Vivencias de confinamiento, 2

Por Lola Fernández Burgos.

Dicen que es preferible reír que llorar, y así parece que lo entendemos en esta situación de encierro, cuarentena o confinamiento, que podemos llamarla de una u otra manera según nos encontremos; dejando que el humor nos haga compañía, casi como una protección contra el desespero. En algo solemos coincidir cuando comentamos cómo estamos viviendo dicha situación: parece como si estuviéramos montados en una gran noria, de esas que ahora suelen estar en las grandes ciudades, como atracción turística más que local, para disfrutar de unas buenas vistas mayormente. Y lo que tienen las norias es que cuando estás arriba tu visión es magnífica, cosa que no ocurre cuando estás abajo, sin olvidar el vértigo que se siente mientras bajas, o también cuando subes. Y no me negarán que no fluctúan ustedes entre el optimismo, el pesimismo, y una sensación de irrealidad que a veces marea. Somos seres sociables obligados por las circunstancias a vivir sin relacionarnos socialmente, y eso produce inquietud, temor e incertidumbre, que nos hace recurrir a la risa para no caer en el llanto. Cierto que lo que estamos viviendo no tiene nada de gracia, pero el instinto de supervivencia nos hace buscar algo que nos libere de lo feo y al menos nos haga sentir las ventajas del humor, que siempre se ha asociado con la inteligencia. Si somos seres superiores, lo seremos gracias a que no nos hundimos en los malos momentos, y a que podemos inventar una apariencia amable para la realidad cuando se torna desagradable. Pienso, por ejemplo, en ese padre de La vida es bella, evitando que su hijo sufra conociendo lo que ocurre a su alrededor; algo que no es sólo un guion cinematográfico, pues es muy cierto que la realidad supera la ficción.

Así que no tiene nada de extraño que durante estas semanas de preceptivo confinamiento, nos acompañen las risas. Por lo que nos llega a los móviles, que verdaderamente son el invento más preciado ahora mismo, y por cómo compartimos nuestras vivencias con los demás, restándoles el dramatismo que a veces encierran, y quedándonos con lo cómico que sólo los humanos somos capaces de ver en los duelos y el dolor. En el simple hecho de salir a tirar la basura y a comprar al súper más cercano, podemos ponernos a llorar por la confusión de sensaciones y sentimientos que nos embargan, en un tiempo que parece detenerse y absorbernos hasta el mismo momento en que volvemos a casa y nos sentimos a salvo, literalmente; o partirnos de la risa contando lo que hemos vivido desde el mismo momento de salir por la puerta. Seguro que están ustedes de acuerdo en que es mucho mejor reírnos, reír un montón y exageradamente, porque en el fondo sabemos que estamos haciendo un alarde de ingenio e imaginación por salir adelante sin que nos hundan las circunstancias. Tratando a la vez de quitar los miedos a quienes nos rodean y a quienes más queremos, estén cerca o lejos, acompañados o a solas. Cómo no vamos a reírnos, aunque nos martilleen cifras que nos aterran, de contagiados y de muertos, en un continuo insoportable que va sumando, sumando y sumando. Nos quedamos sí o sí con la esperanza, y con la certeza de que esto pasará y será algo que por supuesto nunca olvidaremos, pero de lo que seguro que como especie aprenderemos, si es que en verdad somos seres inteligentes. Estoy convencida de que cuando podamos salir y relacionarnos con normalidad otra vez, ya nada será igual, porque sencillamente seremos personas nuevas. Las experiencias tan inesperadas y fuertes como las que nos vemos obligados a vivir, lo queramos o no, lo aceptemos o no, lo asimilemos o no, no pasan sin huella. De nosotros y de nuestra inteligencia como sociedad avanzada depende que sepamos quedarnos con lo positivo y aprender de lo negativo, en evitación de que se repitan los errores que se hayan podido cometer. Será tan importante como que ahora optemos por la risa y el quitarle capas de fealdad a lo que nos rodea, en lugar de despeñarnos por abismos de dolor y pesimismo. Siempre nos quedará la posibilidad de la alegría y la esperanza, para no dejarnos llevar por las penas y la tristeza sin salida.

491. Vivencias de confinamiento

Por Lola Fernández Burgos.

