628. Contrastes y cambios

Foro: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Nos pasa con frecuencia que, frente a cambios que están ocurriendo ante nuestras propias narices, no somos capaces de verlos en su justa medida, por aquello de que es precisa cierta perspectiva temporal para comprender qué ocurre; es decir, que el aquí y ahora se nos suele escapar y lo aprehendemos cuando ya es un allí y entonces, y ello tanto para lo bueno como para lo malo. No es que estemos despistados ni que seamos tontos, más bien que cuando vivimos no somos muy conscientes de lo que estamos viviendo. Quién no se ha dicho alguna vez algo como yo entonces era feliz, precisamente cuando la desdicha posterior nos permite comparar; que sí, que las comparaciones son siempre odiosas y no conducen a nada positivo, pero somos seres de contrastes y nos solemos mover mejor en términos de dicotomías. Frío/calor, bueno/malo, apetecible/desagradable, y un tan largo etcétera que no cabe ni en un diccionario enciclopédico, aunque matiza nuestros días como ni siquiera llegamos a imaginar. Qué van a saber los críos que a una temprana edad se asustan de su misma sombra, que ella será una perfecta compañera hasta el fin de sus vidas. Se dice que sólo los tontos son felices, y sin saber muy bien quiénes son esos tontos, que seguramente lo somos todos en mayor o menor medida, la verdad es que con ciertas dosis de ignorancia a veces se está en la gloria; una vez más las contradicciones marcan la pauta, y así, qué felices están los infelices, sin enterarse de nada. Me pregunto qué preferirán ustedes, si estar al tanto de todo o vivir en la inopia y que no haya preocupaciones que nos quiten el sueño. Seguramente, en el punto medio está la virtud, pero a ver quién es el guapo que se sabe manejar con los promedios, tan dados todos actualmente a la radicalidad y los extremismos.

Foro: Lola Fernández

Como fluyen las aguas en fuentes y acequias, felices de ser y sin saber adónde irán, alimentando vidas, refrescando, saciando la sed, así se mueve la existencia, ajena a nuestros problemas y disquisiciones. Porque no hay que reflexionar demasiado para alcanzar la verdad, si ésta se desperdiga en múltiples dimensiones que conducen a que no haya un conocimiento unitario: al final ocurre que lo que para alguien es válido, para los demás no vale nada, y quién sabe si la razón está en ese alguien o en los demás. Incluso para una misma persona, lo que ayer era perfecto, hoy es pura inutilidad; así que cómo no vamos a entender algún día que somos puro cambio, y que no estamos capacitados para percibir cuándo, cuánto y en qué sentido cambiamos. Es como mirarnos al espejo: lo llevamos haciendo desde niños, y siempre nos vemos reflejados, sin darnos cuenta de que el crío que miraba es de repente el anciano que se contempla. Ya lo decía Heráclito, el filósofo griego presocrático: Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos. Entonces, dejemos que fluya la vida, y fluyamos con ella, siguiendo el curso de las aguas, o a contracorriente, según el momento y las circunstancias, y sin olvidar que lo que haya de ser, será.

627. Peor, imposible

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Cada vez con más frecuencia, y eso que aún no me considero de eso que llaman la tercera edad, me acuerdo de los que sí son mayores y tienen que lidiar a diario con unas tecnologías que llaman nuevas, aunque ya son también algo vetustas, y que no dejan de incordiarnos cada vez que precisamos realizar cualquier tramitación vía internet. Entre las muchas consecuencias negativas de la pandemia del coronavirus está el gusto por escaquearse la administración y muchas entidades privadas a la hora de la atención pública. Se acomodaron a lo no presencial y parece que no quieren ver personas, sólo escuchar o leer mensajes; pero hace ya mucho que no hay peligro de contagios, y la cara dura es de cemento. Y siempre pienso en la gente mayor y las muchísimas dificultades que tienen para moverse a nivel ordenadores, sin olvidar las innumerables barreras arquitectónicas que todavía se sufren en los urbanismos actuales. Se ve que esta sociedad obvia algo tan simple como que todos vamos a llegar a viejos, si la muerte no nos lleva por delante antes de tiempo y las estadísticas de la progresiva esperanza de vida en el primer mundo se cumplen. Hay que ver, con lo poco que gustan en general las matemáticas en la escuela, y lo que se pirran por los números: tercera edad, primer mundo, dígitos del pin, contraseñas numéricas mil para cualquier cosa. Ya se sabe que hay que tener todo debidamente apuntado, a la vez que lejos de los ojos ajenos, mas siempre me pregunto qué será de la humanidad conforme vaya perdiendo la memoria al ir cumpliendo años, o porque ya tengamos dispositivos que nos permiten no memorizar; no sé qué va a ser de nosotros, cuando no recordemos cómo acceder a dichos dispositivos, o no recordemos dónde guardamos el cuaderno con los datos más importantes.

