462. A ras de suelo

Por Lola Fernández Burgos

Hay que mirar al cielo, cierto, pero sin dejar de moverse a ras del suelo, porque es la mejor forma de que nuestros sueños no nos hagan pegarnos un batacazo. La verdad es que no son buenos tiempos para soñar, pero dichoso quien se atreva a hacerlo sin calibrar resultados. Y en esto que llega el mes de abril, el de las aguas mil, que tal vez por eso será el de preparar los campos para la siembra. Que ya se sabe que lo que se siembra se recoge, así que con tan buen plan no hay que escatimar en esfuerzos para que los proyectos de futuro, y una siembra lo es, no zozobren y se queden en el camino. Salir ahora por los campos circundantes es ver esos preparativos por aquí y por allí, por bancales, por huertas, por trocitos de terreno para cultivar. Aún hay quien quema los rastrojos, que no entiendo por qué, pues los entendidos dicen que es más perjudicial que beneficioso; pero aun así, no es extraño ver, y oler, el fuego que pretende limpiar. Se ven agricultores y tractores removiendo la tierra, prestos los montones de abono para ser esparcidos. Los sistemas de riego por goteo se inspeccionan para que funcionen adecuadamente y para reparar desperfectos. Ya no hay muchos espantapájaros, pero por aquí y por allí puedes detectar diferentes métodos usados para evitar la acción de los pájaros en los brotes tiernos, o de otros animales. Hay un buen montón de inventos para proteger las próximas cosechas, y con sólo fijarse un poquito se pueden descubrir: cedés reconvertidos colgados de un hilo por las ramas, botellas de plástico colocadas invertidas en palos, cintas de obras o de colores, botellas de cristal semienterradas con la boca descubierta, hierbas aromáticas; y hasta cerveza para atraer babosas y caracoles, impidiendo que se acerquen a los cultivos, y parece ser que las cascaras de naranja y de los huevos cumplen parecida función. En fin, imaginativos sistemas para ahuyentar insectos, roedores, o aves, que a veces funcionan y a veces no. Pero que si observas con atención, los ves, y por algo los emplearán las sabias personas que se dedican a la agricultura.

Foto: Lola Fernández

Y al tiempo que notas cómo se movilizan para que en unos meses la tierra dé sus frutos correspondientes, ya es fácil descubrir el verde manto de los cultivos cubrirse de colores por las flores silvestres. Amarillos, rosas, azules,  blancos, y el rojo intenso de las amapolas atrayendo el zumbido de los insectos polinizadores, que por desgracia también están en peligro de extinción. Y es que hay que ver qué tristeza, que unos se afanen tanto en mimar la tierra, y otros la destruyan sin miramientos por razones económicas, provocando males ambientales que quizás lleguen a ser irremediables, con nefastas consecuencias para todos. Somos así los humanos, capaces de lo mejor y de lo peor, pero peligrosamente inconscientes en determinados temas que deberían ser sagrados, como el respeto a nuestro planeta, que es que no tenemos otro, y ha de quedar en perfectas condiciones para las generaciones futuras. En fin, en estas cosas suelo pensar cuando paseo por los alrededores de nuestra ciudad, ensimismada y admirando todavía los árboles en flor, aunque los de más temprana floración ya lucen su tierno verde: es el caso de casi todos los almendros, ahora con sus tiernas allozas, aunque por los lugares más fríos todavía visten el campo de color blanco o rosa. Y de vez en cuando me llegan los olores intensos de la tierra, o los de una higuera luciendo sus primeras hojas y frutos, para recordarme que por mucho que los hermosos cielos nos cubran y protejan, no hay que dejar nunca de moverse a ras del suelo, para no perdernos las bellezas terrenales.

