pero el descontento es tan general, que es poco menos que unánime. Hablas con la gente y se encuentra como esperando no se sabe qué, pero sin ilusión; como dándose por vencida en una lucha en la que nunca entró, pero en la que está, y además derrotada. La verdad es que pocas veces viví peores tiempos para las ganas de conseguir logros a partir del trabajo personal. Como si se tuviera la sensación de que el esfuerzo no merece la pena, porque no va a llevar a los objetivos que persigue. Un tiempo de brazos caídos, de saber que hay demasiadas trampas para las personas honradas, cuando la senda para los deshonestos es un camino de rosas, y además sin espinas. No sé, tal vez lo mejor será entender el momento como se vive la estación otoñal, un tiempo para la mudanza y la  metamorfosis más profunda, y aprovecharlo para renovarnos en las cosas positivas que se quedaron atrás. No todo lo que vamos abandonando es siempre una pérdida; a veces ocurre todo lo contrario, y al final resulta que el balance es positivo y lo que creíamos que se malograba, no era sino una oportunidad para encontrar lo verdaderamente importante.

437. Y llega el verano

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Como quien no quiere la cosa, cuando en otros años ya hace meses que nos quejamos de los calores, hete aquí que, en apenas unos días, el clima, casi infernal, nos avisa de que, finalmente, llega el verano. Ay, ya se sabe que la cosa es quejarnos, si hace frío, por el frío; y si calor, por el calor. Y eso que dicen los que entienden, que quejarse es nocivo para la salud; pero ni caso, que en eso, y en tantos otros asuntos, invariablemente, nos importa poco lo que digan los entendidos. La cosa es que sin darnos respiro, el aire es insufrible, y no se ha terminado de ir la primavera, cuando ya desesperamos por unas temperaturas que no han ido ascendiendo progresivamente, sino que se han lanzado a nuestra yugular como vampiros hambrientos, dejándonos exhaustos y buscando sombras que no logran aliviarnos. Claro que las quejas por las temperaturas son peccata minuta frente a las lamentaciones por la impresentable imagen de la vieja Europa, de quienes creíamos vivir en un paraíso de progreso y solidaridad para con los más necesitados, y de repente descubrimos que sólo es un continente xenófobo que multiplica sus invisibles fronteras frente a quien llama desesperado a sus puertas. A Europa le importa poco si los refugiados sin refugio se mueren una vez han logrado escapar del infierno de sus países de procedencia: mientras no entren en sus tierras, que hagan lo que quieran; ya sea engrosar el número de muertos en esa fosa común marina que es el Mediterráneo, ya sea vagar de puerto en puerto hasta que alguien se apiade de ellos y permita que dejen atrás el éxodo de su abandono.

Por esta vez ha sido España la que ha dado la talla de nación civilizada, permitiendo que después de ocho días de travesía y siendo rechazados en Italia y Malta, los más de seiscientos migrantes en aguas mediterráneas hayan podido entrar en nuestro país y recibir el trato humanitario que se merecen. Niños, mujeres embarazadas, menores solos, hombres y mujeres, todos ellos son supervivientes de una huida en la que se juegan la vida, y del drama de no ser aceptados en lo que ellos suponían un paraíso y pronto descubren que es otro infierno, distinto del que huyen, pero infierno al fin. La vetusta Europa, anquilosada y decrépita, sin la capacidad de reacción que se precisa para adaptarse a las nuevas realidades de los tiempos modernos; anticuada y rancia, carente de generosidad y apoyo, lejos de los valores que se le presupone al conjunto de unos países de progreso y defensa de una sociedad humanitaria y sensible con los problemas de los semejantes, por muy de lejos que vengan. Pero mientras este grupo de personas abandonadas a su mala suerte acaparan la atención de los medios de comunicación, en nuestra tierra andaluza el drama se reproduce a diario, y más cuando se acaba el tiempo de las inclemencias adversas. No pasa un día sin que en el Mar de Alborán o en el Estrecho de Gibraltar lleguen a cientos, que suman miles, los que huyen sin importar

Foto: Lola Fernández

les dejarse la vida en el intento. Sin contar el reguero de muertos que van incrementando la cifra total de una tragedia a la que no puede dar solución un solo país sin el concierto del resto que conforman eso que llaman la Unión Europea. Porque si esta quiere ser realmente una organización internacional y una comunidad política de derecho y progreso, habrá de empezar a buscar soluciones para los nuevos problemas de nuestro mundo, que para nada son los de su constitución, y que desde luego van mucho más allá de asuntos monetarios y trasnochadas políticas de confederación. No se pueden cerrar los ojos, ni las puertas, a los problemas reales del presente, por mucho que se pretenda vivir anclado a un cómodo pasado que se ha quedado tan añejo como la vieja Europa. Y en esto que llega el verano y parece que todo es más fácil, cuando quizás sea todo lo contrario.