Foto: Lola Fernández

Certificado digital, cl@ve (móvil, pin o permanente), usuario, contraseña, cuenta, redes, conexiones… Sin contar saber seguir los pasos a dar una vez estamos ya conectados y haber accedido a lo que deseamos, porque hay que rezar si nos toca pedir algún tipo de información telefónicamente: pulse, diga, haga… Sé que saben perfectamente lo que quiero decir sin mayores explicaciones: todo es demasiado complicado para cualquiera que necesite algo, así que es muchísimo peor para personas que por la edad pueden tener carencias sensoriales esenciales, en relación a la vista y el oído, por ejemplo. Qué sociedad nos estamos dando, tan absurda que nos estresa y nos pone de los nervios a la mínima de cambio. Dicen que Dios creó el mundo en siete días, y siempre añado que podría haberse dado más tiempo y hacerlo un poco mejor, pero si me fijo en los hombres y su sistema social ya me quedo sin palabras, porque peor, imposible. Demasiada dificultad para todo, un exceso de canales de comunicación para sólo constatar la terrible soledad de la gente en general, y de los mayores en particular. No vivimos en ciudades amables, no estamos preparados para algo tan urgente de atender como el cambio climatológico: seguimos talando árboles y los sustituimos por cemento, hormigón y muchas banderas, como para que en lo alto de los mástiles se mueva al viento la constatación de la imbecilidad imperante. A la inteligencia ya le añadimos el adjetivo artificial, porque la natural empieza a brillar por su ausencia. Un desastre, ya les digo, así que mejor no hablar de añadidos tan terribles como guerras, éxodos de gente sin esperanza en origen ni en destino, y demás temas estrella en los noticiarios diarios. Vamos a quedarnos con la belleza de una buena lluvia y el olor a tierra mojada, y con el bienestar que proporciona la contemplación de algo tan hermoso y perecedero como las flores, o de los bosques o las almas de la gente buena; agradecidos cuando podamos comunicarnos sin consignas ni barreras de ningún tipo, con algo tan potente como la palabra y el contacto humano directo.

626. Nada nuevo bajo el sol

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Cantaba Sabina aquello de quién me ha robado el mes de abril, y yo me pregunto quién le roba a septiembre su cuota correspondiente de verano, emperrados muchos en que el fin de la estación llega con el de sus vacaciones de agosto. Y no, más allá de que paulatinamente se va prefiriendo el noveno mes del año para irse a descansar, pretendiendo inútilmente huir de masas y carestía, la estación veraniega no termina hasta el inicio de la cuarta semana de septiembre, así que menos prisas: que cada quien saque la ropa otoñal cuando guste y guarde la de baño y toda la parafernalia estival hasta dentro de un año, pero no finiquiten el verano antes de tiempo, que después se acordarán y ya sí que será sólo un recuerdo.

Las prisas, la aceleración, la falta de atención al momento; pasa la vida y siempre estamos igual, ya se sabe que no hay nada nuevo bajo el sol, o casi, pero deberíamos darnos la oportunidad de renovarnos día a día, sin agobios ni precipitaciones, sin empezar a correr hasta que no suene el disparo de salida, incluso sin salir corriendo, aunque todos lo hagan, andando despacio porque nos da la gana. El caso, y la cosa, es que me fui de vacaciones, de Por la Alameda, con el fin de la primavera, y regreso en el auténtico otoño, que para nada coincide con el regreso a la escuela o al trabajo. Un poco de respeto, que todo tiene su momento, no vaya a ser que por ir tan deprisa se descubra bien pronto que no se está yendo a ninguna parte, que esa es otra. A veces creo que el sistema, la sociedad, es como una enorme red que atrapa a demasiada gente, que no tiene cuidado ninguno en no dejarse llevar, que incluso pudiera parecer que se siente a salvo en dicha red, sin tener que moverse más por el inmenso océano. Les cuentan rollos patateros y se los tragan gustosamente, aceptando los infundios como si se trataran de corbatas y foulards con los que adornar sus trajes cortados a medida por la manipulación más burda que podamos imaginar. Son los tiempos que nos toca vivir, qué remedio; pero hay mucho margen de libertad como para no dejarse atrapar, o para saltar de las redes antes de que las recojan.