461. Siempre nos quedará el cielo

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

En este país somos raros. Los españoles somos raritos, de eso estoy cada día más convencida. No hace demasiado, aunque ya han pasado años, que estábamos celebrando el fin del bipartidismo a la hora de hacer política. A consecuencia del movimiento del 15M, el de la indignación por los efectos de la crisis económica, que aún nos salpican, aparecieron nuevos grupos políticos. Nos lo prometíamos muy felices pensando que se había acabado el tiempo de la alternancia en el poder y se abría una etapa nueva en que habría que hablar y llegar a consensos, más que imponer ahora yo y después tú, tal y como había ocurrido hasta entonces. Pero ay, qué quieren que les diga, si es que parece peor ahora que antes. Si es que para nada se han puesto a dialogar y consensuar. Si es que parece que estamos en permanente campaña electoral: ya saben, ese momento en que no se hace política, sino que hay confrontación, promesas, mentiras, y poco más; cualquier cosa menos vida parlamentaria que haga que España avance, o al menos se mueva. Es como si fuera una etapa histórica de mero estancamiento. Y la verdad es que se trata de un problema muy grave y serio, porque encima estamos inmersos en una Europa que parece estar igual de perdida y a la deriva. Avanzan los movimientos de ultraderecha, un neoliberalismo salvaje hace tiempo que se adueñó del cotarro y los derechos sociales se van atrofiando poco a poco, de no ejercerlos. En el Reino Unido están con su Brexit, que es como un castigo, para ellos y para todos: venció una xenofobia absurda, y ahora la ciudadanía quiere dar marcha atrás, pero se lo ponen igual de difícil que si quieren seguir para adelante. Otro estancamiento más. Pareciera que nos movemos en aguas muertas, en arenas movedizas.

Foto: Lola Fernández

Sea como sea, el panorama es de lo más depresivo. Guerras; hambre; refugiados; pateras llenas, que llegan o zozobran; desencuentros por buscar espacios de confrontación, en lugar de moverse en lo que une y es concordia en vez de enfrentamiento y lucha. Es algo lúgubre y triste, y creo que necesitamos motivos para la alegría, porque la depresión también atrapa a los colectivos, a las poblaciones, a los Estados. O esto cambia y da un viraje para mejorar, o puede que llegue el momento en que sea demasiado tarde. Es casi imposible llegar a ver hasta el final los noticiarios, porque son una sucesión de muermos y noticias feas que es mejor buscar otra cosa, aunque sea unos anuncios que nos idioticen algo más. Creo que todos sabrán de qué hablo, porque nos movemos en las mismas coordenadas. Un medio ambiente deteriorado al que se agrede sin pausa, unas organizaciones que tratan de ayudar y son boicoteadas, entes y entidades que deberían ser la salvación y son pura pesadilla, etc. Y ya se sabe lo que ocurre cuando la pesadumbre se instala entre nosotros, que no nos deja levantar cabeza, que nos pesa y se nos hace insoportable, que se contagia un poco más cada día entre todos y todas. El desconsuelo y la pena de estos tiempos a veces no nos deja levantar cabeza, y ese es un gravísimo error, porque basta elevar la mirada para poder evadirnos de tanta fealdad como nos rodea. No nos olvidemos ni por un instante de que siempre nos quedará el cielo: con sus juegos de luces y colores, sus nubes cambiantes que nos permiten imaginar, con su sola presencia nunca igual. Es cuestión de no dejarnos vencer por las adversidades, aunque a veces se nos haga muy complicado y difícil.

460. El privilegio de la vida

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Se nos va acabando el invierno, y la vida nos regala la primavera, esa estación que llaman de las flores, aunque la floración invernal es una antesala maravillosa para quienes amamos los colores de la naturaleza y todas las fases que van desde los árboles desnudos hasta que se cubren de hojas, con todos los verdes imaginables según el momento. Adoro los frutales en flor, aunque me hago un lío y nunca sé distinguirlos. Es en momentos así cuando más envidio la sabiduría de la gente de campo, que pueden pasear por los bosques diferenciando cada tipo de árbol, y andar por las huertas sabiendo perfectamente qué hay ante sus ojos. Y además, para acentuar mi sana envidia, que más es admiración que otra cosa, pueden saber qué ave canta por aquí y por allá. El resto de humanos hablamos de pájaros, de árboles, de flores, de verduras, y poco más. Los genéricos nos sirven para enmascarar nuestra ignorancia acerca de los seres maravillosos y las especies vegetales que la Naturaleza nos ofrece. Lo mismo decimos árbol en flor, o a todo llamamos almendro, que al final queda claro que no tenemos ni idea. Porque no es lo mismo ese almendro, que los melocotoneros, que los cerezos, que los albaricoqueros, que las mimosas, el jacarandá, o cualquier especie arbórea llena de olor y color; a los que hay que sumar las plantas ornamentales y los arbustos. Ya digo, quién supiera de este maravilloso ámbito de conocimiento, lo suficiente para dar respuesta a la propia curiosidad. Porque está claro que lo que no llama la atención, no intriga ni busca más allá de lo que a simple vista se ve, que suele ser poco e insuficiente por lo general.