En este difícil tiempo que nos está tocando vivir, podemos decir que cada día nuevo es uno más y uno menos, como la vida misma, por otra parte. Cada vez que salgo por necesidad a la calle, tengo la sensación de que fuera uno de esos domingos o días de fiesta en que madrugas y te encuentras las calles desiertas, sin coches ni personas, porque aún no se levantaron tras una noche de salir hasta tarde o de simplemente acostarse después de lo habitual. Aunque ahora hay un componente nuevo y diferente, el miedo. Miedo ni se sabe a qué, pero miedo al fin y al cabo; una sensación desalentadora que espero se vaya tan pronto se levante este obligado encierro, que empieza a dar los objetivos deseados referentes a esta pandemia. Cuarentena, confinamiento, encierro, llamémoslo como gustemos; pero quedarnos en casa sí o sí, y sentirnos privilegiados si contamos con balcones, o terrazas, o jardines. Y no dejo de pensar en vivir esto con críos y crías, que entenderán más difícilmente que los adultos todos los cambios a los que se ven sometidos: sin ir a clase, sin salir al parque, sin poder estar con los amigos, etc. Aunque lo cierto es que ahora los niños y los adolescentes pasan mucho menos tiempo en la calle que lo hacíamos nosotros. Escuchaba a una madre decir que le costaba retener a los hijos en la terraza tomando el sol cada vez que se puede, porque antes de los veinte minutos que ella los quería allí, siempre se quejaban de que fuera no tenían buena cobertura. Y es que el móvil y la tablet son elementos y compañeros de ahora, que nosotros desconocíamos, y que sustituyen hoy en día a muchas de nuestras horas fuera de casa y nuestras relaciones infantiles y de adolescencia y primera juventud.

Sin embargo, qué magníficos inventos están siendo el smartphone y la tablet en esta delicada y difícil situación que nos vemos obligados a pasar como mejor podemos y sabemos. Cuando se tiene lejos a los seres queridos, y además se sabe que algunos están pasando esto a solas, qué maravilloso es poder hacer una videollamada y encontrarte de repente sus rostros en la pantalla y poder compartir un rato con ellos cada día. Hay funciones de estos inventos nuevos que antes nos parecían bobadas y que ahora adquieren una nueva dimensión y nos parecen auténticas bocanadas de aire fresco, que a día de hoy es un bien muy preciado. Por ejemplo, cuando los bares están cerrados y no puedes reunirte con las amistades con que acostumbras salir a tomarte unas cervezas, ya hay mucha gente que realiza videoconferencias grupales y comparten birras y risas a través de las pantallas. Y es que cuando lo presencial nos está vedado, lo virtual adquiere su auténtica dimensión relacional. Por eso mismo creo que muchas de las cosas nuevas que ahora estamos experimentando, harán que cambiemos algunos conceptos para incorporar una serie de novedades a un futuro no muy lejano en que podamos salir con normalidad y relacionarnos y viajar como siempre. Aunque esto va a durar todavía un tiempo, y cambiaremos despacio y progresivamente, de eso no me cabe ninguna duda. Hay que estar preparados y ser fuertes y no desanimarnos; inventar día a día una alegría que necesitamos como el aire que respiramos, y quedarnos con las cosas buenas y positivas,

490. De cuervos y ratas

Por Lola Fernández Burgos. 

Ni llevo la cuenta del tiempo que llevamos de confinamiento, ni del que nos queda por delante. Lo cierto es que yo soy una persona muy de mi casa, de salir poco, como no sea a caminar, o a desconectar el fin de semana; pero casera al fin. Y sin embargo, eso de tener que quedarme encerrada sí o sí, pues es realmente difícil, para qué engañarnos. Pero lo cumplo a rajatabla, y cuando salgo lo hago pertrechada de mascarilla, guantes y todo el miedo del mundo. Porque no me tengo por cobarde, mas suelo mirar a los ojos al enemigo, siempre que no sea un traidor que vaya por la espalda. Pero, ay, este virus tan letal e invisible es otra cosa: me asusta por mí, y por la gente que quiero, especialmente la familia. Seguro que nada que no le ocurra a todo el mundo, que yo suelo decir que soy bastante masa y poco singular en el sentir general. Y en este encierro obligado voy oscilando entre querer saber todo de lo que ocurre ahí afuera, y entre pasar de todo y vivir en la ignorancia más absoluta, salvo lo básico, no vaya a ser que esta situación pase y yo siga confinada ad eternum… Lo que más me sorprende es saber que hay gente, o gentuza, que ignora las prohibiciones y sale tranquilamente una, dos, tres y las veces que les apetezca. Y lo que más me aterra es ver que la estadística es implacable y funesta, ante un panorama desolador de carencias sanitarias lógicas tras una década de recortes. Si sólo se aprende la lección y cuando esto acabe se deja de desfavorecer lo que es bueno para todos, en beneficio de lo que les sirve a unos pocos… Pero a estas alturas desconfío de que se llegue a aplicar la inteligencia que eso presupone. La avaricia no sólo rompe el saco, sino que es propia de mentes miserables que sólo piensan en ellas mismas. Y para tener como guía el bienestar general, hay que tener generosidad y pensar en los demás.