Foto: Lola Fernández

Algún día alguien me sabrá explicar cómo es posible que una guerra pueda detenerse para vacunar a unos niños a los que en días posteriores masacrarán sin pestañear con armas asesinas; es como si pensaran que en el más allá hubiera virus, cuando la realidad es que todos los monstruos y bichos malos viven a este lado de la existencia. Seguramente ese alguien me dirá que siempre ha sido así, que todo lo malo se repite invariablemente desde que el hombre dejó de ser mono y se puso a jugar roles de un ser supuestamente inteligente; que lo que ahora ocurre es que se le da demasiada publicidad a todo, y encima algunos siguen nadando libres sin dejarse embaucar. Sin embargo, cómo aceptar que no se puede cambiar a mejor, que la evolución humana no nos proporcionó un mínimo de humanidad, aunque sólo fuera eso. Por más que sea muy difícil entender que esta sociedad no aprende de su historia y siempre camina como queriendo repetir sus grandes errores, hay que ser fuertes y no perder las ilusiones. Igual un día se acaban, como por arte de magia, el fascismo, las guerras, el abandono indecente de la ciudadanía a su mala suerte, el desarrollo insostenible que azuza a nuestro planeta a recordarnos cada vez con más frecuencia que no somos nada cuando decide hablar, y todo lo malo que nos rodea. Habrá que seguir nadando, aunque sea a contracorriente, y desear que las redes de la alienación no nos limiten hasta acabar con nuestra fuerza.

625. Sabor a verano

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

¿Recuerdan ustedes aquellos juegos de infancia en los que las protagonistas, básicamente, eran las palabras y las letras? Veo, veo, qué ves…, por ejemplo, o ir deletreando la palabra y con cada letra ir dando significado a un concepto, a base de verbos, sustantivos y adjetivos que empezaran por ella. Así, verano estaría compuesta por un montón de nuevas palabras, que fueran empezando por sus letras, desde la uve inicial hasta la o final. ¿Jugamos? Empezaré yo, por aquello de que estoy sola a este lado; después pueden continuar, si gustan. Lo primero que noto es que no se repite ni una letra, por lo que serán seis los grupos de nuevas palabras que al final nos describan el sabor del verano. Vamos allá…

Verano, con v de: vacaciones, vaguear, valencianos (por los helados), viajar, velas (de los barcos, y de cera para crear ambiente por la noche), visera (contra el sol), vino (y tinto de verano), veladas interminables, vinagre (para el gazpacho fresquito), vuelos (con diferentes y múltiples destinos), ventilador, verbenas, vermú (para el aperitivo), vida, vidorra, vitalidad…

Foto: Lola Fernández

Verano, con e de: estío, echar (la siesta), experiencias (nuevas, a ser posible), embarcadero, espuma, engordar (por desgracia), ejercicio (para adelgazar), equipaje, escaparse, energía para que no decaiga, enfriar las bebidas, espectáculos al aire libre, estela sobre las aguas, euros (cuantos más, mejor) …

Verano, con r de: racimo (de uvas y otras frutas), riberas, redes de pesca, ramas (para ponernos a su sombra), refrescar (cuando cae la noche), raqueta (para juegos de pelota), ranas (croando al anochecer), risas, rebajas, recuerdos (pasados y presentes para el futuro), reencuentros con personas o lugares, relax, rayos y relámpagos (de tormentas de verano), remolonear, recreo (que nunca falte), rompeolas…

Verano con a de: abanico, acuático, azul de mar y cielo, aperitivo, ahogadillas, avispas, airearse, alameda y otros paseos, atascos de tráfico, albaricoques, arena, arboledas (a su sombra) …

Verano, con n de: nadar, nectarinas, navegar, novelas y demás lecturas, nubes, nevera de playa, naturaleza, naves, nísperos…

Verano, con o de: oleaje, orilla, ola de calor, oasis, oxígeno para bucear, ocio, océano, observar las estrellas…

Palabras que proporcionan matices, texturas y colores a la estación estival, con sus largos días y sus noches que, aunque más cortas, son vividas con más intensidad que durante el resto del tiempo. Letras que se vuelven lúdicas a fuerza de asociarlas a conceptos que, con sólo revivirlos, nos llenan de fuerza. Cuando llega el verano, el cuerpo lo nota, y la mente también, así que solo hay que acompañarlos y dejarnos llevar. Que fluya su energía y nos llene el espíritu para todos los días del año, es mi deseo para ustedes y para mí misma.