Foto: Lola Fernández

El caso es que quienes gustamos de estas simples cosas que alegran la existencia más que cualquier otro regalo, estamos de enhorabuena, porque los campos, las calles, las plazas y jardines, todo está lleno de belleza inigualable. No se me ocurren muchas cosas más hermosas que un paseo en el que los trinos nos acompañen, mientras los aromas florales nos llegan, siempre que no tengamos alergias, que esa es otra. Tan terrible tiene que ser no poder oler, como oler y que los pólenes se conviertan en veneno. Pero eso pasa con todo en esta vida. Una vez escuché a alguien decir que no le gustaba la música, y sólo pude sentir lástima por alguien que se jactaba, además, de semejante circunstancia. Es imposible para mí imaginar un mundo tan rico y variado en lo que nos ofrece para deleitarnos y disfrutar a nivel sensorial, y que haya sordomudos de los sentidos, que ni les llega nada, ni nada ofrecen. Eso es casi como no vivir, o hacerlo cual si se estuviera en coma, o se fuera un zombi. Porque solo imagino una vida para vivirla, y hacerlo en toda su extensión e intensamente, porque para vivir a medias, mejor no vivir. Que no creo que la existencia se pueda desperdiciar sin respirar todo lo que le proporciona ser lo mejor que tenemos, aunque nada tengamos. Porque podremos ser pobres, ser ignorantes, estar solos, no saber sacarle todo lo bueno a cada día, pero nadie nos quitará el privilegio de estar vivos. Así que no perdamos el tiempo, que lo mejor que tiene no es precisamente ser oro, sino ser vida, pura y maravillosa vida.

459. De milagros y otros hechos extraordinarios

Por Lola Fernández Burgos

Seguramente los que gustan de leer la Biblia conocerán la historia del profeta Jonás, que fue tragado por una ballena y tras pasar tres días en el interior de su vientre, fue expulsado sano y salvo en una playa. Para algunos se debe a que rezó cuando se encontraba dentro, y se produjo un milagro. Para otros no es más que la imaginación de quienes escriben historias, más o menos sagradas. Pero resulta que ha ocurrido realmente y no es nada milagroso: una ballena se ha tragado a un buzo en aguas de Sudáfrica, y después lo expulsó vivo en tierra seca. El buzo en cuestión es director de una empresa de actividades de buceo, y fue engullido por una ballena mientras tomaba fotos de tiburones. Imaginen la situación y seguramente coincidirán conmigo en que, aun sin creer, parece lo que llamamos un milagro. Que resulta que a veces ocurren hechos prodigiosos extraordinarios que es casi imposible que nuestros cerebros los comprendan. Pero junto a los hechos extraordinarios, están lo que no pasan de ser extraordinariamente ordinarios; y por desgracia, estos últimos son los que más veces tenemos que soportar.

A ver, por segundo año consecutivo, las mujeres hemos salido a las calles de toda España aprovechando la festividad del 8 de marzo, que a ver cuándo es innecesario celebrar, y hemos vuelto a ser un referente para el resto de países de todo el mundo. Porque si la primera huelga feminista fue toda una declaración de intenciones de las mujeres, la segunda ha sido un éxito mayor. Una declaración de unión con independencia de edades, situaciones, ideologías, etc. Una declaración de voluntad de no aguantar más que se nos trate como a ciudadanas de segunda. Una declaración de reafirmación de que no hay marcha atrás, de que ya no nos engañan con la indiferencia y la negación a nuestras peticiones. Que son de una importancia tal como la de querer seguir vivas, la de estar harta de que nos agredan y nos maten y no pase nada, la de gritar por las que ya no pueden porque sencillamente han muerto víctimas de una violencia machista repugnante y asesina. Las mujeres hemos dado una lección de actuar extraordinariamente, y los hechos han dejado claro la ordinaria realidad que no se ataja porque no se quiere. En sólo 48 horas, los dos días posteriores a las manifestaciones masivas por las calles y plazas de nuestro país, han sido asesinadas tres mujeres a manos de asquerosos machistas que no han entendido que las mujeres no les pertenecen.