Después está ver lo que ocurre en este país, frente al resto. En los otros parece que el enemigo común es este coronavirus, y contra él se aúnan esfuerzos y medios. Aquí el enemigo desde el principio parece que ha sido el Gobierno, con una utilización partidista del tema, que ya no sólo asusta, sino que directamente asquea. Eso sin contar a los idiotas dirigentes de algunas autonomías que se han convertido en los sabios que podrían haber evitado hasta una sola víctima, si se les hubiera hecho caso… Claro que allí donde han hecho lo que querían, hay más víctimas en términos relativos que en ningún otro lugar. Me apena y repugna que se haga política con los muertos, y en esta crisis del coronavirus hay demasiados cuervos. Así es mucho más difícil, teniendo en cuenta que ya es insoportablemente complicado. Desde el principio he tenido claro que ahora tocaba dar la talla, a todos, y lo que veo es que hay quien no la daría ni con las escaleras más altas. Así que a seguir confinados y con paciencia; además de con la decente responsabilidad de no saltarse las consignas de las autoridades, que no son caprichosas. Y si fuera posible, un poco de unión y a demostrar que no se trata de este o aquel territorio, y de este o aquel listillo de turno. Aunque me parece que eso es ya mucho pedir, tanto como esperar peras del olmo, o lealtad de los traidores, y de sus séquitos. Porque en estos días de cuervos y seres menguantes, precisamente cuando hay que crecerse, no sólo encontramos determinados gobernantes que tocan la flauta sintiéndose líderes, sino toda una legión de ratas que les siguen bailando al compás. En fin, la historia los pondrá en su lugar, y respecto a Hamelín ya sabemos el mal final que tuvieron.

489. Ángeles y demonios

Por Lola Fernández Burgos. 

Conforme he ido creciendo y entendiendo algo mejor esto del vivir, he tenido numerosas ocasiones para descubrir que el ser humano es capaz de lo mejor, y de lo peor también, generalmente por parte de gente diferente, pero sin que ello excluya que una misma persona pueda ser ángel o demonio según el momento y la ocasión. Es en momentos difíciles donde se da de sí lo bueno y lo malo, que seguramente todos llevemos dentro, salga o no al exterior. Y para momentos difíciles, estos que estamos viviendo ahora mismo, a causa de la lucha contra el coronavirus, con una semana ya de confinamiento en casa, y con la obligación de otras tres más, en principio. Así que es la oportunidad de observar las conductas humanas en un punto de estrés y angustia, que obviamente se convierten en unas pésimas coordenadas para sentirnos bien, pero que al mismo tiempo son las causas de la excelencia humana en muchas más ocasiones, lo cual es un alivio.

Foto: Lola Fernández

De lo bueno que tenemos y expresamos hay tantos ejemplos, que es emotivo. En lo más alto de la escala, quienes se juegan la vida por los demás en esta lucha contra este virus letal: personal sanitario, fuerzas de seguridad, quienes permanecen en sus puestos de trabajo para ofrecer la satisfacción de nuestras necesidades básicas (farmacias, supermercados, negocios y empresas obligados a permanecer activos para que se pueda tirar para adelante, etc.), y todo el personal que está ahí posibilitando que esto no se convierta en un caos sin salida. Puede ser que sea su obligación, pero son auténticos héroes, unas veces más reconocidos, y otras injustamente atacados. Y la ciudadanía, en general y salvando las inevitables excepciones que siempre se darán, somos conscientes de ello y nos sentimos agradecidos de corazón, tal y como se expresa en esos aplausos anónimos desde los balcones y ventanas, cada día a las 8 de la tarde. Y desde lo más alto, a lo más bajo: esa gente irresponsable que no duda en saltarse sin motivo el confinamiento en casa, olvidando, parece ser, que pueden infectarse y/o infectar. Con unos ejemplos que son para escribir tratados de la imbecilidad humana: bares clandestinos, sacar a pasear a peluches, o aprovechar que se tiene una mascota real que pasear para hacerlo varios familiares sucesivamente, echarse a las carreteras para acudir a las segundas residencias como si estuviéramos en vacaciones, etcétera. Y en ese etcétera, todo el despropósito imaginable. A ello hay que añadir el desconocimiento de mucha gente, que no entiende una muy bien cómo es que a estas alturas aún no se han enterado de que las zonas comunes de las viviendas vecinales son auténticos focos de infección, pero que ahí están jugando en los portales, o de reuniones en las azoteas comunes, y demás conductas de riesgo, con una tranquilidad pasmosa. En fin, confiemos en que esos riesgos no tengan consecuencias, porque es muy triste ver cómo hay quien se arriesga y hace que sus mismos hijos se arriesguen.