PD: A disfrutar de los meses veraniegos, con o sin vacaciones: el verano es un placer en sí mismo. ¡Nos vemos en otoño!

624. Un poco de humor

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Ahora que parece que hay fascistas hasta debajo de las piedras, nada tiene de raro que impere la incitación al odio. Entre bulos, fake news, infundios y trolas, asistimos no sin preocupación al indisimulado culto a la mentira. Y no sólo no disimulado, sino descarado y chulesco, como la actitud de la extrema derecha, esa que poco a poco va avanzando en Europa, tratando de frenar el desarrollo en derechos humanos, civiles y políticos. Un Estado democrático no puede permitir que no se respete la división de poderes, y el llamado lawfare, que no es más que una intromisión jurídica en la política, para interferir en ella con malas artes, es algo que habría que arrancarse de cuajo en una sociedad que se llama de progreso. Una siente vergüenza ajena viendo, por ejemplo, cómo los tribunales permiten concentraciones en días de reflexión electoral, para algo tan burdo como rezar el rosario en contra de una ley aprobada por el Parlamento; si a ello le añades que el permiso es extensivo para el mismo día de unas elecciones europeas, y ante una sede del partido que gobierna en el país, pues la dosis de sonrojo aumenta, obviamente. No creo que sean casuales los ataques y agresiones sufridos por gobernantes europeos, varios alemanes en una semana, o la primera ministra danesa, agredida por un energúmeno en pleno centro de Copenhague este fin de semana. Nada de casual, al contrario: totalmente causal, provocados directamente por esta violenta dinámica de odio y agresividad que ejercen dirigentes de grupos y medios fascistas sin que nadie les pare los pies, sin que nunca respondan ante la justicia por actitudes y conductas que hace mucho que cruzaron todas las líneas habidas y por haber.

Foto: Lola Fernández

Ya se sabe que es mejor no contestar al odio con odio, porque al final se multiplica peligrosamente, y también se cae en la provocación, que siempre busca una respuesta que justifique su insistencia en molestar y rebasar los límites del respeto. Siempre se ha dicho que a palabras necias, oídos sordos, y que no hay mayor desprecio que el no aprecio; claro que de eso se aprovechan los cobardes, que es lo que son estos impresentables. De cualquier manera, tampoco se va a poner la otra mejilla, y dar amor a quien ofrece odio es demasiado generoso para mi modo de entender las cosas. Así que en muchas de estas ocasiones en que una se siente algo agobiada por bastantes cosas de las que ocurren, y que no deberían ocurrir, al menos no hacerlo sin consecuencias, lo que me parece mejor es un poco de humor, por aquello de que siempre es preferible reír que llorar, y porque tampoco hay que darle a este tipo de gente la satisfacción de que consigan entristecernos. Nadie se merece nuestras lágrimas, y mucho menos quienes buscan herirnos y causar dolor. Aunque sea a base de hacer de tripas corazón, lo más conveniente es no entrar en conflictos inventados y rollos macabeos de cualquier índole. Hay que negarse a todo tipo de guerra, empezando por la de quienes insultan por norma, utilizando cualquier medio y altavoz; cuanto más ladren, más indiferencia ante sus ladridos, y menos importancia a todo mensaje que sólo busque disturbar. Que nada ni nadie perturbe la tranquilidad precisa para vivir una vida ya con bastantes problemas como para añadir tonterías. Lo dicho, contra la ferocidad de quienes tan sólo se alimentan de odio y rechazo a cualquier cosa que no sea sus belicosos reflejos en un espejo, un poco de humor, que ahí les duele.