Es increíble que haya grupos políticos que pretendan ir para atrás, sin comprender que, o para adelante, o hacia ningún lado. No es tiempo de retornos al pasado en nada; antes al contrario, o se suben a la ola y avanzan hacia una sociedad de igualdad de derechos real y efectiva, o serán arrasados por la fuerza feminista, que ahora mismo es de firmeza e ilusión; pero que, si no se hace nada, puede transformarse en indignación y rabia, y no ya contenidas como en el presente. Y no, no hablo de violencias, que de lo que se trata es, precisamente, de acabar de una vez por todas con una violencia de género insoportable e inadmisible ni un solo día más. Pero ahora esos millones de mujeres que hemos salido a la calle vamos a votar en menos de dos meses, y tengan la seguridad los políticos, que no vamos a apoyar a quienes no nos apoyan. Y no se trata de hacer milagros, sino de acabar de una vez por todas con esta dolorosa y terrible dinámica de maltratar y matar a las mujeres, de violarlas, de pagarles menos, de tratarlas como a putas por querer ser libres y tener los mismos derechos que los hombres. Las mujeres no tenemos nada en contra de los hombres, y tampoco queremos tener más derechos que ellos. Pero lo tenemos todo contra los machistas, y no vamos a permitir que se nos obligue a tener menos derechos que la otra mitad de la población mundial. Así que ya saben, señores políticos de esta España nuestra, escúchennos de una vez, y déjense de conductas ordinarias, porque es tiempo de hechos extraordinarios, sin necesidad de rezos o milagros.     

458. Imposible de creer

Por Lola Fernández Burgos

No me entra en la cabeza que dialogar sea una empresa imposible, o casi suicida para la clase política en estos tiempos tan feísimos, de enfrentamientos territoriales, y especialmente de cerrazones mentales y poca categoría humana entre nuestros representantes. Bueno, representantes de algunos más que de otros, porque a mí no me representa un gañán cualquiera. Y lo peor es que esos cazurros son los que marcan el ritmo y las maneras de nuestro presente más inmediato. Es que es verdad que no alcanzo a entender que un tema como el de Cataluña no se haya resuelto ya de una vez hace años, y se haya permitido que envenene la actualidad y el curso parlamentario. Que se haya dejado, incluso, que sea el causante de que nuevos partidos políticos con gran futuro, se vean ahora peor que nunca y con expectativas aún más pobres. Imposible de creer que una nacionalidad, o como guste de llamarse, que a mí eso me importa un bledo, en la que no hay una mayoría que desee una ridícula independencia a estas alturas de siglo, sea la protagonista y se haga además tan mal que se esté casi logrando que ese absurdo deseo sea mayoritario. No comprendo que no se cogiera el tema recién esbozado y se acabara con él sin más, que su solución se haya dilatado por años, que se haya utilizado la voz de lo penal en vez de recurrir al dialogo antes de poder aplicar ordenamiento ninguno. Sin olvidar que hasta se ha demonizado la intención de dialogar. Me parecería muy bien tomarse en serio el deseo de un pueblo, cuando es éste el que hable. Pero ya me dirán ustedes qué seriedad tiene algo para tomarlo en cuenta, cuando menos de la mitad lo pide. Es una falta de respeto para con todos: la minoría, la mayoría, y el resto del país.

Me parece mentira que las magníficas instancias de nuestro Estado no hayan sido capaces de solucionar un problema que empezó siendo menor y ahora es lo suficientemente grave como para tener dividida a la población catalana, a los grupos políticos de Cataluña, y a los de España. Y lo peor, que gracias a él se haya dado fuerza a voces radicales y descerebradas de la más extrema ultraderecha, logrando además lo que parecía casi imposible: hacer que la derecha de toda la vida haya perdido el centro, y no ya sólo la centralidad de la que presumía, y que yo nunca vi por ninguna de sus siglas, sino el mismo rumbo; pues los nuevos dirigentes me parecen tan radicales o más que los mismos paletos de la extrema derecha. Si no fuera para llorar, me reiría, porque es imposible mayor ineptitud. Pero el miedo me borra la risa antes de nacer siquiera. Y más que un miedo personal, que a estas alturas de edad no siento ni de broma, es un miedo por la colectividad. No se puede tomar a la ligera el auge de los nacionalismos conservadores completamente extremistas; y lo que veo es que se hace eso y algo peor: se trata de justificar. Pero hay que recordar otras etapas históricas de sinrazón, en las que estos ultranacionalismos hicieron mucho daño a la misma humanidad y al progreso social. Y es imposible de creer que la mentira política, siempre existente pero más o menos disimulada, campe desvergonzada a sus anchas, sin pretensiones de engañar a nadie. No se miente diciendo que se dice la verdad; se miente con descaro, como en una competición de a ver quién miente más y con más seguidores de las mentiras. Porque ahora da igual si dejas en evidencia al mentiroso; aun así, sus seguidores le aplauden y participan de esta farsa en la que nos vemos inmersos por no tener políticos que den la talla y busquen soluciones a los problemas. Porque por más que no lo podamos creer, ahora lo más que se busca es revolver más las aguas, que ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores. Y lo más triste es que nosotros somos la pesca que los listos se zamparán.