NOTA: Y desde luego, lo que ocurre con la llegada del verano, y que conocen quienes me leen, es que descanso hasta que pasa nuestra Feria y entra el otoño. ¡Felices meses veraniegos!

436. Aires de fiesta

Por Lola Fernández Burgos

Que la libertad de expresión es un derecho fundamental a proteger por el Estado está muy claro desde su inclusión en 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Como tal es considerada por nuestra Constitución, y sólo parecen ignorar tal esencia los gobernantes que posibilitaron la conocida como Ley Mordaza, que es un atentado claramente anticonstitucional contra las libertades públicas. Pero a pesar de semejantes atropellos institucionales, que espero cesen mejor antes que después, cuando la gente quiere algo y es consciente de que le pertenece y se lo han robado o están en pleno atraco, sale a la calle y esta se llena de aires de fiesta. Es la celebración de la democracia y la libertad, más allá de impuestas mordazas que no podrán jamás acallar la voz de un pueblo que se sabe con la razón y, sobre todo, con sus derechos. Hay que ser muy inepto para creer que a base de normas y censura se pueden restringir las múltiples expresiones de la libertad. Quien crea que puede dirigir las fuerzas y cuerpos de seguridad contra la ciudadanía, en vez de para protegerla, es que no tiene ni idea de lo que significa eso de que es imposible ponerle puertas al campo. No se puede limitar por mucho tiempo lo que no admite límites, más allá del obligado respeto mutuo. Es aquello tan manido que repetíamos en la adolescencia de que tu libertad empieza donde acaba la mía, queriendo recordar que nuestros derechos se pueden ejercer siempre y cuando no vulneren los de los demás. Pero más allá de esto, imposible frenar los derechos fundamentales y las libertades públicas.

La gente sale a la calle y no valen mordazas, como por ejemplo hoy hay muchos miles y miles de personas en Sevilla capital acudiendo a la convocatoria de mi admirado Jesús Candel, Spiriman, para reivindicar una sanidad pública andaluza digna y justa; algo que obviamente nos pertenece a todos y todas, y deberíamos disfrutarla sin necesidad de reivindicarla. Pero hete aquí que no es el caso, que cada vez tenemos un sistema sanitario más deficiente y lleno de carencias, que no sólo empobrecen la calidad de la asistencia en lo relativo a la salud, sino que provocan muchas muertes claramente evitables. Hay cosas con las que no se debería de jugar, y la vida y la salud están entre ellas sin ningún tipo de duda. Y ello, sin admitirse privatizaciones, recortes, corrupción, y una serie de prácticas claramente inaceptables si queremos gozar de una sanidad pública sana, permítaseme la redundancia. Que es preciso acabar con la libre designación de ciertos cargos y potenciar la competencia profesional; dejarse de fusiones y demás ideas descabelladas que redundan en el menoscabo de nuestros derechos en cuanto a asistencia y prestaciones; y, en definitiva, acabar con los enchufes y la politización de la sanidad pública… tanto en Andalucía como en toda España. Así que hoy hay aires de fiesta en la capital oficial andaluza, pero trascienden los límites sevillanos, porque se está luchando por los derechos de todas las mujeres y los hombres andaluces, y, a la vez, por todos los de la sufrida ciudadanía de nuestro país. Ciudadanía que es más que evidente que posee una categoría y calidad humana de las que, por desgracia, carecen muchos de los gobernantes que nos han caído en (mala) suerte. Espero y deseo que la fiesta sea general muy pronto, y que podamos decir que, en cuanto a nuestro sistema sanitario, al menos en él en este caso, somos afortunados y nadie nos va a seguir robando los privilegios que nos corresponden.

435. Sin esperar milagros

Por Lola Fernández Burgos

Digamos que quien espera desespera, y que nada hay más agradable que recibir algo que te gusta cuando ni siquiera habías pensado en ello. Por eso, lo que ha ocurrido en nuestro país en cuestión de unas pocas horas es algo que me parece casi milagroso, pero aún más maravilloso desde el momento en que me pilló, como prácticamente a todos y todas, en el limbo, ese en el que puedes esperar cualquier cosa menos milagros que vengan a ilusionarte. Poder utilizar algo que nuestra Constitución contempla como mecanismo para desalojar a alguien del poder, tal como una moción de censura, y que esta prospere gracias a los representantes de doce millones de españoles, frente a los once millones restantes representados por las fuerzas políticas, ha sido sorprendente; una magnífica sorpresa para quien como yo sólo había visto fracasar las anteriores mociones a lo largo de la reciente historia de nuestra democracia. Y si recelaba de poder hablar de democracia, cuando la separación de poderes imprescindible para ello es más que dudosa, ver cómo ha ocurrido todo me hace recobrar no ya sólo la ilusión por la Política, sino la confianza en nuestro sistema y nuestro Estado. Así que cambio de Gobierno y de partido en él, y para quienes dicen que el Presidente saliente no se ha ido sino que le han echado, les diré que en efecto, le ha echado la democracia porque la ciudadanía ya no puede soportar más corrupción y más chorizos mangantes sin responder por sus robos a manos llenas.