Por ahí escuché algo muy razonable: no se puede estar aplaudiendo a la gente que está haciendo las cosas más difíciles, y a la vez dejar de hacer lo más fácil, que es sencillamente quedarnos en casa y lavarnos las manos. Cierto es que se puede convertir en un gran sacrificio eso de no salir a la calle y pasar horas mirando los cielos, si se tiene la oportunidad de ello, pero concederán ustedes que hay sacrificios mucho más complicados, incluso mortales. Y sí, sé muy bien que no es momento de alarmismo, de bulos, de morbos, es verdad. Pero tampoco lo es de ignorar una realidad que por mucho que no nos guste es terrible. Esto es una lucha contra la muerte en cifras masivas que verdaderamente asustan, al menos como para ser conscientes y responsables. Si no somos ángeles, por lo menos no nos convirtamos en demonios, aunque sólo sea para no perjudicar a quienes son buenos y se están jugando sus vidas por proteger las nuestras.

488. Nos quedamos en casa

Por Lola Fernández Burgos. 

Como si de una pesadilla se tratara, ya tenemos aquí al coronavirus, no como protagonista de noticias ajenas a nuestras personas, sino como amenaza grave y real para nuestras vidas y la de nuestros seres más queridos, y para todos en general. No sé si algunos aún no son conscientes, pero eso de expandir por doquier el virus, y es lo que se hace si uno se mueve libremente contra las prohibiciones, es poner en peligro la vida de uno y de todos. Escuchaba el otro día en la radio a alguien decir que a nuestros abuelos se les llamó a la guerra, y tuvieron la obligación de ir al frente, a jugarse la vida por defender al resto. Y a nosotros se nos pide algo tan simple de entender como es quedarnos en casa y lavarnos las manos. Y aun así parece que es algo complicadísimo de entender para esos irresponsables que no han dudado en contaminar zonas libres aún de contaminación vírica, creyendo que la paralización de actividades era la excusa perfecta para irse de vacaciones. No sé qué tipo de cerebro procesa así la información, en lugar de saber que es el momento de cancelar las reservas de próximas vacaciones. El instinto de supervivencia es un síntoma de inteligencia, pero de nada vale esta cuando se está rodeado de gente, o de gentuza, que demuestra ser cualquier cosa menos inteligente. Lo malo es que en su imbecilidad arrastra al resto. Es el momento de, ya que se tiene tiempo, pararse un momento a reflexionar qué clase de sociedad tenemos.

Pienso que es muy pronto, que aún nos falta la perspectiva del tiempo para llegar a comprender medianamente bien qué estamos viviendo y a qué nos enfrentamos. Pero mientras ese momento llega, lo que hemos de tener muy claro es que por ahora ya nada va a ser igual. Se nos ha hablado de 15 días, porque ese es el tiempo de incubación con este virus, y mejor estar a salvo de infectarnos, y no infectando a los demás. Pero es obvio que esto será mucho más largo que dos semanas, o dos meses. Todo es incertidumbre, pero es que estamos ante el principio. Queda lo peor, y sin duda lo más fatídico es el próximo incremento del número de fallecidos y el crecimiento exponencial de los infectados. Nadie estamos a salvo, en esto no hay fórmulas mágicas, ni vacuna. Pero hay unas pautas muy sencillas: nos quedamos en casa y nos lavamos las manos con frecuencia. Y salir a la calle, para lo imprescindible. Sin poner de excusa sacar al perro o la basura, para pasear. No sólo está prohibido, sino que es de sentido común.