457. De gorriones y demás alegrías

Foto_ Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Avanza el invierno, ya casi se huele la primavera. El campo está maravilloso, con los árboles en flor, motivo de inspiración para poetas, pintores y todo artista que se precie. No hay nada que me dé más alegría que ver y escuchar a los gorriones, porque cada día es más difícil por estos lugares. No sé por qué, pero cada vez son más escasos. Bueno, sí sé por qué, que para eso están lo entendidos que nos hablan de su peligro de extinción y las causas de ello, pero es que me niego. Cuando algo no gusta, ni se atiende; se ignora por completo, porque duele, porque no se debe a nosotros, porque nada se puede hacer para evitarlo.  Cuando algo no gusta, nos desgarra el corazón, y nos vence a la primera, o a la segunda; pero nos vence, que es terrible. Lo peor de todo es cuando sentimos esa impotencia consciente de que no hay nada que hacer por nuestra parte, y se trata de algo que nos importa muy de verdad. Que ya se sabe que nada es igual en su esencia e intensidad; que hay cosas y temas que nos son indiferentes, otros que nos afectan más pero sin mayores implicaciones; y aquellos otros en los que se nos va la vida. Y para mí, los gorriones son un caso aparte. Si algún día desaparecieran, se iría con ellos mi alegría, de eso no hay ninguna duda.

Foto_ Lola Fernández

Somos simples, porque nos basta muy poco para estar dichosos. Como nos basta aún menos para la desdicha total, pero eso lo dejamos para otra ocasión. Y en esa sencillez se encierra la mayor de las complejidades, la humana, que ya nos vale. Y para sentirnos bien es más que suficiente un paseo en estos días en que florecen los almendros por esos campos de nuestra tierra. Es un milagro que por mucho que se repita anualmente, jamás dejará de dejarme extasiada. Imposible no quedarme enamorada con el milagro de la floración invernal. Se visten los campos de color, y una se siente privilegiada, no sé si como una tonta total, pero privilegiada al fin. Y creo que en esto coincido absolutamente con los gorriones, esas pequeñas aves tan indefensas como hermosas. Dentro de nada llegara el tiempo de los amores entre los pájaros; ese ritual de juegos, apareamiento, puesta de huevos, incubación, cuidado, cría y otra vez a empezar. Porque en nada llega la primavera, esa que ya se huele, y el amor es una constante acrecentada entre los seres vivos en esa estación. Pero el amor entre los pájaros, entre los gorriones, es la mar de escandaloso. Se diría que es un sentimiento que quiere que todo dios se entere de que existe; nada de puertas adentro, o de nidos escondidos. El amor entre los pájaros es un bullicio que a veces te da ganas de que llegue de nuevo el invierno, y el silencio. Ya se sabe, nos basta muy poco para la queja, y el ruido es de lo que más molestias nos provoca. Aunque bienvenido este jaleo feliz que pronto será vuelos, preparación de nidos, escandalosos jolgorios de piares sin fin. Bienvenida la felicidad de la vida nueva, aunque no se calle, que ya habrá tiempo para el muermo silencioso.

456. Efímera alegría

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Salgo a la terraza y respiro el aire de la mañana, y con él, un presagio de primavera. Pero aún queda un largo mes de invierno, así que la alegría que siento es tan ficticia como efímera. Es el sino de estos tiempos que corren, me digo para mis adentros: un sino que es más desatino que otra cosa; un tiempo que no se llega a acompasar al ritmo de la mayoría de la gente; y una carrera que ni se sabe cuándo empezó, ni por qué existe, y ni a dónde nos conduce. Llevamos años de tristeza; para empezar, económica, que es la madre de casi todas las tristezas; y aunque nos dicen que eso ya está cambiando, no veo yo más alegría que la que no es verdadera. Y todo ello sin entrar en abstractas consideraciones sobre la imposibilidad de la felicidad, habiendo tanto feo en este mundo nuestro. No hacen falta demasiadas disquisiciones para encontrarse con la fugacidad de lo placentero, y con la ficción de su sustento. Hubo un tiempo en el que había menos luz, seguramente, pero tal vez entonces nos sentíamos más cercanos todos, y nos alegraba el verano una tonta canción; o juntos nos sentíamos agraviados por el poco éxito de nuestra elección para Eurovisión, que es increíble pero aún persiste, como la costumbre de echarle la culpa del perenne fracaso a factores políticos que nos hacen sentirnos país, y esta vez sin diferentes banderas. Hay que ver las cosas que tenemos, que parecemos estar siempre en guerra, pero llega el fútbol o algo como un certamen euro-televisivo, y nos sale la vena española, sin fisuras, sin colores, sin odios. Somos raritos, pero ahí vamos tirando. Y yo espero que alguna vez el orgullo nos venga por Cervantes, o por Picasso, o por el mismo Lorca; o por Goya, o por Velázquez, o por tantos españoles universales cuyo nombre hace que se piense automáticamente en España.