Pero aún ando completamente sorprendida, y más de que haya quien todavía tiene la poca vergüenza de decir que es una fuerza nueva y regeneradora, y ser precisamente la única que ha apoyado en esta moción de censura al partido más corrupto de la democracia, y no lo digo yo, sino los jueces a través de sus sentencias. Cuando escucho ahora apremiar para que haya elecciones a los mismos que hace muy poco decían que unas elecciones son muy caras y el país no está para eso, es que me da la risa. Los hay que son tan tontos, pero tontos muy tontos, que no tienen reparos en decir un día blanco y al otro negro, sólo en función de sus propios intereses. Y ese partido que se llama progresista y dice ser un modelo de limpieza y nueva savia, ¿o era zumo de naranja?, está tan creído de que las encuestas precocinadas para auparlo al poder son algo más que pura patraña, que le entra una urgencia casi lisérgica, excitación máxima, para que todo se conjugue a su favor y pueda llegar a ser algún día el rey del mambo, en Cataluña y en España. Pobres cretinos, habrá que dejarles soñar; al fin y al cabo, los sueños, sueños son. Lo peor de eso es que después hay que despertar, que es lo que les ha pasado en esta ocasión, que pensaban que eran imprescindibles, y han comprobado que son más estériles que abonar el asfalto. Pero bueno, yo les diría a sus seguidores, algo confundidos si hablan de progreso en lugar de retroceso, que no desesperen, que igual que ahora ha ocurrido un milagro sin esperarlo, a ellos también les puede sonar un día la flauta, como a los burros con suerte. Espero que no, pero mira, seguir soñando no cuesta nada, porque es de las pocas cosas que en esta sociedad es gratis. Eso sí, harán bien si no esperan milagros, porque parece ser que es la mejor manera de que ocurran…

434. Tiempo de rosas

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

En lo profundo de sus raíces, todas las flores mantienen la luz

Theodore Roethke

Por favor, la naturaleza esta esplendorosa: es un momento en que, si crees en ella, hay un espíritu sagrado en cada uno de sus elementos. En los campos, una transformación mueve por ellos a los humanos; y las máquinas y los hombres y mujeres jornaleros que tienen en la tierra su trabajo, pasan horas sin descanso y sin desmayo. Cada día es diferente, por la acción natural, y por las labores humanas, que dejan una huella muy reconocible tras de sí. Al igual que hay personas que gustan de pasar horas frente a una nueva obra de construcción, entre las que me encuentro sin duda, dedicar ahora el tiempo a la contemplación de sembrados, huertas y terrenos, es un pozo de sorpresas sin igual. Totalmente recomendable para quienes no lo hayan experimentado, con la seguridad de que si lo hacen, repetirán. Y es que si la flora está en un momento de máximo fulgor, qué decir de las aves, por quedarme con ellas de entre toda la fauna. Los pájaros están preparando los nidos ahora que parece que frio y lluvias se irán definitivamente, y se afanan para nuevas vidas. Los cantos y ritos pajareros son de tal riqueza que sólo los sordos y ciegos pueden sustraerse a semejante belleza. Imposible no ser feliz entre tanta fuerza natural que se manifiesta en múltiples formas y esencias. Es conocido que los terapeutas del espíritu recomiendan baños de bosque para ahuyentar penas y tristezas. Pues añadan la campiña y las praderas y las playas y riberas de los ríos a los bosques, y la terapia para la felicidad será completa. Nunca lograr el bienestar está más al alcance de las manos; apenas hay que hacer nada para tocar el cielo con los dedos, sólo estar bien despierta sensorialmente. Porque en contra de lo que ocurre en otras ocasiones y aspectos de la vida, aquí la multiplicación de estímulos nunca es un exceso.