Y aunque creo que en este tema de una pandemia mundial, lo político queda muy secundario, me parece que si se quiere dar la talla, hay que estar unidos en esta tarea común que es una lucha de la humanidad contra la muerte. Aquí no caben ideologías, porque el virus ataca a cualquiera, sea de izquierdas, de derechas, o neutro. Y ataca en cualquier territorio, sin entender de fronteras o idiomas. Estamos ante un problema muy grave, y sólo cabe la responsabilidad, de los políticos y de la ciudadanía. Sólo el tiempo nos dirá si dieron la talla, si dimos la talla; pero mientras, por favor, nos quedamos en casa.

487. Las mujeres, todas

Por Lola Fernández Burgos. 

Un año más, casi acabando el invierno, muy próxima ya la primavera, llega el día de las mujeres, el 8 de marzo. Otra vez hay que reivindicar la celebración de una jornada reivindicativa, válgame la redundancia. Y de nuevo lo mismo de siempre, explicar que el feminismo no busca reemplazar al machismo, sino que es una lucha por la igualdad de derechos entre personas de distinto género; volver a incidir en que contamos con los hombres de bien para esta lucha, que ya nadie va a poder parar hasta lograr los objetivos; alucinar con que aún haya mujeres machistas, sin dejar por ello de exigir una igualdad que a ellas también les beneficiará. Etcétera. Una serie de elementos sumamente fastidiosos, que no entorpecen, empero, que este sea un día de fiesta para las mujeres; para todas, sin el adjetivo de trabajadoras, pues da la casualidad de que las féminas no precisamos de contrato laboral ninguno para trabajar siempre, y de muchísimas maneras.

Y aunque aún nos sea negada la igualdad, es maravilloso ser mujer, porque, para empezar, somos las mujeres las que parimos, las que damos la vida a otros seres humanos; lo cual ya por sí solo es el mayor privilegio que pueda imaginar, incluso si decidimos no hacerlo y no ser madres. La simple posibilidad es ya maravillosa, la hagamos realidad o no. Es magnífico ser mujer, sí, porque gracias a nosotras, también, el mundo funciona; y si las mujeres paran, el mundo se detiene, ya lo hemos podido comprobar cuando así ha ocurrido. De modo que queremos lo que nos corresponde, ni más ni menos; empezando por dejar de ser invisibles en el lenguaje: nada de perdernos en un todos, cuando cada una de nosotras conformamos el grupo, mayoritario por cierto, de todas. Continuando con cobrar el mismo salario por el mismo empleo, sin brecha salarial machista que valga; que hay países, como Islandia, que han demostrado que se puede conseguir si realmente se desea. Siguiendo, y el orden es absolutamente arbitrario, no en función de una mayor o menor importancia, obviamente, con que la violencia machista deje de asesinarnos de una vez por todas. Nos queremos todas, ni una menos. Y terminando con todo lo demás, que es tanto que ya cansa: que no nos acosen, que no nos maltraten, que no nos violen, que no nos traten como a ciudadanas de segunda. Somos de primera, o más si me apuran. Y es por ello, y por muchas más cosas, que de todos y todas son sabidas, que vamos a seguir celebrando el día internacional de las mujeres, con el deseo manifiesto de que deje, de una vez por todas y para siempre, de ser preciso hacerlo. Y ello será cuando ocurra algo muy sencillo de entender, y no sé por qué tan difícil de realizar: cuando no haya un género masculino dominante e impidiendo que el género femenino disfrute de exactamente los mismos derechos, como es de justicia. Cuando, aunque los hombres y las mujeres sigamos siendo diferentes en prácticamente todos los sentidos, por fortuna para ellos y nosotras, todos y todas seamos personas sin más. Ya digo, algo muy fácil de comprender y que llevamos sin poder ejercer, durante siglos y siglos y siglos, las mujeres, todas.

486. En ruinas

Por Lola Fernández Burgos.

La vida es un montón de insignificantes e irónicas ruinas.