Foto: Lola Fernández

Y sigo pensando que entonces, que es un pasado de décadas, nos parecía estar más unidos; igual es que veíamos una única cadena de televisión, o una emisora de radio, y poco más. Tal vez aquello nos hermanaba en la pobreza, porque me parece como si entonces fuéramos pobres en todos los sentidos. El vestido de domingo, los zapatos de fiesta, el programa de radio o de la tele, el partido de la semana, no sé. Llegaba el verano e íbamos a la piscina, o a la playa, pero casi éramos un calco los unos de los otros; nos emocionaba la misma película, el mismo ritmo de la temporada. Después pasó el tiempo, y, con más progreso y más riqueza, es como si nos fuéramos distanciando y convirtiendo en desconocidos. Ya no sabemos nadie dónde veraneamos el resto, ni qué películas nos roban el sueño, o qué canciones suenan por nuestros auriculares. Es un tiempo de vivir a solas y para adentro. No hay canciones de verano; a lo sumo, el meme de la semana, o el tuit del día. Todo es un recordatorio de que, en la época en que más medios de relacionarnos existen, es cuando más solos estamos, y más enfrentados, y menos unidos, aunque sea por algo tan efímero como un partido de fútbol, o una boba melodía que a la postre será la banda sonora de algún verano de nuestro pasado. Y me pregunto si es que los efímeros y ficticios somos nosotros mismos, que olvidamos que la esencia de las cosas es permanente, y que las prisas no son buenas, y mucho menos para sentir. Que los sentimientos son para saborearlos despacito, dejando que la emoción nos inunde y nos cale hasta los huesos. Y miro el paisaje y veo que nada es fugaz o inventado, que las montañas tienen una historia de miles y millones de años, y que el agua sigue un curso que se abre camino a través del tiempo; y pienso que lo realmente importante está ahí, a nuestro alcance, si sólo sabemos mirar, sin quedarnos varados como barcos en la orilla. 

455. Esta casa es una ruina

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Esta casa es una ruina es lo que podríamos exclamar respecto al patrimonio monumental de nuestra amada Baza. Por más que se denuncie el deplorable estado de los distintos elementos patrimoniales que nos hablan de un rico pasado histórico bastetano, lo cierto es que las denuncias sobre el abandono y las demandas de soluciones para que esta situación cambie, sólo caen en saco roto, porque son ya muchos años pretendiendo revertir esta realidad, y se consigue poco, muy poco, por no decir directamente nada. Es una pena comprobar que las promesas y todo lo que se ha dicho respecto a invertir en reformas, o al menos en prevenir la ruina total, no son más que mentiras. Hay que ver qué poca vergüenza tienen los políticos, de todas las administraciones, porque de todas ellas han hablado para decir cosas que jamás se han cumplido. El caso es que mientras esto se denuncia, el curso del tiempo sigue haciendo estragos, y la verdad es que hay determinados monumentos de nuestra ciudad por los que da miedo pasar, por temor a que se derrumben encima de nosotros. Que digo yo que si no reforman, al menos que prevengan una desgracia, porque no hay que esperar a ella para poner medios y evitarla. Con sólo tener un poco de memoria y recordar los proyectos ganadores, los planes futuros, las próximas reformas, etcétera, es desolador. Pero parece que el olvido sólo campa entre quienes prometieron, y para con los monumentos sobre los que se hicieron las promesas. Mientras, Baza poco puede ofrecer a los visitantes respecto a una muchas veces vendida riqueza patrimonial digna de una oferta que no sea pura pamplina. Son un puñado de patrañas que quienes las lanzan saben de antemano que no pasan de ser precisamente eso, patrañas; o sea, puro invento y descarada farsa.