Foto: Lola Fernández

Y entre todos los milagros de este tiempo, las flores son el prodigio que me puede parecer más regalo de los dioses. Porque a la belleza que inunda nuestra vista, hemos de añadir su fragancia llenando el aire de olores fascinantes que a veces es difícil reconocer por dónde nos llegan y de dónde proceden exactamente. Vas paseando y los aromas te embriagan: azucenas, jazmines, clavellinas, celindas, los mantos de flores silvestres que llenan de colores las hierbas, y muchas más flores que desprenden su olor particular y propio. Pero entre todas esas flores, me quedo con las rosas, porque si maravillosos y variadísimos  son sus colores, qué decir de su aroma cuando huelen, que es casi siempre. Por eso estos fascinantes días que vivimos en mayo, mes que no podía conocerse sino como el de las flores, yo los llamo tiempo de rosas, por su intensidad y perfección casi divina, por su resplandor y plenitud, por regalarnos tanto en cientos de especies y miles de variedades. Tiempo de rosas que transforma la monotonía en paraíso y que convierte la vida en un jardín, con lo que ello implica de diversidad y disfrute, de oasis en el que encontrar refugio y alivio cuando lo necesitamos, a salvo de dificultades y cansancio. No lo duden, disfruten de este tiempo con pasión y entusiasmo, y olviden que en los rosales conviven rosas y espinas; ya tendremos el resto del año para caer en la cuenta, que para lo menos bueno siempre hay otros momentos.

433. Jesús Candel

Por Lola Fernández Burgos

Los débiles no luchan. Los más fuertes quizás luchen una hora. Los que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero los más fuertes de todos, luchan toda su vida, éstos son los indispensables.

Bertolt Brech

 

Entre los granadinos es muy famoso ya el doctor Jesús Candel, también conocido como Spiriman, porque ha liderado desde el principio la lucha contra la fusión hospitalaria en la capital, consiguiendo que las manifestaciones por dos hospitales completos fueran las más multitudinarias nunca vistas en Granada. Ni qué decir que su fama ha rebasado los límites de la capital y la provincia, siendo un ejemplo en todo el país a la hora de luchar por los derechos ciudadanos. Y ello en el tema de la sanidad pública, y en otros, pues dentro de lo posible, Spiriman ha puesto su poder de convocatoria al servicio de otras causas en las que ha creído, si bien ha debido centrarse en el ámbito de la defensa de una sanidad pública sin corrupción, puesto que es inviable llevar a cabo la realización de su profesión médica y estar en todas las batallas por los derechos ciudadanos. Imposible no quitarse el sombrero ante este médico joven y concienciado, que ha decidido seguir al frente de una lucha que considera necesaria, a pesar de la persecución, profesional y personal, que ha sufrido desde el momento en que se ha visto la fuerza que tiene para concentrar junto a él a multitud de personas con independencia de ideología política; algo que personalmente me parece extraordinariamente infrecuente y valioso. Es muy difícil que te sigan personas de cualquier partido, o de ninguno, porque creen en ti y en la autenticidad de tus reivindicaciones, y no por seguir las consignas políticas del partido que ostente el poder en un momento dado.

Porque esto último es lo que estamos ya hartos de ver, y de hecho ha pasado igualmente en Granada capital, que su mismo alcalde no ha estado ahí, al frente de las demandas de todo un pueblo, sencillamente por ser del mismo color político que las instituciones a las que dichas demandas van dirigidas. Visto lo visto, nada tiene de extraño que un dirigente político no tenga las manos libres para actuar si su acción no va acorde con la de su partido. Pero no creo que sea tan imposible que alguien se deje de consignas y se coloque allá donde sus representados, por inmensa mayoría y echándose a la calle las veces que haga falta, le exigen. Sobre todo por una cuestión muy simple, que no es otra que al representante lo eligieron para representarles, que es tanto como ponerse en su lugar y hacer lo que ellos desean, no lo que le ordene un partido. Pero bueno, hay quien entiende qué es eso de estar al servicio de la ciudadanía, y quién no va más allá de trabajar por dar satisfacción al interés personal, doblegándose a los dictados de instancias superiores. Y digo lo de superiores a nivel jerárquico, que no de categoría ética y de vergüenza cívica, entiéndaseme. Así que no van a conseguir acabar con el popular y querido Spiriman, por mucho que le denuncien desde dentro de su mismo colectivo; o le amenacen, no ya sólo a él, sino también a su familia; o aunque la mayoría de los medios de comunicación ignoren la multitudinaria repercusión de cada una de sus convocatorias a exigir en la calle respuesta a unas demandas absolutamente justas y necesarias. Y no lo harán porque la razón está de su parte, porque él simplemente lidera una causa en la que cree y que no busca sino la mejora de la sanidad andaluza y la defensa de los derechos de sus pacientes y profesionales. Y eso es batallar no por intereses personales y particulares, sino por nuestros derechos y por el bienestar general, lo cual le honra y es lo que hace muy grande su lucha.

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