Pier Paolo Pasolini

En este mundo nuestro, las personas sentimentales tienen todas las de perder. Regirse por el corazón más que por el cerebro es como ir a pecho descubierto a batallar, porque no otra cosa sino una guerra parece a veces la vida. Y hay quienes se asemejan a esos edificios en ruinas, que mantienen la belleza externa, pero que es mejor no adentrarse en su interior, por peligro de derrumbe. Es peligroso estar cerca de lo que, aunque no lo parezca, está muerto; sea un árbol, una casa, un ser humano vencido o sencillamente vendido… porque pueden desplomarse y dejarte en el sitio. No recuerdo ahora qué sabio decía que admiraba a quienes se guiaban tanto por la cabeza como por el corazón; o sea, por la razón y por el sentimiento. Pero la verdad es que no sé si en el sentir caben los filtros del razonamiento, o si la razón puede permanecer impasible ante la efervescencia sentimental. Más allá de teorías y de palabrería, hay seres que controlan lo que sienten, y otros que son controlados absolutamente por ello. No sabría decir qué me parece más atractivo y qué más desagradable; y lo cierto es que no siempre el control es lo deseable. Porque se puede tener un perfecto dominio de las situaciones, y que ello implique perderse vivir la vida.

La cosa es que vivimos un tiempo bastante poco propicio para las expresiones sentimentales. En nuestra sociedad no parece tener cabida el tempo preciso para lo intangible; todo parece ser fungible, de usar y tirar, desechable, para consumir en el momento y después ni recordar. Sentir abre puertas al dolor; pero tampoco me parece muy placentero el no sentir, el ser una especie de robot, un autómata insensible. Puede que las pasiones mareen, perturben, sean vaivenes en los que perder el sentido no sea extraño; sin embargo, qué tristeza más grande la apatía, la indiferencia, la frialdad. Por supuesto que si no sales de un encierro, estás a salvo de los peligros de este mundo nuestro; pero, ay, es que no vivir por no morir, es estar ya muerto. Nos movemos en coordenadas antagónicas que van desde el miedo hasta la osadía, pasando por una neutralidad incluso sensorial. Y cada uno de nosotros y nosotras sabemos perfectamente en qué niveles nos movemos, y qué punto de equilibrio o desequilibrio nos sostiene. Como no tenemos ninguna duda sobre si somos personas con los pies enterrados en un fondo de cemento armado, por miedo a salir volando; o equilibristas en alturas sin red sobre ruinas.

485. El poder del amor

Foto: Lola Fernández Burgos

Por Lola Fernández Burgos. 

Dicen que el amor todo lo puede, y la verdad es que nada me gustaría más que que fuera cierto, porque falta hace algo que nos ayude y nos eleve por encima de tantas miserias y los muchos problemas que nos rodean. Los mismos miedos empiezan a ponerse nerviosos ante algo como el coronavirus, que ha logrado que se acaben de suspender los carnavales de Venecia. Mientras las causas se mantienen lejanas, parece que podemos respirar, pero, ay, en cuanto se acercan ya es otro cantar. Y no precisamente el cantar de los cantares, por desgracia. Una se mueve entre las noticias que van desgranando estadísticas de muertos y contaminados, y las opiniones de quienes creen que es una exageración para hacer y deshacer a su antojo con unos intereses ocultos. Pero no alcanzo a ver esta vez mucha manipulación, porque los muertos son reales, y las cuarentenas igualmente, y la alarma internacional de la OMS no creo que sea un cuento de la China, en donde precisamente están viviendo una situación que a mí personalmente me aterra, qué quieren que les diga… Si el amor tiene poderes, que se manifiesten, por favor, que necesitamos que lo feo desaparezca, pero no momentáneamente, sino para siempre. Que se lleven la imposibilidad de viajar a donde una quiera, porque o hay peligro de contaminación, o alguien te puede convertir en víctima de un terrorismo ciego y fanático. Y con ella, se lleve el auge de los extremismos y la chulería facha que ni se sabe dónde estaba agazapada. Quiero que no se camine para atrás, en nada, porque eso es involución; pero menos en derechos sociales, que llevan aparejados una lucha de siglos, y que se tiran a la basura en cuestión de segundos.

Foto: Lola Fernández Burgos

Lo último ya es la imbecilidad del veto parental, con el que algunos descerebrados hablan de que los padres han de tener la última palabra, ni se sabe en qué. Los padres ya influyen en los programas educativos de los centros, a través de su representación en los consejos escolares, y es de muy mala educación, ya que en el ámbito educativo estamos, presuponer y presumir que los docentes son poco menos que unos delincuentes que quieren destrozar a sus discentes a nivel moral. Es repugnante el concepto subyacente, y si no fuera por el bien de los menores, que no tienen la culpa de sus progenitores, ni a estos pertenecen, dan ganas de decirles a esos padres, que dan vergüenza ajena y son un insulto a la inteligencia, que se queden con su prole y los adoctrinen a su gusto y voluntad, que después se quejan si tienen que hacerse cargo de ellos algún día lectivo suelto… Pobres hijos, y pobres de nosotros si se expande en la sociedad este tipo de personas con semejantes ideas retrógradas. Veto parental, dicen, pero no veo yo que se preocupen demasiado de los reales delitos contra los menores realizados por los pederastas que están amparados desde hace siglos bajo el manto protector de la Iglesia.