Foto: Lola Fernández

Pero como el patrimonio monumental está en ruinas, hubo quien dirigió su mirada al patrimonio natural, a nuestra maravillosa Sierra de Baza, para seguir presumiendo patrimonialmente hablando, que eso es signo de riqueza y diversidad. Pero ay, resulta que nada se hace para que año tras año sea expoliada impunemente por mafias organizadas, caso de los níscalos, que por aquí he denunciado en alguna ocasión. Es una pena que la Administración, y en cada uno de sus niveles, no haga nada para proteger nuestro Parque Natural. Y qué decir de las plagas que afectan a la masa arbórea, sin control y sin medidas efectivas para evitar que sean ya, según los últimos datos, 600 hectáreas las afectadas por el muérdago, a lo que hay que añadir el resto de ataques parasitarios. Recuerdo que hablaron de unas charlas informativas y poco más. Señores, que no nos importa conocer nada sobre plagas que no sepamos ya, que lo importante es acabar con ellas, para lo cual es evidente que se necesitan soluciones, no conferencias. Al final tendremos que decir también algo así como esta sierra es una ruina… Menos querer vender humo, y más amar lo nuestro y defenderlo de todo tipo de ataques, ya sea el paso del tiempo, ya sean las plagas, la sequía, el expolio, y todos esos factores negativos que se conocen de sobra. Claro que se conocen de sobra, puesto que no faltan voces y asociaciones que están hartas de avisar de la necesidad de medidas urgentes para evitar que Baza se quede sin patrimonio de ningún tipo, que viendo cómo vamos y lo poco que se hace por parte de los únicos que pueden hacerlo, no sería nada extraño, por desgracia.

454. En estos tiempos

Por Lola Fernández Burgos

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y cuando veo el curso de los días, con el ambiente hostil de un avance en nuestra sociedad de los partidos de ultraderecha, no me cabe la menor duda de que es absolutamente cierto. El ser humano no aprende de sus propios errores, es incapaz de mirar la Historia como un referente para saber qué se puede y qué no se puede repetir. Cuando aún hay quien niega el holocausto nazi, esa terrible realidad que acabó con seis millones de judíos, por el simple hecho de serlo, en esta Europa nuestra tan necesitada de renovación, vuelven las ideas xenófobas y el odio al diferente a no tener vergüenza de ser expresadas, dando la ínfima medida del valor moral de quienes las emiten. Claro que cómo hablar de moralidad en estos tiempos, cuando mueren de frío niños hacinados en campos de refugiados, que deberían más bien llamarse campos de abandonados a su mala suerte. En estos tiempos en que, en vez de luchar políticamente por el progreso en derechos humanos, se vocea que hay que ir para atrás, como si no tuviera importancia que antes de nosotros hay quien incluso dio la vida para conseguir un mundo mejor para todos. En estos tiempos en que en vez de estar al lado de quien lo necesita, se trata de hacer que lo necesite aún más. Porque si no, no se entiende que mientras cada día nos asesinan a las mujeres, por el simple hecho de serlo, en vez de tratar de evitarlo, se digan atrocidades que sólo conseguirán incrementarlo. Hay determinados asuntos con los que no cabe jugar, porque quien lo hace, y con una escalofriante frialdad y necedad, se convierte en cómplice de los verdugos, en lugar de ponerse al lado de las víctimas. Miedo da, y vergüenza, y una nunca deja de sorprenderse de hasta dónde puede llegar el ser (in)humano en su propia imbecilidad. Lo triste es que de nada ha servido toda una evolución, cuando empiezan a tocar poder los más idiotas, cuando de lo que se trata es de la supervivencia de los más inteligentes. Algo debe de ir mal, porque si no, es imposible comprender la errática evolución de esta sociedad nuestra.