623. La cara oculta

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Las cosas, aunque estén escondidas, no por ello dejan de existir. Que se lo digan a los chinos, que acaban de lograr que aterrice con éxito una sonda en la cara oculta de la luna, algo que es la primera vez que ocurre en la Historia. Se ve que le cogieron gusto a eso de alunizar, porque ya mandaron otra nave hace apenas cuatro años, en esa ocasión a la cara que nos mira y la que vemos, con el mismo objetivo de tomar unas muestras y traerlas a la Tierra. Luego dicen que los pueblos asiáticos triunfan tecnológicamente a base de copiarnos a los europeos y americanos, pero lo que ha logrado China es todo un hito espacial, al conseguir llegar sin mayores problemas a un destino inexplorado hasta ahora. A ver si los resultados son interesantes para la humanidad en su conjunto, porque una inversión económica tan fuerte, en estos tiempos tan difíciles, es algo que muchos cuestionan desde el punto de vista ético. Hay tanto cuestionable en este mundo nuestro, que desde luego preferible es que se invierta en el espacio, antes que hacerlo en armas y en la guerra, así, en singular, como sustantivo genérico que abarca la friolera de 56 conflictos bélicos activos a nivel mundial.

Existen tantas realidades sociales que dan vergüenza ajena, que u

Foto: Lola Fernández

na ha de ser fuerte para no apesadumbrarse en demasía, cuando, además, ni se es causa, ni se puede ser remedio. Ya me dirán, si no, qué les parece que sea tan sencillo desahuciar a personas mayores y vulnerables, echándolos a la calle en un plis plas y sin alternativas, con mucha frecuencia para darles a sus viviendas un uso turístico, y después se tarde más de veinte meses en poder echar de una casa o piso propio a quienes deciden usarlos como okupas. Estas semanas se habló de una tipa, la okupa Beyoncé, que presumía en redes de haberse metido en un apartamento de lujo en Baleares, con piscina y vistas al mar; los propietarios han conseguido desalojar su vivienda de esta señora y familia, que no tiene ninguna dificultad económica, sino que son unos simples sinvergüenzas que han aprovechado en el desalojo para llevarse muebles sin estrenar que había en el inmueble. En esta ocasión, los propietarios han conseguido que se larguen, aunque no sería extraño que para ello hayan tenido que pagarles una fuerte suma, práctica que se realiza con frecuencia, si los dueños de la vivienda en cuestión tienen dinero; lo que sea antes de quedarse sin hogar, que en esta ocasión costaba mucho, tanto como para que la okupa se jactara de merecérselo. En fin, esto no sólo es para avergonzarse, sino que indigna muchísimo, porque evidencia hasta qué punto la justicia no es igual para todos, y cómo las lagunas legales sirven para que algunos se ahoguen, mientras otros las disfrutan haciéndose unos largos. Me quedo, sin duda, con las personas que día a día engrandecen el género humano con sus actos y sus actitudes, a veces con el aplauso y el reconocimiento general, y otras anónimamente. Son como esas flores que vemos crecer en los aleros de los tejados, contra vientos, lluvia e implacable azote solar, brillando más allá de la adversidad, lejos de la gente, y a la vista de quienes por casualidad las descubre. Muchas veces, lo más interesante se encuentra en la cara oculta, que, aunque escondida, existe para quienes saben mirar más allá de lo que se ve.

622. La ley de la frontera

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

Día sí y el otro también las noticias nos hablan de problemas fronterizos que el Derecho Internacional no resuelve, bien porque no puede, bien porque no se le hace ni caso. Y no todo está tan lejos como Rusia o Israel, que ahí tenemos a Gibraltar, que por avatares históricos y cesión española pertenece a los británicos, a pesar de su ubicación en la costa andaluza. Tampoco ha de darse el conflicto fronterizo entre dos naciones, y como ejemplo ahí estaba el muro de Berlín, separando a familias alemanas, y resultando en unas 140 víctimas hasta que las revueltas populares de un modo pacífico y sin muertos acabaron derrumbando ese fatal invento para separar, que estuvo casi tres décadas creando dolor y frustración entre alemanes. Por lo general, llegar a una frontera en la que hay que parar y enseñar el pasaporte, suele asustar un poco, igual es por la presencia policial y el tener que declarar si se lleva algo no permitido sin pagar. De ahí que cuando España se adhirió a la Unión Europea y entró en vigor el espacio Schengen, gracias al que más de 400 millones de ciudadanos pueden moverse entre sus Estados miembros sin mayores controles de fronteras, fue una maravillosa oportunidad para no sentirnos extranjeros, al menos los europeos entre sí. No, no me gustan las fronteras, y es perfecto poder viajar por la Europa comunitaria sin tener que cambiar dinero a las diferentes monedas, sin renovar el pasaporte, sintiéndonos una única ciudadanía, y no sólo para hacer viajes de vacaciones, sino también para trabajar, que a veces olvidamos lo importantes que son ciertas creaciones políticas; e incluso hay mucha juventud que no ha conocido más realidad que la actual, por lo que casi es imposible que lo valoren en su justa medida.