Una Iglesia que sigue recaudando dineros que a todos nos pertenecen y los invierten en cadenas televisivas y radiofónicas fascistas, dejando unas cuantas migajas para Cáritas… Se ve que como se trata de una organización de organizaciones dedicadas a la lucha contra la pobreza, entre otros meritorios objetivos de servicios sociales, la Iglesia debe de pensar que se ha de conformar con una limosna. Donativos para la caridad, y sueldazos para quienes nada tienen que ver con el ejercicio de la doctrina católica. Esto gracias a lo que recaudan con el IRPF, las subvenciones directas y las exenciones fiscales; y como todavía tienen queja, se dedican a hacer política contraria a la del Gobierno… En fin, todo un desvarío. Así que sólo quiero amor, del verdadero, no del que se ensucia en las bocas de según quienes. Ese es el mejor poder al que someternos, en la confianza de que no nos traicionará; en este mundo nuestro de traidores a los valores, a las creencias, a los ideales, a la verdad, y a todo aquello en que lo que menos se precisa es la traición.

484. Ahora que los almendros están en flor

Foto: Lola Fernández Burgos

Por Lola Fernández Burgos. 

Mientras la oposición se entretiene mostrando una inmensa preocupación por Venezuela, como si todos los problemas más importantes fueran de allende los mares, resulta que aquí nos encontramos con los agricultores y los ganaderos muy mosqueados, con toda la razón, porque llevan décadas sin que nadie atienda a sus demandas, y ha llegado un momento en que les sale más rentable olvidarse de sus productos y cosechas anuales, que seguir tratando de sacar adelante su modo de ganarse la vida. Hete aquí que la ultraderecha no duda en aparentar una enorme preocupación por los asuntos extranjeros, cuando a la postre es a los extranjeros a los que culpa de todos los males, con lo que sólo está en modo teatro, pues en qué cabeza cabe creer que le importa lo más mínimo Venezuela, por quedarnos con el ejemplo. Es vergonzoso que haya tanto fantoche metido en política, y aún da más vergüenza ajena comprobar que hay quienes están interesados en sus farsas y patochadas. Esta ultraderecha es para echarse a reír, porque ni para llanto da la cosa. El caso es que poco a poco se van abandonando pueblos y modos de vivir, conformando eso que se llama la España vacía, y no parece que interese demasiado, pero más tarde o más temprano habrá que enfrentarse a estas problemáticas, pues son verdaderamente graves y si no se les da solución, será como una bola de nieve que irá haciéndose más grande y entonces será muy difícil de parar.

Foto: Lola Fernández Burgos

Y una sale a pasear, aprovechando que se ha ido el frío, y las borrascas, aunque aún nos esperan días de invierno, y es una pena ver las aceitunas de los olivos alfombrando el suelo, sin visos de ser recogidas, a estas alturas de año ya. Y si a mí me duele, que soy ajena por completo a esos olivares, no quiero ni pensar qué han de sentir sus dueños, viéndose obligados a la inacción, por falta de ayudas, y por no poder dar salida a lo que hasta ahora les daba de comer, porque cada día es más difícil salir ellos mismos para adelante sin entramparse. Si no se cuida a quienes se dedican a la agricultura y a la ganadería, estamos condenando a la miseria a muchos miles de familias, y al campo, y a un modo de vida ancestral, sin ofrecer alternativas de ningún tipo. No se trata de subvenciones o de paliar malos resultados, sino de no permitir que sean los intermediarios los que se forran, mientras quienes se dejan la vida en trabajos nada fáciles ven cómo su esfuerzo no sirve para nada. Si ahora vemos que se ven forzados a salir a las carreteras a protestar, hemos de ser conscientes de que llevan décadas de penurias sin que nadie escuche sus quejas, así que ha llegado la hora de dar respuestas responsables y que acaben con sus penurias. Y lo siento mucho por Venezuela, pero hay en España problemas más que suficientes como para no olvidarse de ellos por estar pendientes de otros que tal vez sean muy importantes, pero absolutamente secundarios mientras aquí se pase incluso hambre. Así que sigo paseando por estos campos nuestros, cargados de problemas nuestros, y si algo me hace salir de la pena de ver el abandono y la indiferencia ante las quejas de la gente del campo, es ver de repente la belleza que ahora mismo se extiende por aquí y por allá, en este tiempo en que los almendros están en flor. Es tan bonito ver los arboles vestidos de flores y colores, que por unos momentos dejo de pensar en cosas tristea, aunque espero y deseo que no caigan en el olvido las demandas y protestas de la gente del campo.