Es que dan ganas de llorar viendo el curso de los días, donde la sinrazón parece moverse a sus anchas, atreviéndose a gritar por encima de la cordura, que ni siquiera puede hacer mucho más que mantenerse callada. Imposible comprender que la juventud, esa que es el futuro, pueda permitir que, en vez de progresar, se busque la involución, el ir para atrás. Porque es que para atrás, no hay que ir ni para coger impulso. Y si hablamos de derechos civiles, es completamente de necios y retrasados querer acabar con ellos e implantar situaciones de desamparo. Porque lo que es bueno socialmente, lo es para todos y cada uno de nosotros, hombres y mujeres que sólo pretendemos dejarle un mundo mejor a nuestros descendientes. No se puede consentir la estrategia del cangrejo, el ir acabando con lo que es bueno, y que además supuso una lucha en su conquista. No es de recibo que la ultraderecha avance ni un solo espacio de negación de progreso, ni aquí en nuestro país, ni en ninguna parte. Porque es ser peor que el burro, que nunca ha de tropezar más de una vez en la misma piedra, y eso que lo llaman burro. Que lo haga, y no dos, sino tres y cuatro y muchas más veces, el que se autodenomina ser más inteligente entre los animales, es para reírse, si no fuera porque los errores de este tipo provocan mucho sufrimiento a quienes se ven perseguidos por ellos. Esperemos que la inteligencia y los principios humanos venzan finalmente y puedan impedir el imperio de la inhumanidad y la imbecilidad suprema.

453. Amén

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Que no pasar frío o poder comer sean hoy en día lujos para algunos, me parece absolutamente indignante. Si además resulta que esos algunos son, según la Cruz Roja, un millón de personas, sólo entre los atendidos por dicha ONG, es que ya me quedo sin palabras. Pero en qué tipo de sociedad vivimos, que hay miles y miles de pobres seres humanos viviendo en la calle, y son millones lo que, aunque tengan un techo, malviven. Es que no puedo comprender esto; mi capacidad de razonamiento no me da para alcanzar a entender cómo es posible que haya tantos niños y niñas, pues son quienes lo pasan peor en estas situaciones, que no puedan vivir con las mínimas necesidades básicas resueltas. Pero si hasta las mascotas viven de ensueño, sin tener más problema que con qué juguete divertirse, o cuándo irán hasta los recipientes en los que nunca falta nada para saciar su hambre o su sed. Es verdaderamente vergonzoso que la Iglesia, y me acuerdo de ella porque su razón de ser es estar junto a los pobres y los más necesitados, no dedique a ellos todo su dinero; ese que es nuestro, pues lo reciben de un Estado que se define como laico, pero mantiene innumerables privilegios para con ella. Sí, así es, empezando por destinar de los Presupuestos Generales un buen pellizco para esa Iglesia que, en lugar de enviarlo mayoritariamente para Cáritas, por ejemplo, lo dedica a financiar periodistas radicales, que sólo vocean su falta de valores personales y su desconocimiento de lo que es la dignidad humana. Lo he dicho desde aquí en más de una ocasión: no quiero que el dinero de todos vaya para una Iglesia que no está nunca con quienes le manda estar su doctrina y su credo. Si no son los primeros en dar ejemplo, que no lo son, cómo poder mantener a tanto sacerdote que no cumple con su obligación… Es que no es de recibo, por ser totalmente inaceptable, que la Iglesia salga más en las noticias por repugnantes delitos contra los más pequeños, sin que parezca que haya de pagar por ello como cualquiera que no viva con el amparo de un templo, que por estar allí donde más se la necesita.

Es verdad, aunque sea una triste verdad, pero la Iglesia le paga más a quien sólo siembra odios, lo cual es un pecado, que a quien se deja los días trabajando por los pobres. Ahí están las cifras de lo que dedica a emisoras de radio y cadenas de televisión, frente a lo que le da a una entidad humanitaria perteneciente a la Iglesia católica, como es Cáritas. Podemos decir que esta última sólo recibe limosna, y la verdad es que no hay derecho. Como es tristísimo y verdadero que no dejan de aparecer casos y casos de pederastia por parte de religiosos, que a veces no llevan ni a su expulsión de la Iglesia cristiana más numerosa, la católica. Ahí siguen, muchas veces amparados por la prescripción de sus delitos, y otras veces ni se sabe por qué o quién, pero ahí siguen. Sabiendo que hay sacerdotes decentes y con auténtica vocación, y salvándoles de una generalización que sería injusta, no puedo admitir que, a estas alturas de Historia, hayamos de soportar, y soporten ellos, una situación tan aberrante. Yo desde luego quiero una Iglesia que siga la doctrina de Jesucristo, y se deje de rondar el espacio de los poderosos, para estar con los que viven mal por culpa de ellos. Creo que todos los curas deben de saber muy bien, pues creyentes se les supone, que Jesús estuvo siempre lejos del poder y con los más pobres; que incluso dio la vida por ellos, así que ya deberían seguir el ejemplo de quien tendría que guiar sus conductas. Y si amén significa que así sea, no tengo dudas sobre cómo titular este artículo.

 

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