Foto: Lola Fernández

España tiene fronteras con Portugal, Francia, Andorra y Marruecos (desde Ceuta y Melilla), con bastantes diferencias entre ellas, pero mis preferidas siempre serán las naturales, como las cordilleras o los ríos. Las separaciones geográficas están ahí desde siempre, mucho antes de que se inventaran los países y las nacionalidades, así que desde el origen de la humanidad han servido como reto para superarlas. Allí donde ha habido un río lo suficientemente caudaloso y ancho, el ser humano ha ideado cruzarlo en barco, y con el desarrollo de las ciencias ha levantado puentes; es lo más lógico y positivo, crecer rompiendo obstáculos y barreras; lo de levantarlos, estilo muro berlinés, no puede ser catalogado sino de absurdo y empobrecedor. En la fotografía de hoy, una imagen del río Guadiana, separando como frontera natural, España y Portugal a la altura de Ayamonte y Vila Real de Santo Antonio, con unas barquitas en sus orillas, varadas en tierra cuando baja la marea, y mecidas por unas aguas que, según sople el viento, bajan sumisas hacia el mar, o ascienden tierra adentro rebeldes e ilógicas, retardando un momento la hora de fundirse con el océano, tal vez soñándose peces que ascienden río arriba buscando su lugar de nacimiento, siguiendo un mapa secreto en su memoria. Y sobre las aguas del río, un cielo cuajado de nubes que se deslizan tranquilas, dejándose llevar por los vientos, sin saber de ninguna ley de la frontera, lusas a veces, andaluzas otras, y siempre celestes, que para eso son parte esencial de los cielos, blanco sobre azul, mirándose presumidas en el espejo fluvial.

621. Incomprensible

Por Lola Fernández.

¿De qué sirve que el poder institucional afín se distribuya en los distintos niveles de la Administración del Estado si sus logros son estériles? En Baza se ha dado el caso de que el PSOE, primero, y el PP, actualmente, fuera el partido en el poder local, a la vez que a nivel provincial y autonómico; en el caso de los socialistas, se incluía, además, el estrato nacional. Tanta afinidad, para conseguir qué, me pregunto; porque llevamos décadas pidiendo que se materialicen proyectos tan concretos y razonables como son la vuelta del tren y acceso a la autovía del Almanzora, y Baza parece ser una isla perdida en medio del territorio, viendo pasar logros y resultados ajenos, y quedándonos con el triste papel de pedir sin ser escuchados. En España hay casos, contados, pero los hay, de alcaldes que han gobernado desde inicios de la democracia sin solución de continuidad, más allá de enfrentamientos partidistas y demás tonterías, y la clave siempre ha estado en que se han preocupado por sus ciudades respectivas y han conseguido lo que sus vecinos anhelaban. Estoy segura de que un Alcalde y un Equipo de Gobierno son más que suficientes para traer a su pueblo soluciones a unas necesidades imperativas para no quedarse atrasado económicamente, viendo cómo el censo mengua y los jóvenes no regresan después de cursar sus estudios en la capital. Me parece incomprensible que la Autovía del Almanzora haya detenido su conexión con la Autovía del Mediterráneo en Cantoria, dejando sin ejecutar los 47 kilómetros entre Purchena y Baza para un futuro tan incierto como las promesas de los políticos. ¿Acaso es más importante Almería que Granada, o pesa mucho el poderío económico de Cosentino? Pero esto es el cuento de nunca acabar: sin comunicaciones no hay grandes empresas, las que traen trabajo y ayudan al progreso territorial; pero no vamos a exigir que las haya para sentar las bases del desarrollo y el despegue económico de zonas que necesitan ayuda urgentemente si no quieren verlas morir poco a poco.