483. Del machismo y otros tipos de violencia

Por Lola Fernández Burgos.

Hay temas de los que es preciso escribir siempre, porque por desgracia poco se avanza en ellos, siendo imprescindibles para hablar de una sociedad desarrollada y respetuosa con quienes la integran, sin hacer distingos de ningún tipo. Respecto a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la misma Constitución señala como ilegal la desigualdad, pero ello no impide que esta sea manifiesta en muchos modos y formas; escandalosamente visibles en algunos casos, o más escondidos en otros. Y además ocurre que con la irrupción de los postulados ultraderechistas en nuestro día a día, hay quienes pretenden que vayamos para atrás, en vez de avanzar. Vergonzoso y denigrante. La ultraderecha es lo peor, y si a ella se le suman las reticencias sempiternas para lograr que la mitad, o más, de la población tenga los mismos derechos que la otra mitad, pues es para acabar llorando. Pero no, nada de llantos, que eso no conduce a nada. Se trata de luchar, de seguir luchando para que nadie nos robe derechos adquiridos, y para conseguir los que desde siempre se nos niegan. Me da mucha tristeza ver que hay que seguir tratando de conquistar lo que nos corresponde, como si fuera una odisea en la que sólo hay obstáculos e impedimentos de todo tipo. Y es aún más triste observar cómo se busca romper la unidad entre las mujeres para dificultar todavía más lo que ya de por sí es muy difícil. Parece mentira que a estas alturas haya que estar explicando que el feminismo no es lo contrario del machismo, que las mujeres feministas, y los hombres que lo son también, no buscan ni remotamente tener más derechos que nadie. Si se busca acabar con la hegemonía de un género sobre otro, evidentemente es para que haya una igualdad, no para cambiar un género subordinado por otro. Parece absurdo tener que estar con estas aclaraciones, pero por increíble que parezca, aún hay que estar en ello. De pena.

Como es igualmente penoso ver cómo se nos mata a las mujeres a diario, por machismo; porque es el machismo asesino el que acaba con la vida de las mujeres, y aún estemos teniendo que escuchar que los hombres también mueren a manos de las mujeres. Por favor, hay cuestiones en las que no se puede frivolizar ni lo más mínimo, porque la manipulación en ellas es pura complicidad. La violencia contra la mujer mata ayudándose en el abuso del hombre sobre ella, es puro machismo; y es de juzgado de guardia estar hablando de violencia doméstica o demás intentos de desvirtuar la realidad pura y dura, que no es otra sino que los hombres que asesinan a sus parejas, o a sus ex parejas no conciben que las mujeres no son suyas, y tienen el derecho a ser libres y no querer vivir bajo el yugo de su machismo, a la postre asesino. Pero cómo es posible que haya partidos que en lugar de luchar contra esta violencia, vayan contra sus víctimas. No querer guardar silencio por ellas es asqueroso; pero lo es mucho más no reservar en los Presupuestos partidas contra esta violencia; y qué decir ya de la petición de listados con los nombres de las personas que dedican su vida profesional a luchar contra esta lacra… ¿Es que estamos locos o qué? Ya está bien de este sinsentido. No todo vale. Quien se opone a la lucha por erradicar la violencia contra las mujeres, está ejerciendo violencia contra las mujeres, es así de simple. Y de ilegal, amén de indecente. Tengo muy claro que si se aplica la Ley, nuestra sociedad cuenta con mecanismos muy poderosos para acabar con esta ultraderecha que es dañina y nociva se mire como se mire. No me cuenten que la gente la vota, porque a Hitler también lo votó la gente. Esta ultraderecha es absolutamente inconstitucional, ilegítima por ello mismo. Y mientras tiene la poca vergüenza de pedir el desmantelamiento de, por ejemplo, partidos independentistas, habría que estar desmantelando a los grupos que la integran, y castigando a quienes la legitiman con su apoyo. Tampoco es muy difícil de entender, es tan básico que negarlo es lo único incomprensible.

 

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