Está muy bien que haya grupos y organizaciones reivindicativas, pero, a la postre, le corresponde al poder local, y un Alcalde tiene mucho poder, obtener logros importantes para su localidad, y me vuelve a parecer incomprensible que siendo el de Baza del mismo partido que gobierna la Diputación de Granada y la Junta de Andalucía, no se vean resultados menos insatisfactorios. Aquel político que llegue a atisbar que la autovía y el tren son imprescindibles para nuestro futuro, y ponga todo su empeño en hacer realidad tales proyectos demandados desde hace más de 30 años, ese será un buen político, de esos que dejan su impronta y su huella en el recuerdo de generaciones, y en el bienestar general, que se supone es su máxima aspiración. Es todo tan incomprensible, que da tristeza que la aparente aspiración de ciertos políticos sea verse en la foto o usar su situación como trampolín para saltar a niveles más altos de poder. La misma dificultad encuentro para comprender las decisiones políticas respecto al Hospital Comarcal, que parecen buscar más desmantelarlo progresivamente que potenciar su crecimiento humano y material. Y si hablamos de su cafetería, a ver, si el problema son las deudas a asumir por quien se quede con él para su puesta en marcha, grave problema, ciertamente, porque quién lo va a querer si lo cogería ya endeudado hasta las cejas, me puede alguien explicar, entonces, el tiempo y el presupuesto dedicados a su reforma. Incomprensible otra vez, sin pies ni cabeza, y así va pasando la vida, y hay lugares que se quedan atrapados sin avanzar, como si esa vida se hubiera transformado en una fotografía estática.

620. En tierra de nadie

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

No hay que tener vocación de eremita, ni abrazarse a la misantropía para entender el nacimiento de las tarifas de acceso a algunas ciudades en determinadas fechas, o los impuestos turísticos, aunque no creo que sean muy disuasorios: quien desee ir a algún lugar en cierto momento, irá, no caben muchas dudas. Entre la soledad física y el tumulto hay un continuo de gradación, y tantos puntos de distancia como gustos personales, pero creo que será general el rechazo a pasear por ciudades abarrotadas, como si entráramos en la calle principal de un recinto ferial en el día más importante de las fiestas. Mejor playas semidesiertas que museos en los que, más que ver obras de arte, nos enfrentamos a un muro de coronillas y un mareante olor a humanidad. Es el cambio más significativo postpandemia: la masificación por aquí y por allá, por tierra, mar y aire; somos así, no queremos quedarnos encerrados, aunque fuera nos pasemos añorando la mayoría de las veces el encierro.

Foto: Lola Fernández

Nos movemos en un continuo oscilar entre esto y lo contrario, aunque no deseemos que sea así, es como si nos empujaran a ello. Despiertas nuevo y descansado, con suerte, y ya el mismo subir las persianas y mirar qué día hace te mediatiza: que si lluvia, que si sol, que si nublo. Eternos insatisfechos, ahora que empieza a descubrirse por la generalidad la importancia de la salud mental, somos como máquinas, algo imperfectos, pero poderosos, como aquellos primeros electrodomésticos que parecían imperecederos. Entre la tradición y el amor a los animales, ahora que se renueva el conflicto entre tauromaquia sí o no; entre la ilusión y la estafa, en un juego de confianza y desconfianza. Entre el consumismo y la moderación, ese consumismo que te lleva en ocasiones a tener tanto, que ni sabes cuánto tienes: llamadas para recordarte que has de cambiar de móvil, o de coche, o de préstamo, cuando tú estás más que satisfecho sin tanto cambio; y esa especie de ascetismo que te lleva a soñar con no salir, no viajar, no comprar, no empezar otra serie nueva, no nada más. Entre la risa y el llanto, la superficialidad y lo profundo; entre la espada y la pared, sin ganas de contiendas, de guerras y conflictos, de opciones y decisiones; sin tener que elegir y rápido, que se te pasa la vez.

A veces sólo nos apetece dejar de estar en medio de dos frentes de batalla, y nos queremos en tierra de nadie, por el puro placer de descansar de choques y enfrentamientos que ni buscamos ni podemos evitar. Aspiramos a sentirnos islas perdidas en ultramar, sin temor a que la elevación del nivel de las aguas, por efecto del calentamiento global, nos lleve a convertirnos en islas inundadas y sumergidas bajo el mar. Ni blanco ni negro, ni este o el otro color; ni fuerte ni débil, ni más ni menos; ni con prisas ni despacio, a solas o en compañía; ni fácil ni difícil, ni accesible ni impenetrable. Moviéndonos en un terreno libre de presiones y condicionantes, con la tranquilidad que dar hacer lo que sea que hagas, pero porque quieres, no porque tienes que hacerlo aunque no quieras; todo ello más allá, por supuesto, de las obligaciones sociales y personales más elementales, como las relativas, por ejemplo, a la familia y el trabajo. Hay cosas que hay que hacer, sí o sí, pero a partir de ellas empieza el mundo de la autodeterminación y la voluntad propia; es cuestión de saberlo, o de quererlo, o de atreverse a saberlo y quererlo.

619. La luz del faro

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández.

A quién no le gustan los faros, con esa inconfundible estructura arquitectónica y alegres colores, ubicados junto al mar o tierra adentro, con el destello de su luz allá en lo alto de la torre. No es difícil imaginar cómo surgieron en paralelo a las grandes exploraciones marítimas, y cómo el uso de las primeras   fogatas en puntos altos del litoral se fue sustituyendo hasta las modernas linternas con sus lámparas y lentes, siempre con la función de orientar y ayudar al navegante, marítimo y aéreo, a través del giro de sus haces de luz, de los intervalos entre destello y destello, de los colores de dicha luz, e incluso del sonido de sirenas en algunos casos, para los días de densa niebla. Es evidente que, con los satélites, el faro ha dejado de ser tan imprescindible como antes, pero para la navegación nocturna sigue siendo importante, aunque sólo sea para confirmar la información del GPS. En España hay casi doscientos faros en activo, siendo el más antiguo en funcionamiento del mundo el de La Coruña, La Torre de Hércules, que aún conserva sus cimientos romanos, y estando en la gaditana Chipiona el más alto. De todos modos, los fareros, quienes se encargan del cuidado del faro, cada día son menos numerosos, y torres habitadas no llegan ya ni a la media centena, por lo que un oficio con siglos de historia está condenado a extinguirse. No por ello dejarán de existir los faros, con sus haces de luz, seguidos de un intervalo de oscuridad, perdiéndose en el mar nocturno, y haciendo soñar a los más románticos en tierra firme, contando los segundos entre destellos e imaginando historias de altamar.

Foto: Lola Fernández

He pensado en la función de los faros en estos días en que el Presidente de Gobierno de España se ha dado unos días de reflexión para decidir si seguía o no en su cargo, al que se añade también el de Secretario General del PSOE, uno de los partidos obreros más antiguos de Europa. De repente fue como ese intervalo de oscuridad, en el que te encuentras algo desorientado y confuso, sin saber muy bien qué va a pasar. Es evidente que los hay que se frotaban las manos, felices y con la esperanza de que dimitiera; pero otros deseábamos que no lo hiciera, porque eso supondría que hacer trampas y no seguir las reglas del juego democrático es suficiente para acabar con la legitimidad de los designios de las urnas, que no me cansaré de repetir que son sagrados. Cinco días para pensar, él y nosotros todos, con la carta que escribió a la ciudadanía como única guía para entender los motivos de tal retirada. De repente, la sensación de una falta de liderazgo y una gran incertidumbre, las críticas de sus enemigos, porque no tienen la dignidad del adversario político, y el desconcierto y la confianza de sus votantes. Confieso que no tenía ni idea de lo que iba a pasar, lo cual me llenaba de desasosiego, pero cuando Pedro Sánchez pronunció las palabras He decidido seguir, con más fuerza si cabe, de repente sentí como si volviera a brillar la luz de un faro que hubiera dejado de funcionar de repente e inesperadamente. Es cierto eso de que no es la luz, lo que importa en verdad son los doce segundos de oscuridad, que canta Drexler. Han sido esos días de reflexión los que a mí me han servido para valorar en su justa medida la valía de un gran político, que ha tenido la desdicha de gobernar desde el primer momento contracorriente y sin el apoyo de una oposición responsable y que diera la talla en los tiempos difíciles. Estoy de acuerdo con él en que a veces hay que detenerse para seguir avanzando a continuación, así que celebro su decisión y comprobar que su liderazgo está a salvo de trampas, mentiras, bulos y zancadillas.

Felicidades a la asociación de vecinos AVECLA y a todos los bastetanos premiados con alguno de los 450 décimos vendidos del 45.456, agraciado con un quinto premio y 60.000 euros a la serie

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